Simon Critchley hace la fila para entrar a Anfield. Lo acompañan su hijo y su sobrino. En una fila paralela, a cinco metros, Critchley ve a su padre muerto. «Estaba orientado en la misma dirección que yo y no me devolvió la mirada». Es marzo de 2012. Liverpool golea 3-0 a Everton, clásico rival. Tres goles de Steven Gerrard. A la vuelta a casa en auto, su hijo se duerme en el asiento de atrás. Y Critchley le comenta a Daniel, su sobrino, lo que había sucedido en la fila. «Yo también lo vi», le responde. Por esto, y por más, Critchley escribió En qué pensamos cuando pensamos en fútbol (2018), un ensayo en el que trata de darle sentido a una pasión. «Antes que filósofo soy hincha –dice Critchley, profesor en la New School for Social Research de Nueva York–. Siempre algo extraordinario sucede, lo que tiene que ver con la experiencia de jugar. Y aunque trate de sublevarme, la pasión más intensa y constante de mi vida es el fútbol».

–¿En qué piensan los ingleses cuando piensan en Maradona?

–Digamos que no es exactamente el futbolista más popular. Nunca fue perdonado por «la mano de Dios». Pero personalmente no me importa. Era un futbolista genial y ese gol fue como una respuesta política sobre la guerra de Malvinas y el maltrato a los soldados argentinos por parte de mis compatriotas. Tengo el mayor respeto por el fútbol argentino y la calidad de jugadores que ha producido durante muchas generaciones. Y por la especial cultura de los hinchas.

–¿Por qué creés, como Marcelo Bielsa, que «la esencia del fútbol es el gesto al servicio de la belleza»?

–El fútbol es the beautiful game, por eso cito a Bielsa en mi libro. El fútbol es hermoso, pero ese cliché necesita ser examinado filosóficamente. ¿Por qué es bello y en qué consiste esa belleza? Hay muchas formas de belleza en el fútbol. Me gusta la escuela de Barcelona y de Holanda, el Fútbol Total, pero también hay belleza en la Juventus.

–¿Es todavía el fútbol un deporte socialista?

–Es el ballet de la clase trabajadora, si eres un romántico, como yo. Pero no soy un romántico estúpido. Sé que el fútbol se trata de negocios y dinero, pero no es sólo eso. El fútbol es capaz de expresar una conciencia igualitaria de solidaridad, y un respeto por el oponente. Entonces es y no es. Los futbolistas tienen que jugar unidos y compartir todo con sus hinchas. Existe un socialismo en la naturaleza del juego, tanto al jugarlo como al verlo. Pero también es la FIFA y el dinero corrupto en grandes cantidades de corporaciones trasnacionales que controlan sueldos, transferencias, la gran mercantilización. El fútbol se basa en contradicciones. Es una mezcla de deleite y asco.

–Expusiste que hace falta una crítica enérgica y rigurosa a esa estructura.

–El sistema del fútbol también es cada vez más desigual, como en el mundo. Y hace falta, aunque existe, que esa crítica se haga con mucha más fuerza, especialmente a la luz del horror inminente que será la Copa del Mundo de Qatar 2022.

–Si el fútbol para un hincha es la historia de los instantes, ¿cuál es el gran instante en la historia del fútbol?

–La fenomenología es una rama filosófica que explica el ser a través de la experiencia. Mi instante más recientemente fue estar en Madrid con mi hijo y ver a Liverpool ganar por sexta vez la Champions League. El 1 de junio en Madrid fue uno de los días más felices de mi vida: cantar canciones con otros fanáticos, compartir la alegría juntos, tomar cervezas. Pero también recuerdo la derrota en la final de la Europa League en 2016 ante Sevilla. Porque el éxtasis y la agonía son esenciales en el fútbol.

–»No veo ningún motivo para considerar el fútbol en clave de alguna idea de educación moral. El hincha no necesita tales enseñanzas», escribiste.

–Quiero decir que los hinchas son expertos, que conocen el juego y no necesitan lecciones de filosofía moral. El fútbol, en su mejor momento, es capaz de transmitir un conjunto de valores y un sentimiento de pertenencia, identidad e historia que es difícil de encontrar en otro lugar. Y lo maravilloso del fútbol de clubes, especialmente en Europa, es que no está definido en términos de nación, sino internacionalmente –todos los hinchas de Liverpool en todo el mundo– y a la vez en relación con un lugar muy particular, un pueblo o una ciudad.

–¿Cómo refuerza el fútbol ciertas normas de género y masculinidad en el marco del crecimiento del fútbol femenino?

–Creo que el desarrollo del fútbol femenino es el espacio actual más emocionante del fútbol. La calidad de juego aumenta semana a semana, y espero que transforme el viejo patriarcado de la cultura futbolística en algo nuevo y mejor. Creo que la situación cambiará en los próximos diez o 15 años. El fútbol será un lugar para que emerja todo tipo de asuntos sociales y cuestiones relativas a la sexualidad.

–¿Por qué añorás los partidos en los que se juega «un fútbol de mierda»?

–Me encantan los malos partidos, porque entonces todo lo que hay son los fanáticos, a menudo parados en la tribuna, y hacen bromas, y cantan canciones, y siguen estando juntos a pesar de que el partido sea horrible.

–¿En qué pensamos cuando pensamos en fútbol?

–En el significado de la vida, el espacio, el tiempo, la racionalidad, las emociones. Los asuntos filosóficos más importantes se ponen en juego cuando rueda la pelota. Entramos en un mundo diferente, maravillosamente idiota. Pero también es un juego en movimiento que disfrutamos: las tácticas, las jugadas, los espacios, el dribbling. Durante un partido, la vida adquiere un sentido vibrante único, la totalidad de la vida se mantiene unida. Ver un partido te coloca en un estado meditativo y proclive a la catarsis. Y por otro lado está esa esperanza constantemente renovada, lo peor que tiene el fútbol, que te hace levantar después de las derrotas y asimilar el perder, porque se aprende a vivir con la derrota, lo que es moralmente interesante. Por todo esto, el fútbol es el deporte más grande del mundo.

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