Nicolás Fernández se escapó unos días a Pellegrini, el pueblo bonaerense de diez mil habitantes en el que nació hace 24 años, donde, cuenta, “los gays son todos tapados, porque nadie dice nada”. A 114 kilómetros, en Santa Rosa, La Pampa, realiza la pretemporada con el Club General Belgrano, que juega en la Liga Cultural, cuyo premio es un lugar en el Regional Amateur, cuarta categoría del fútbol argentino. Pero Fernández -arquero, de “estilo clásico”, admirador de Marcos Díaz- se destapó: el año pasado dijo públicamente que es homosexual. “Soy feliz. Gracias a quienes lo entienden. Y perdón a quién no. Un género no determina nada y mucho menos habla de quién soy como persona. Estoy enamorado y sí, de alguien de mi mismo sexo”, escribió en su Facebook el 28 de junio, Día Internacional del Orgullo LGBT. Y vivió una revolución: de algún modo, es el único futbolista argentino en decirlo.

-¿Cómo empezó tu carrera?

-Arranqué en Huracán de Pellegrini, de la Liga Trenquelauquense. En un momento, cuando fue el inicio de todo esto, dejé, porque estaba en pareja con un chico. Estuve dos años alejado del fútbol. Después retomé en Barrio Viejo, otro club de la Liga Trenquelauquense. Y después pasé a Deportivo Rivera de La Pampa, y de ahí a Atlético Santa Rosa, donde me lesioné y operé los ligamentos cruzados. Y ahora estoy en Belgrano.

-¿Te probaste en Independiente?

-A los 16 años, sí. Sin agrandarme, el coordinador de las inferiores me dijo que muy bien, que era probable que me ficharan. Pasó el tiempo, y nunca me enteré más nada. Pregunté en mi casa si me habían llamado, y nada. Hace dos años, escucho a mi papá hablar con un amigo y decirle que me habían llamado, pero que no quisieron dejarme ir a la pensión de Independiente, que era un lío.

-¿Esperaste el Día del Orgullo para hacer público que sos gay?

-En verdad, nunca supe qué día era. Había salido, estaba con mi pareja y tiré ese estado en Facebook. Después se hizo una revolución, se hicieron eco todos los medios de La Pampa. Muchos se sorprendieron en el fútbol. Otros ya me conocen en Santa Rosa. No ando con un megáfono diciendo qué soy ni nada. Pero ahí me salió.

-¿Cómo fue contarlo en tu familia y en el vestuario?

-Con mi familia fue sencillo. A mis viejos no les di opción. Les dije que si no les gustaba me iba de casa, que no había problema. Tenía 17 años. Pero lo entendieron. Y en el vestuario, fue en Deportivo Rivera. Estaba jodiendo con el capitán. Y me sorprendió, adelante de todo el plantel: “¿Y vos qué onda? ¿Te gustan los chicos o las chicas?”. Se ve que había estado averiguando. Se hizo un silencio. Y les dije que había estado en pareja tres años con un chico, y que si alguno tenía un problema, me lo dijera. Y si no, que acá no había pasado nada. Fue simple, y los muchachos aceptaron sin ningún problema. Me sentí aliviado.

-¿Nunca te sentiste discriminado en el fútbol?

-No tomo mal que hagan un comentario, un chiste. De hecho, mis compañeros lo hacen. Terminamos de entrenar, nos ponemos a estirar, y por ahí sale algún chiste. Me río. No lo tomo a pecho. Tengo claro quién soy, qué hago y qué dejo de hacer. Lo que diga el resto no me interesa.

-¿Por qué nunca un futbolista de Primera División dijo públicamente ser gay?

-En el fútbol es un tema tabú. Se comentan muchas cosas. Hay gente gay que por ahí con un chiste se siente mal. A mí, no me pasa. Me pueden decir cualquier cosa, y me puedo enojar pero lo resuelvo sin ponerme mal. Cuando atajaba en Huracán de Pellegrini vino a jugar Ferro de Trenque Lauquen. Y una persona se puso atrás del arco, arriba de una camioneta, y me insultó todo el partido. Ya sabía. Ahí me calenté. Le decía que cuando terminara el partido lo iba a buscar. Cuando termina, salgo corriendo, la policía me frena. Mi viejo y la hinchada fueron a buscarlo. Tuvo que intervenir la policía para que pudiera irse. Siempre sentí apoyo. Ahora me gritan ‘puto’ en la cancha y yo me doy vuelta y me río. El año pasado atajé con un conjunto de ropa rosa en Atlético Santa Rosa. Me dijeron tantas cosas para hacerme calentar y sacar del partido, que yo me agachaba, le hacía cualquier gesto, me reía. Les gané. No lograron hacerme enojar.

-¿Al futbolista le obligan exhibir cierta masculinidad?

-Hay que actuar, manejarse y proceder con total normalidad, porque no pasa nada, justamente. Cuando llegué a Atlético Santa Rosa, golpeé la puerta del vestuario, pedí permiso, me presenté ante Franco Lescano, el capitán, y saludé a todos. Caí bien y siempre me lo recalcaron. Y un día, hablando con él, le dije que tenía pareja. “Ah, buenísimo”, me dijo. Ningún problema.

-¿El fútbol femenino tiene una relación más libre con la sexualidad?

-Es mucho más abierto. En ese sentido el fútbol femenino está un paso adelante. El fútbol masculino va camino a ser más abierto. Un amigo, Jonathan Fensel, juega en All Boys de Santa Rosa. Y tengo un enojo con un jugador que lo cargaba a él conmigo. “Ay, tu novio, tu novio”. Eso sí me molesta. Son mis amigos y no mezclo una cosa con la otra. Ya me voy a desquitar. La única forma de hacerme enojar es cuando molestan a mis amigos conmigo. El resto, me río. A veces otros jugadores me ven, me saludan y agachan la cabeza. No sé por qué será.