Eniola Aluko entra a los negocios y siente que es una ladrona por cómo la miran. En el aeropuerto la revisan “como si fuese una narcotraficante, Pablo Escobar”. Lo cuenta en una carta de despedida en el diario The Guardian. Nacida en Nigeria, futbolista de la selección inglesa, Aluko soportó apenas 18 meses: aunque había ganado Serie A, Copa y Supercopa de Italia, y aunque había sido goleadora de la temporada, dejó Juventus y volvió a Inglaterra. Expulsada por racismo. El 36% de las intimidaciones, amenazas y violencia que sufren los futbolistas, detalló el informe “Calciatori sotto tiro” (“Futbolistas bajo fuego”) de la Asociación de Futbolistas Italianos, son a causa de hechos racistas. Y el 31% por una derrota. En el fútbol italiano es “peor” ser negro que perder un partido.

En España, un árbitro suspendió el último fin de semana Rayo Vallecano-Albacete después de que hinchas de Rayo le gritaran al jugador ucraniano Roman Zozulya, de Albacete, que era un nazi. El argumento de la suspensión: “racismo, xenofobia y violencia”. Zozulya aparece en fotos de fajina y con fusil en manos, apoyando a Pravy Sektor, partido nacionalista neonazi responsable de organizar milicias civiles, y posando con retrato de Stepán Bandera, líder ucraniano y colaboracionista del nazismo. Bukaneros, la hinchada de izquierda y antifascista, había impedido la cesión de Zozulya a Rayo Vallecano en 2017, cuando jugaba en Betis: “Vallecas es libertad, igualdad y solidaridad”. Javier Tebas, el presidente de la Liga española que acaba de renunciar para poder ser reelecto, votante del partido de ultraderecha Vox, demandó entonces a Bukaneros por impedirle a Zozulya “acceder a su trabajo”. “En el Rayo no quieren nazis -argumentó Tebas-. ¿Y si mañana otro equipo no quiere homosexuales?”. En el fútbol español da igual ser gay que nazi.

Y, también, es peor ser negro. El domingo, al mismo tiempo que se suspendía Rayo-Albacete, el catalán de padres senegaleses Sekou Gassama recibió insultos racistas en Madrid de parte de hinchas de Fuenlabrada en un partido de Segunda, mientras entraba en calor. Sekou los identificó y advirtió que subiría a la tribuna. Fuenlabrada-Almería no fue suspendido. “Me gustaría preguntarle a Eto’o, Dani Alves y Wilfred -escribió el periodista Moha Gerehou en el diario.es– si piensan que suspender el Rayo Vallecano-Albacete por los gritos de nazi a un reconocido neonazi hace la justicia que no se les hizo a ellos por el racismo que vivieron en el campo de fútbol”. El arquero nigeriano Wilfred Agbonavbare jugó en Rayo entre 1990 y 1996. Y el 9 de mayo de 1993 le atajó un penal a Michel en el 1-1 en el Santiago Bernabéu. Hinchas de Real Madrid le cantaron durante el partido: “¡Negro, cabrón, recoge el algodón!”. Enfermo de cáncer, ayudado por Bukaneros hasta el último día, murió en 2015. La puerta N° 1 del Campo de Vallecas se llama Wilfred Agbonavbare. Una frase acompaña la imagen de su rostro: “Por tu lucha contra el racismo. El rayismo nunca te olvidará”.

En Europa tampoco suspendieron ninguno de los más de 60 partidos en los que el italiano Mario Balotelli recibió agresiones racistas. El 3 de noviembre, ante Hellas Verona por la Serie A, Balotelli se hartó de los cantos racistas: agarró la pelota, le tiró un pelotazo a la tribuna local y encaró al vestuario. Pero Verona-Brescia siguió, al igual que Balotelli. Y Verona ni siquiera cumplió la sanción que cerraba un sector del estadio Marcantonio Bentegodi, suspendida por la Federación Italiana. En otras ocasiones, contó el sociólogo Mauro Valeri, a cargo del Observatorio sobre el Racismo en el Calcio, las multas que no pasan los 50 mil euros fueron pagadas por la Comuna de Verona, porque el alcalde “iba a la tribuna de los ultras”. En la temporada 2018/19, el 57% de los episodios racistas en la Serie A se registraron en el Norte. En el debut de Diego Maradona en 1984, ante Verona de visitante, los ultras recibieron a Napoli con carteles. “Lávense”. “Bienvenidos a Italia”. Porque, dijo Diego, “los napolitanos éramos los africanos”.

“Balotelli -sostuvo ante los periodistas Massimo Cellino, dueño de Brescia- es negro. Está trabajando en aclararse pero es muy complicado”. Cellino aclaró luego que era un “chiste”. En Ucrania, una semana después al caso de Balotelli en Verona, el brasileño Taison, atacante de Shakhtar Donetsk, escuchó coros racistas de los hinchas de Dinamo de Kiev, el club en el que se formó Zozulya. Taison les hizo fuck you y les tiró un pelotazo. Fue expulsado. Se retiró llorando de la cancha. “Jamás me quedaré callado ante un acto tan inhumano y lamentable -dijo-. Mis lágrimas eran de indignación, repudio e impotencia”. En los casos de Balotelli y Taison, compañeros y rivales intentaron que se quedaran en la cancha, más que apoyarlos. En el caso de Zozulya, los compañeros de Albacete le pidieron al árbitro en el entretiempo que lo suspendiera. Fue la primera vez que se suspendió un partido en el fútbol español por insultos en la cancha.

“Cada día, cada semana, cada partido, hay un caso de racismo en el calcio. Es una fotocopia de lo que pasa en toda Italia -marca Carlos Passerini, periodista del Corriere della Sera-. Brescia es un pueblo que en los 90 tenía el porcentaje más alto de votación a la Liga Norte, un partido racista. Y Balotelli quiere ser el símbolo de la ciudad, quedarse en la Serie A con el equipo, lograr la salvezza”. Liga Norte es el partido de Matteo Salvini, el ultraderechista ahora líder de la oposición, ex viceprimer ministro de Italia. El lunes, la Serie A presentó una campaña de concientización contra el racismo. La graficó con tres cuadros de monos, porque “no hay hombre o mono, somos todos iguales, todos monos”. Controversia. Y repudio de Roma, Inter y Milan. En la realidad, sucede otra cosa: Zozulya es más “hombre” y más “mono” que Balotelli.