“El fútbol es como el sexo: no todo tiene que ser tan rápido ni todo tiene que ser tan lento”. Claudio Borghi puede decir una frase así en plena transmisión de un partido en el Canal del Fútbol de Chile, donde vive hace 28 años. Alejado de la dirección técnica desde 2016, el Bichi trabaja de comentarista. “Es más de opinólogo -dice-. Trabajé para una cadena internacional y un gringo me dijo: ‘A mi me gusta el béisbol, y ustedes tienen inconvenientes: son muy técnicos cuando hablan. Sea más simple porque los gringos miran los partidos en familia y espantan a la gente’. Así que mientras más sencillo, mejor. Trato de ver y explicar simple”. Único campeón con Argentinos Juniors como futbolista y entrenador, Borghi habla de Riquelme y Boca, de los futbolistas como “caballos de carrera”, de los entrenadores modernos y las “habilidades blandas”, de la política chilena y de Maradona, y más. Todo, mientras viaja de su casa al canal.

-¿Por qué no querías que Riquelme fuese dirigente?

-Tenía la esperanza de que fuera entrenador o comentarista. Estos tipos ven otra clase de cosas que los mortales normales no vemos. Quería que nos siguiera enseñando y explicara los modelos que se ven en una cancha y que el resto no vemos. Un dirigente no tiene que ver con enseñar. Ve el fútbol para él y para su comisión directiva. Yo quería que lo compartiera.

-Toni Kroos dijo: “Los futbolistas somos títeres de la FIFA. Nos chupan económicamente. No decidimos nada”. En 1990, decías: “Al futbolista se lo usa y se lo tira. Lo tratan como objeto de consumo”.

-El jugador de fútbol es un ser humano con buenos y malos momentos. A veces tiene muy poco sentido de pertenencia. Pasa por un club, juega y se va. No echa raíces. Es lógico que si no jugás bien te desechen. Pero se pierde el contacto humano. Al futbolista se lo empieza a ver como un caballo de carrera. Si puede seguir corriendo, si lo sacrifican, si lo dejan para padrillo. Los tiempos cambiaron. Hoy los futbolistas son más públicos, famosos, ganan más dinero, y pierden intimidad. Ya es normal ese grado de exposición.

-“Los entrenadores no corrigen: se quejan”, dijiste.

-El otro día estaba viendo fútbol argentino. Había un entrenador que levantaba los brazos, saltaba, le daba la espalda al juego, caminaba ida y vuelta por todos lados. Dije: “Este no está viendo el partido, hace un sketch para la gente”. Un entrenador tiene que transmitir calma y tranquilidad. Correcciones, no quejas. Si me quejo todo el día, me decís: “Escuchame, gordo, me tenés podrido con las quejas”. Los entrenadores, desde el costado, hoy transmiten problemas. Lo urgente es ganar, a todos nos gusta. El problema es la forma, el costo, las consecuencias. Es complejo escuchar: “Es un partido de vida o muerte, hay que ganar cueste lo que cueste”. A la gente le gusta escuchar esto, y los técnicos también aprenden a decir lo que la gente quiere escuchar.

-¿Hay una sobreinformación de fútbol y el fútbol está sobreanalizado?

-Hoy veo partidos por el celular. Me llegan las notificaciones de cuando empieza Argentinos y Racing. Es demasiada información para un tipo que vive del fútbol porque a veces te abruma. Hoy tenemos discusiones con entrenadores muy jóvenes. Ha cambiado el idioma del fútbol. Antes era un contraataque. Hoy es “una transición o reconversión defensa u ofensiva”. Si mejoramos el lenguaje, mejor. El problema es que te entienda al que le hablás. En Chile no se para la pelota con el pecho, “se amortigua”. Tengo el lenguaje antiguo del fútbol. Los entrenadores jóvenes hoy se olvidan de lo sencillo. Les falta un poco del manejo de habilidades blandas con los jugadores. Entenderlos, saber de dónde vienen, cómo son. Los datos y las tecnologías son muy buenos, pero un entrenador se ocupa de realidades. El GPS lo uso y lo conozco bien, pero no te hace jugar mejor.

-¿Con Leandro Paredes tuviste una “habilidad blanda”? Lo hiciste debutar en Boca a los 16 años y, a la vez, que terminara el colegio.

-Siempre que hablo de Paredes espero que la mujer no se ponga celosa. Cuando lo vi fue un amor a primera vista. Pendejo grande, fuerte, lindos ojos, jugaba muy bien. “¿De dónde salió este?”, pregunté. La psicóloga me dijo que estaba bien pero que no quería estudiar. Entonces dije: “Yo lo soluciono”. Lo cité y le dije: “Me dicen que no estás yendo al colegio, y yo pensaba subirte a Primera, pero si no terminás el colegio, no puedo”. Inmediatamente se inscribió en el colegio. No hice más que mostrarle una realidad. Estudiar es importante pero no para un jugador: para la vida.

-¿Qué te dejó tu paso por Boca, del que se cumplen diez años?

-Pasó rápido el tiempo. Fue un posgrado en una universidad de Estados Unidos. Cuando estás fuera de Boca y escuchás a los bosteros decir “el Mundo Boca”, decís: “¿De qué hablan? Es un club”. Pero cuando llegás a Boca te das cuenta que hay un mundo paralelo y que si no lo conocés vas a tener problemas.

-En octubre, a través de un referéndum, Chile dejó atrás la Constitución de la dictadura de Pinochet. ¿Cómo sentiste el proceso?

-Voté a favor del cambio de Constitución. Pero hay dos petitorios que tiene el pueblo chileno: la salud y la educación. Hay una salud pública y otra privada, y la atención pública siempre es tardía. Vas con un cáncer y te dicen: “Venga el año que viene”. Y el año que viene ya no estás. Y lo otro es que si tu viejo es camionero, la única posibilidad que tenés es ser camionero, porque no te puede pagar los estudios. En Argentina tenés educación pública, gratuita y de calidad. Acá, no. Si querés estudiar, tenés que sacar un crédito que te da el Estado pero que lo terminás pagando a los 70 años. Quizá la forma no fue la adecuada, porque hubo muertos, pero el chileno pasó de ser un pueblo muy dócil a la explosión ante las diferencias sociales. Chile es un país clasista. Las clases sociales no están tan mezcladas como en Argentina. Hay barrios muy pobres y muy ricos, y no se juntan y no comparten y el rico no sabe cómo vive el pobre ni en el pobre se da una idea de cómo vive el rico.

-¿Por qué el fútbol inglés es el mejor?

-La gente debería hacer un ejercicio cuando está viendo un partido de la Premier League. Poner una cinta donde está el marcador y los que juegan, así no ven ni quiénes juegan ni quién gana ni quién pierde. No se van a dar cuenta porque los dos equipos juegan siempre igual. Cuando nosotros vemos el fútbol argentino sabemos que el que ataca desesperadamente es el que pierde, y el equipo que empieza a hacer tiempo, el que gana.

-“Todos los técnicos dicen ‘a éste jugador lo formé yo’ cuando le va bien -dijiste-. Pero nadie dice eso cuando un pibe termina preso”.

-Son los jugadores huérfanos de toda historia. En los currículum, los entrenadores ponen a los jugadores que formaron. Una vez discutí con un entrenador. En mi categoría en Argentinos éramos 33 jugadores. Llegué yo sólo a Primera. Una vez este entrenador decía que me había formado, y la verdad es que lo había tenido poquito tiempo como para que dijera que había sido mi formador. Entonces le pregunté: “¿Qué pasó con los otros 32? ¿Tanto tiempo me formó a mi que se olvidó de los otros?”. Es un tema complejo, y hay muy poca tolerancia al fracaso. Y cuando fracasás, el mundo te lo revuelve. A veces jugamos con la vida de las personas y tomamos muchas determinaciones que les hacen mal a un ser humano.

-¿Cómo viviste la incertidumbre con la salud de Maradona?

-Fuimos muy cercanos, me conoce de muy pendejo por Argentinos. Es muy difícil ser Maradona. Una vida compleja en cuanto a quiénes lo rodean, por qué lo rodean; no tiene tranquilidad ni intimidades. ¿Viste cuando uno dice ‘me voy a sentar en la plaza a fumarme un cigarro’ o ‘me voy a tomar un café’? Él no lo puede, y casi nunca lo pudo hacer. Esa vida de mucha exposición y trajín es muy compleja. No soy ni el 10% de lo que fue él, y a veces estoy cenando y viene la gente y te pide una ‘fotito’. Esa ‘fotito’ son muchos segundos durante el día y te rompen los huevos. Diego está cansado del personaje. Y no sólo de él depende de que tenga una vida común. Le faltan esas pequeñas cosas que te hacen la vida agradable.

-¿Cada vez hay menos gambeteadores y rebeldes?

-Cuando un tipo la tiene, acá le gritan: “¡Tocalaaaaa, tocalaaaaa!”. No te dejan ni gambetear a uno. Nosotros tenemos una idea de copiar a Guardiola y a Klopp, los sistemas y las formas, pero ellos tienen futbolistas de millones y con los mejores podés decidir. El problema es que nosotros les exigimos lo que hace Guardiola y Klopp a chicos de nueve años. Es una locura. Esto es un juego. Quieren hacer cosas con juveniles que tienen que hacer con profesionales. Hoy los que gambetean pasan a ser rebeldes, y es lo que está faltando en el fútbol. Hay que ser rebelde para seguir jugando a pesar de que el técnico te está retando porque hay cosas que no espera, no entiende o no quiere. Faltan los rebeldes que están dispuestos a hacer lo que soñaron. Hay tipos que le dicen “sacame” al técnico que les avisa que si no corren, no juega. Cada vez hay menos tipos dispuestos a poner en juego su trabajo en pos de lo que sienten.