Cuando Omar Souto, gerente de selecciones de la AFA, buscó en 2004 el apellido en una guía telefónica y llamó a Rosario, preguntó por “Leonardo” Messi. Cuando Marcelo Bielsa vio el primer video de su juego, le pidió a un asistente que después lo vieran a “velocidad real”, no “acelerado”. Son detalles de la gran historia que entrega Messi. El genio incompleto, once anatomías de instantes del crack en la Selección Argentina, reconstruidas por el periodista Ariel Senosiain a través de casi 70 entrevistas. “Ojalá –dice Senosiain– que el próximo capítulo sea la redención, sus lágrimas de emoción en Qatar 2022. Lo tengo en la cabeza”.

–¿Es “incompleto” porque le falta un título con la Selección?

–Alguien le podrá dar otra connotación, pero es lo único que le falta. No para el análisis: Messi ya llegó a un sitio único y ganar no lo transforma en mejor jugador. Pero sí que un título ha sido su obsesión y su desilusión. Lo vimos muchas veces llorar de amargura y nunca de emoción con la Selección. El día que más eufórico se lo vio fue en esa corrida cuando Maxi Rodríguez le convierte el penal a Holanda para pasar a la final de Brasil 2014. Pero ni siquiera en un día de descarga, como fue la clasificación a Rusia en Quito, se permitió la emoción. Los rostros eran de llanto, al límite. Y él, cumpliendo con lo que debía.

–¿Cómo expresa la argentinidad?

–Hay argentinidad en el origen: haberse ido al exterior, como tantos en el inicio de los 2000, para poder plasmar su talento. El talento de Diego surgió de un barrio marginal, desde bien abajo hasta bien arriba. Messi necesitó irse para desarrollar su potencial. Ahí hay un componente de época. Maradona nació en Villa Fiorito y representó el tránsito de tantos argentinos. Messi representó ese exilio económico por otras razones. Después, es introvertido y reservado de cuna, y haberse terminado de formar en otro país le dio características de un capitán distinto de los habituales. Hasta hace unos años, no las veíamos en él. Ahora ha sacado otro carácter, y es lógico. Es el que comanda a un grupo. Antes estaba reservado a su mesa, al Kun Agüero, Mascherano y Di María, y en los últimos años se interesó más por los sparrings, se sintió obligado a cambiar. Tanto, que asumió de manera forzada un liderazgo al declarar después de la Copa América de Brasil 2019.

–Hace poco contó que necesita ir a un psicólogo.

–Es una persona de guardar mucho. Si lo ligamos a la Selección, hay una reseña a propósito del choque de planetas en Sudáfrica 2010: Maradona en el banco y Messi en la cancha. “Necesito que los argentinos me quieran”, dijo una vez Diego. Messi nunca lo diría. Incluso, en algún momento, hasta se sintió en falta. Recién ahora, se está terminando de liberar con la camiseta de la Selección Argentina, 15 años después del debut.

–¿La intención de Scaloni es no armar un equipo para Messi?

–Por primera vez está claro que la Selección no tiene por qué fijarse en el Barcelona. Esa utopía nos hizo perder mucho tiempo, como si fuese la única forma de jugar. Fue un cover que siempre sonó desafinado. El Barça y la Selección, en lo único que coinciden hoy, es en liberarle responsabilidades defensivas. La Selección le puede dar los complementos necesarios: saber que es el mejor, pero que también no es el único. Que lo busquen como primera opción, pero que también se la jueguen de manera propia.

–¿Cómo analizás el festejo de gol después de la muerte de Maradona?

–Messi se expresa en la cancha. Es difícil que te emocione en otro lugar. Nos deslumbró cuando se sacó la cinta de capitán, la camiseta y apareció un homenaje impresionante, que lo llevó a su infancia. En 2005, en Mundo Deportivo, contó que los padres, cuando iban a la casa de alguna pareja amiga, mientras comían, le ponían a él y a los chicos videos de Maradona. Creció con los comentarios de su papá sobre Maradona. Y encima, cuando era muy chico, Diego jugó con la camiseta de Newell’s, que quiso siempre. Después fue una espina permanente. La comparación hace mal. Los jugadores de la Selección de básquet reconocen que la comparación con la Generación Dorada los complicaba, hasta que Luis Scola les dijo: “Muchachos, dejen de contestar, hagan su camino”. Lo hicieron y se llenaron de autoestima. Messi, durante mucho tiempo, escuchó a Maradona como el objetivo. Hoy ya no está ese faro, y quizá nos guste desde lo simbólico: ¿qué va a suceder en el primer Mundial de la Selección después de Diego?

Valdano dijo que el próximo Messi será más parecido a Cristiano Ronaldo que a Messi. ¿Qué va a tener de Messi?

–La mentalidad. El número uno hace diferencia desde lo técnico y también desde la cabeza. Lo que dice Valdano se relaciona con cómo se forman los futbolistas, con la mezcla de la cuestión física y técnica más que con la improvisación.

–¿Asociada a qué la mentalidad?

–Ama el fútbol pero le obsesiona la victoria. En España estaba con un amigo jugando un cabeza en la terraza del hotel donde paraba, perdió y tiró la pelota a la calle. Daddy D’Andrea, masajista de la Selección y su amigo, un día le ganó al truco, lo cargó y le agarró el celular y se lo revoleó. Así se enumeran momentos en los que se frustra en la derrota. Cuando erra el penal contra Islandia, se apaga. Está tan preparado para ganar, que solo admite la victoria. La derrota lo pincha. Pero la siguiente posible victoria lo estimula. Así se entiende a Messi, un futbolista que hace once años es el mejor del mundo. Y además, la rompe. La mentalidad es una virtud de Messi poco valorada, quizá porque no es como otros ídolos, más expansivos. ¿Desde dónde podemos dudar de la personalidad de Messi, que asume desafíos desde hace años y años, y gana y quiere ganar?