Hay dos características que definen muy claramente la dramaturgia de Víctor Winer. Por un lado, su visión política. Por otro, un humor que es natural en él y que no atenúa el carácter trágico de sus planteos. Por el contrario, él mismo lo define como “un humor del desgarro”.

En Ampelmann un militante del partido comunista deja a su familia en Argentina para evitar que, luego de la caída del Muro de Berlín, el municipio de la que fuera la República Democrática Alemana haga desaparecer el muñequito del semáforo (ampelmann) que fue un símbolo de la Alemania del Este. Luego de luchar por esa causa, regresa a su hogar.  Pero el suyo es un regreso sin gloria. Su familia está en otra sintonía y su discurso no encuentra eco.

La obra se estrenó en 2012 en el teatro Sha y hoy vuelve a escena con dirección de Diego Rinaldi y la actuación de Emilia Mazer, Felipe Martínez Villamil, Fernando Dabove, Christian Thorsen y Carolina Bonsi Ferrer.

-Esta obra ya  tuvo una puesta anterior. ¿No es así?

-Sí tuvo una puesta hace diez años atrás que dirigió Mónica Viñao, con otro elenco y ahora, a raíz del premio de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, decidimos con el director Diego Rinaldi reponerla con un elenco nuevo y una mirada un poco distinta, pese a que la obra sigue, a mi entender, absolutamente vigente. Cuando me enteré de que había ganado el premio me releí a mí mismo. Me pareció que no había telarañas en el texto y que se podía volver a poner.  De hecho la respuesta del público me hace pensar que tenía razón.

-Es un premio muy importante. ¿Qué resonancia tuvo en vos?

-Es la segunda vez que me pasa de recibir un premio diez años después del bienio al cual correspondía. El Segundo Premio Nacional de Dramaturgia lo recibí diez años después de la apertura del concurso. Cuando recibí el premio más reciente fue algo totalmente inesperado. Acababa de salir de terapia y leí en el celular que una colega me informaba que había ganado el Premio Municipal de Dramaturgia que se entrega por bienios, en este caso a obra estrenada.  Se  me vino todo encima por lo inesperado, porque es un premio muy prestigioso. Me puse a llorar y llamé a mi analista y a mis hijos. Ahora, ya repuesto de la alegría, me acerqué a la fundación en formación que dirige el licenciado Esteban Cassis. Y esto que te cuento es una novedad, sos la primera persona a la que se lo digo.  Esta fundación va a establecer el Premio Ampelmann a la dramaturgia joven con una convocatoria para Hispanoamérica y España, con un jurado internacional en el que hará autores y directores y con una importante suma de dinero. Las bases se van a dar a conocer en la fecha que el ampelmann estuvo en el semáforo por primera vez, que es el 13 de octubre de este año y  se entregará el 13 de octubre de 2023. De alguna manera, siento, porque soy parte de este proyecto, que le devuelvo a la sociedad lo que me está dando. Va a ser realmente un premio muy importante al nivel del de Casa de las Américas. Siento que es un legado que le puedo hacer a la sociedad, que la gente joven que va a escribir va a tener un faro que lo ayude a direccionarse. Lo que se va a premiar es un texto, no a una puesta. Luego del premio a la dramaturgia se entregará uno a las artes plásticas.

– Es una puesta” con una música de los años 60, mucha del Club del Clan. ¿Cuál fue la causa de esa elección?

-Creo que el director fue bastante osado en fragmentar el desarrollo del texto con estas incursiones musicales. Como dije, el ampelmann se puso en un semáforo por primera vez, el 13 de octubre de 1961 en Alemania del Este. A partir de ahí su éxito fue imparable. Rinaldi es un director joven muy talentoso. No lo hablé con él, sino que me di cuenta una vez que fui a ver un ensayo,  pero esta música es la música del nacimiento del ampelmann que es todo un símbolo. La música elegida nos traslada a una época cuyo imaginario ideal yo definí como una “kermesse de ilusiones”. De esas ilusiones algunas quedaron en el camino, otras se concretaron. Pero el período comprendido entre los 60 y los 70 fue una época muy especial  en el mundo y en la Argentina.

– Aquí musicalmente se daba los que se llamó “la nueva ola”.  Incluso los colores de la escenografía están muy en sintonía con esa música. Tienen una paleta clara y la música era alegre y pegadiza.

-Tal cual. Los colores de la escenografía y la vestimenta de los personajes concuerdan con el espíritu de la música. En este sentido, la vestuarista y escenógrafa, Vanesa Abramovich captó muy bien el espíritu del director.

Creo que todos los integrantes podrían salir a la calle como están vestidos para la obra sin llamar la atención, lo que de alguna manera proyecta al presente su temática de las utopías no cumplidas. 

-Me puse a pensar recientemente algunas cosas que no había pensado sobre la obra. Me pregunté, por ejemplo, si existen las ideas anacrónicas o envejecen sin que nadie se les oponga. Luego me pregunté si un ideal longevo, un ideal que atraviesa los tiempos,  es una utopía. La obra remite a los 60 y los 70 y también la podemos leer hoy. En mi versión dramatúrgica el hombre regresa de Alemania luego de dos años. En la nueva versión se habla de varios años. Este hombre que vuelve ¿tiene ideas “anacrónicas? Tal vez sí, porque él tiene como modelo al Che, pero, de alguna manera, y esto fue lo que pensé cuando leí el texto después del premio, esas ideas podrían ser también cualquier idea que implique los valores del compañerismo, la lucha por los ideales. Por eso me pareció interesante preguntarme si un ideal longevo termina siendo una utopía.

– En esos tiempos había una esperanza que era la Revolución. Creo que hoy asistimos a un período más escéptico.

-Cuando escucho las canciones revolucionarias de aquella época como A desalambrar, me dan una mezcla de ternura y dolor. Vuelvo a la figura de aquella “kermesse de ilusiones” que se vivió en esos años. En algunos puestos se acertó y otros quedaron vacíos y totalmente despoblados como la imagen de un parque de diversiones al anochecer o los lunes que es feriado. Habría que ver qué carga, qué energía tenía en ese momento la palabra “diversión”. No sé qué porcentaje se concretó de esas utopías. Si tuviera que definir hoy aquella kermesse diría que es utopía.com. Habría que buscarla en la web y ver qué significado readquiere. Por eso me da ternura el personaje central  de la obra, que ya sea que haya estado dos años, diez o veinte afuera, vuelve con aquel  anhelo de sostener una vela en la tormenta sin que se le apague, aunque de nuestra juventud a hoy pasó un tornado. Él quiere compartir ese fuego recién encendido con su mujer, pero todos vemos que el viento sopla fuerte y que es probable que se le apague.

-Justamente, el hijo no entiende el ideal revolucionario del padre.

-El hijo quedó afuera, es hijo de esta época. El padre le dice que se parecen como dos gotas de agua, pero en realidad son dos climas, dos andariveles distintos. El padre se fue sin avisar a luchar por un mundo mejor y el chico creció como pudo.

-La novia del hijo queda más afuera aún que el hijo.

-Sí, es alguien que no escucha. Ni siquiera se entera de que el hombre ha venido de Berlín y no de Bariloche. Tiene un autismo intelectual. Podríamos hacer una analogía con esas personas que no dejan de mirar el celular y no la realidad que los rodea. Creo que si hiciéramos el ejercicio de ponerle otros textos, ella diría exactamente lo mismo porque no escucha.  Ve un sobretodo grueso y habla de Bariloche, cuenta su vida, hace su propio monólogo. Tiene una especie de autismo escénico que Carolina hace muy bien y se vuelve muy divertido, pero se vuelve divertido por lo patético. Ella está en un delirio interno que es inmodificable por el exterior.  Los soviets de San Antonio era un delirio disparatado. El de esta obra es un delirio trágico.  El personaje principal me hace sufrir. 

-¿Tuviste alguna en la injerencia en el montaje de la obra?

-Eso lo dejé en manos del director y el director ejecutivo, Claudio Cabré. Con Cristian Thorsen y Carolina Bonzi Ferrer ya habíamos trabajado muy felizmente en Los soviets de San Antonio y fue un acierto que fueran convocados para esta nueva obra.  No tuve injerencia. En general, trato de dejar a los directores que trabajen según su criterio. Voy a ver la obra después del primer mes de ensayo como para tener un acercamiento y me permito hacer algunas observaciones, pero no soy yo quien dirige. Encontré en este director un oído muy atento que trasladó observaciones a la escena. Fue y es una muy feliz experiencia esta dupla con Rinaldi.

-¿Recordás cómo surgió en vos esta obra?

-Sí, yo estaba en Berlín haciendo un “free walking tour” que son las caminatas que se organizan con un guía no por una suma prefijada, sino por lo que uno quiera pagarle. En un momento nos preguntó cómo identificábamos si estábamos en Berlín del Este o del Oeste. En el momento en que hice esa excursión el muro ya había caído. La arquitectura ya se había metamorfoseado, ya no se identificaba una zona capitalista y otra socialista. Ante el silencio de todos los que estábamos en ese tour dijo que era por el ampelmann. Y ahí tuve conocimiento de la figura de ese muñequito del semáforo que, hasta el día de hoy,  te permite identificar si estás en lo que era Berlín del Este o no. Lo que yo no imaginaba es que detrás de esa figura se movía toda una sociedad, toda una identidad. Cuando le quisieron imponer su dialecto, Berlín del Este defendió su propio idioma.

-¿Hasta cuándo se podrá ver la obra?

-En principio hasta finales de julio, aunque eso se va ajustando de acuerdo a la temperatura de público. Así como Los soviets de San Antonio, luego se va a ver en Teatrix, que es una plataforma que lucha contra lo efímero del teatro. Yo me resistía al teatro filmado. Incluso llegué a decir que me parecía una cámara Gesell, pero cuando se filma con tres cámaras, se edita y se apunta a un nuevo lenguaje, creo debo desdecirme de mis opiniones. En este momento Los soviets de San Antonio está en Teatrix y es uno de los veinte espectáculos más vistos en estos meses. A la brevedad van a grabar Ampelmann y también Buena presencia, la puesta que hizo Lía Jelín. Esta filmación va a comenzar a fin de mayo o principios de junio para incorporarla a la plataforma. Se han contratado técnicos para que no sea una filmación como la que se hizo oportunamente, sino una apuesta para el lenguaje Teatrix.

Ampelmann se puede ver en teatro Border , Gogoy Cruz 1838, los domingos a las 18.