El joven compositor, artista sonoro y multi-instrumentista argentino Juan Galay vive y trabaja en Buenos Aires. Sus obras han sido seleccionadas e interpretadas en diversos festivales nacionales e internacionales. También forma parte del Ensamble Chancho a Cuerda, una de las más prestigiosas agrupaciones que fusiona música popular con elementos contemporáneos, que ya publicó cuatro discos y que ha dado numerosos conciertos por Argentina, Uruguay y Brasil.

Galay presentará este miércoles, el 14, 15 y 16 a las 20, en el Centro de Experimentación del Teatro Colón su obra Casa, que fue ganadora del concurso «25 Años de creación» del Centro Experimental del Teatro Colón (CETC).

“Casa –le dice Galay a Tiempo Argentino– sigue la línea de obras multidisciplinarias que, como en el caso de mi anterior trabajo, La Estructura Inerte, que realicé en el marco de la Bienal de Performance – BP.17, está integrada por maquetas a escala, miniaturas, imágenes, música y sonido».

El músico presentó Todo en 2015 en la Sala Argentina del Centro Cutural Kirchner (CCK). Fue la primera obra encargada y compuesta especialmente para dicho lugar, aprovechando sus posibilidades acústicas y arquitectónica en su totalidad, y Todo – Variaciones 1 en octubre del año pasado en el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) con  la actriz Cristina Banegas a cargo de la narración.

– ¿En qué consiste la nueva composición, Casa, que presentás en el CETEC?

Casa es una obra un poco menos personal o autobiográfica que las anteriores. Es más abierta y abstracta, no tiene una narrativa estricta y el trabajo se basa en imágenes sonoras y visuales», apunta. No es unidireccional. Consta de cinco parámetros: el texto escrito, la música y el sonido, el texto hablado, la luz y la imagen. En el centro de la sala habrá tres vitrinas de un metro ochenta de alto, y en cada una de ellas habrá una especie de mundo en miniatura realizado con maquetas. Esos mundos estarán filmados con una cámara y las imágenes se proyectarán en una pantalla de doce metros que está detrás de las vitrinas. A su vez, detrás de esta pantalla habrá un ensamble de cinco músicos. Trabajando con la iluminación. En algunos momentos se podrá ver a los músicos y en otros no. En la pantalla se podrán verán textos, imágenes generadas por las cámaras instaladas en las vitrinas y, por momentos, se escucharán textos narrados por una voz en off a cargo de Bárbara Togander.

En La Estructura Inerte trabajaste con el relato de sueños que se podían escuchar en diecisiete pequeños parlantes. ¿De qué manera aparecen los textos en esta ocasión?

– En esta oportunidad el relato está basado en sueños sin ninguna intención de análisis psicológico, sino que actúan como pequeñas narraciones autómatas. También aparecen pequeños fragmentos de textos del escritor francés Pascal Quignard. La obra se compone de tres movimientos y un cuarto en el que se superponen los tres primeros movimientos. En el primero la música está compuesta en base a los agudos de los instrumentos; en el segundo, los medios; en el tercero, los graves y en el cuarto se superponen las tres alturas. Para la composición de esta obra, las partituras las escribí sobre papel de calcar. De esta manera se puede ver de manera gráfica la superposición de los tres primeros movimientos, lo que en definitiva genera el cuarto. Con la luz ocurre lo mismo: un primer movimiento con luz tenue, un segundo con luz media y un tercero con luz más fuerte. Y el cuarto, obviamente, con la iluminación a pleno. Esto mismo ocurre con las imágenes, los textos y la narración.

– ¿Cómo surgió la creación de esta nueva obra?

– La idea surgió por algunas lecturas e investigaciones que estuve haciendo sobre la percepción, la memoria y sobre cómo uno aprecia determinadas situaciones en los sueños. Me interesa conocer cómo la gente percibe los sonidos cuando se encuentra en un estado alterado. Estas alteraciones se dan cuando una persona tiene una pérdida del lenguaje a causa de un ACV, por ejemplo. Cuando se deja de tener conexión con las palabras se altera la percepción del sonido y, por ejemplo, las voces de las personas se transforman en sonidos como si fueran de ladridos de perro. Esto se debe a la pérdida del sentido del significado de las palabras. Por este motivo la obra empieza con una presencia muy fuerte de la palabra, tanto escrita como hablada, y durante el transcurso de la misma y, gracias a la superposición de los estímulos sonoros, de imagen y de sonido que se produce en su desarrollo, se va perdiendo la capacidad de entendimiento, lo que se transforma en una situación que se puede experimentar cuando hay alguna alteración en el estado de conciencia, ya sea por efecto de una anestesia, una droga o durante un sueño.

– Resulta una situación un tanto perturbadora.

– Realmente es así. Por ejemplo, cuando una persona padece un ataque de pánico, todos los parámetros perceptivos que lo atan a la realidad los siente al mismo tiempo. Es decir que no hay un filtro entre figura y fondo. La sensibilización es tan grande que el sistema colapsa. Y esto no es por falta de estímulo sino que se debe, por el contrario,  a un exceso de estímulo. Con esta idea en mente es que desarrollé esta obra: la acumulación de diversos estímulos perceptibles para llevar la situación al extremo que cada espectador se aventure a experimentar.

– ¿Con qué equipo contaste?

– Para llevar adelante este proyecto, si bien me ocupo de la dirección, composición, texto y puesta en escena, tengo la suerte de contar con un equipo de veinte personas con el que vengo trabajando desde hace un tiempo, como Nacho Castillo en la asistencia de dirección, Elian Pittaro en el diseño y construcción de las maquetas, Patricio Tejedor, Federico Fragalá, Danilo Galgano, Ramiro Iturrioz, Juan Maglione, Renata Gelosi, María Tomé, Iván Rosler, Mariana Sissia, Julián Pedrola, Clara Caputo y Andrés Knob en la parte técnica y el ensamble integrado por Joaquín Chibán en violín expandido y viola, Bruno D`Ambrosio en violonchelo expandido y contrabajo, Manuel Rodríguez Riva en clarinete, saxo alto, clarinete bajo e instrumentos de viento, Juan Denari en percusión y objetos y Javier Bustos en electrónica e instrumentos no convencionales. John Cage decía que cuando uno hace una obra de arte y tiene en ese momento la posibilidad de trabajar colectivamente con un grupo de personas puede hacer funcionar el mundo como a uno le gustaría que funcione.

– ¿De qué modo incluye el desarrollo tecnológico en proyectos experimentales como los que haces?

– Hoy el arte ofrece infinitas posibilidades. Pero no reniego de la historia. Es muy del siglo XX el tratar de sacar un conejo de la galera e intentar ser originales. Considero que en esta época no se trata de ser rupturista con el pasado sino de tratar de hacer un trabajo inclusivo, tanto con los elementos y posibilidades que tenemos en la actualidad como con lo que heredamos de los creadores de todos los tiempos.