En América, 34 mil voluntarios están probando la vacuna contra el virus fabricada por el consorcio farmacéutico Pfizer-BioNTech. De ese universo, 25 mil personas se encuentran en Estados Unidos, 4500 en Brasil y otras 4500 en Argentina. Juan Pablo Lancieri –25 años, platense, basquetbolista, hincha y jugador de Gimnasia– puso el cuerpo en los ensayos para frenar la pandemia, como uno de los miles de participantes locales. Es el primer deportista argentino en hacerlo. Para él, es algo normal: contribuir está en su ADN. “Es algo simple, como donar sangre”, dice sobre esa costumbre que adquirió entre su familia y las campañas que lleva adelante Gimnasia.

El gestor de su participación fue Juan Tomás Lancieri, hermano menor que cursa el cuarto año de la carrera de Medicina en la Universidad de la Plata. Cuando empezó la inscripción para los testeos de Fase III –estudios en humanos a gran escala–, le pasó el link y le propuso anotarse. “Si no era por él, ni me enteraba”, cuenta Juan Pablo, que tuvo dudas y miedos relacionados con eventuales riesgos para un deportista. También le preocupaba la posibilidad de contagiarse Covid y los problemas para aislarse. Vive en Gonnet con su hermano, su hermana y sus padres.

–¿Por qué decidiste inscribirte?

–Es algo que nos va a servir a todos. A la vez, me pongo en el lugar de mis abuelas, por ejemplo, y puedo ser parte de la solución al problema de este virus. Mi hermano me insistió y también me tranquilizó a mí y al resto con las explicaciones médicas.

Dos días después de haber completado el formulario online, Juan Pablo recibió un llamado. Le explicaron el proceso y le contaron que los cupos estaban cubiertos. Quedó en la lista de espera. “Pensé: ‘Ya está, no me llaman más’”. Al día siguiente, lo volvieron a contactar para comunicarle que finalmente era uno de los voluntarios de entre 18 y 85 años seleccionados entre las más de 20 mil personas que se habían inscripto. Hoy ya recibió la segunda dosis de las pruebas que se desarrollan en el Hospital Militar Central a cargo del investigador Fernando Polack y cuya estrategia biotecnológica utiliza la técnica de ARN mensajero. Como el resto de los voluntarios y los médicos, Juan Pablo desconoce si está recibiendo la vacuna o si se trata de un placebo. Es parte del protocolo para garantizar la objetividad de los resultados.

Desde que se presentó como voluntario, cada novedad genera una avalancha de mensajes para Lancieri. La más grande fue cuando la Universidad de Oxford y el gigante farmacéutico AstraZeneca frenaron los ensayos por una persona que sufrió reacciones adversas. Enseguida, su WhatsApp se llenó de preguntas de sus amigos. A todos les repetía lo mismo: su dosis es otra. “Cuando me anoté, estaban sorprendidos. Querían saber cómo estaba, si tenía algún síntoma o efecto secundario. No tuve nada”, cuenta el basquetbolista de 1,88 metros.

Para él, encontrar la inmunización del virus también significa regresar a la vida deportiva sin temores. La pandemia frenó el básquet y lo devolvió a La Plata después una temporada en la Municipalidad de Junín, equipo de Mendoza que compite en el Torneo Federal. Fue la primera vez que el escolta usó una camiseta distinta a la de Gimnasia. “El básquet es trabajo, lugar de distracción, de amor y el que me dio la mayoría de mis amigos. Lo único que quiero es volver a entrenar”, dice Lancieri, que se compró un aro para jugar en su casa mientras dure el aislamiento social. Las ganas, sin embargo, no le ganan a la razón: considera que el retorno de la actividad también es un riesgo mientras crece el número de contagios. “Los médicos arriesgan sus vidas y las de su familia. Hay que ayudar a que no colapse el sistema. Llegar a ese punto sería catastrófico”, evalúa.

Dejar a Gimnasia durante un año le permitió acercarse al Lobo de otra manera, como infiltrado. Fue nada menos que para presenciar la primera victoria en la era de Diego Maradona, el 4 a 2 ante Godoy Cruz, de visitante. Con la camiseta escondida en la mochila, Lancieri se tomó un micro desde Junín (Mendoza) hasta el Estadio Malvinas Argentinas y se cubrió el tatuaje en el gemelo izquierdo que combina su pasión por el Lobo y el básquet. No pudo gritar ninguno de los cuatro goles, pero los recuerda con nombre, apellido y detalles. “Diego es el más grande. Es impensado que nos esté dirigiendo. Muero por conocerlo. Ojalá me pueda quedar en el club y algún día al menos verlo a 50 metros en Estancia Chica”, imagina ese encuentro con el entrenador.

Su deseo principal es otro: llevar la respuesta contra el virus en el cuerpo, con las dosis de la vacuna. “Ojalá que funcione. Si sale, voy a estar tranquilo y contento. Y no voy a tener que esperar”, dice Lancieri, deportista que también entrega su físico para ganarle al coronavirus.

También afecta a los deportistas

Entre los tantos mitos que circulan alrededor del coronavirus está el de que a los jóvenes en buena condición física, como los deportistas, no los afecta. No es así. Dos muestras. El mes pasado, Gonzalo Fanjul, jugador de rugby del Jockey Club de Tucumán, murió a causa del Covid-19. El futbolista Hernán Pellerano, ex Independiente y Vélez, ahora en Melgar de Perú, padeció el virus: “Bajé siete kilos y me tuve que comprar un respirador. La pasé muy, pero muy mal. Pensaba que por ser deportista no la iba a padecer tanto. ¡Para qué!”.