En las favelas muy pocos se enteran de que Fluminense y Flamengo juegan la final de la Taça Río. Es miércoles. Por la mañana, João Lucas, futbolista de Flamengo, había dado positivo de Covid-19. Pero el partido se juega igual en un Maracaná sin hinchas pero con hospital de campaña, transmitido sólo por internet. Apenas el 13% de las casas de las favelas de Río de Janeiro tiene una computadora con conexión a internet, y de baja calidad. En el marco de su disputa con el multimedio, Jair Bolsonaro, presidente con coronavirus, le permitió a Flamengo romper el contrato de televisación con Globo, ahora crítica del gobierno. El “Fla-Flu da vergonha” en plena pandemia lo gana Fluminense por penales después del 1-1. Pero hay un silencio significativo, extraño y anormal en las favelas. “Siempre fue una rivalidad muy colorida, con partidos en el Maracaná llenos de humo y bengalas, siempre fueron episodios vinculados a la cancha y a la pelota –había advertido antes de la final Fernando Martinho en la revista Corner–. Pero ahora no, esto no es fútbol. Es sólo una herramienta política para generar otras cosas”. Brasil es el segundo país más afectado del mundo por el coronavirus, con casi 2 millones de casos y más de 67.964 muertes.

El fútbol pospandemia también se juega en Europa. Pero es un juego distinto, con sonidos ambiente de videojuegos, cuatro tiempos, acumulación de lesionados y mayor cantidad de triunfos “visitantes”. En la primera fecha de la Bundesliga después de la inactividad hubo ocho lesionados. Estudios médicos indican que habrá 17 por equipo hasta que termine la temporada, un aumento del 40% en comparación a la “vieja normalidad” con dos partidos por semana. El porcentaje de victorias de los visitantes aumentó en todas las principales ligas con respecto a las fechas prepandemia: en la Bundesliga (de 35 a 47%), en la Liga de España (24-54), en la Serie A (37-46) y en la Premier League (30-37).

En la pausa del minuto 30 del segundo tiempo entre Celta de Vigo y Barcelona, Messi desairó a Eder Sarabia, ayudante del entrenador Quique Setién que le había dado una indicación. El hecho se inscribió en el marco de un cambio de aire que no parece tan lejano después de que Barcelona rodeara a Messi de “un vacío abismal y agotador”, como dijo el periodista Santiago Segurola. Porque lo único que le faltaba a 2020, ironizan, es un Barcelona sin Messi. “Las interrupciones a mitad de cada tiempo y los cinco cambios perjudican al juego –afirmó Marcelo Bielsa, DT del Leeds que se acerca a la Premier–. El manejo de las sustituciones va en dirección absolutamente contraria al motivo por el que se estableció la regla, que buscaba dar frescura al equipo y se utiliza con sentido táctico. Por eso siempre es tan difícil cambiar las reglas”. Pasaron los días aniversario de Italia 90. Fue el Mundial de las defensas, con el porcentaje de gol más bajo de la historia (2,21 por partido), que deparó cambios en las reglas, como la eliminación del pase atrás al arquero y los tres puntos por triunfo.

En el fútbol pospandemia con estadios en silencio, según un análisis de la empresa de metadatos Gracenote, en base a 83 partidos de la Bundesliga, primera de élite de cualquier deporte en volver al ruedo, los locales redujeron los tiros al arco y los que ejecutaron fueron peores: metieron, en concreto, menos goles de los que habían metido en estadios con hinchas (de 1,74 a 1,43 por partido). Pero no solamente: intentaron menos pases cruzados y gambetas, y sumaron menos tiros de esquina. “La conclusión de Simon Gleave, director de análisis deportivo de Gracenote, es una que muchos hinchas podrían defender de manera instintiva: las ganas de entretener disminuyen si no hay nadie que responda”, detalló Rory Smith en The New York Times. “Desde el reinicio, los partidos, en promedio, tuvieron 16 pases más de lo normal, una señal de que los jugadores, inconscientemente o no, pasan la pelota en vez de intentar jugadas que en la normalidad emocionarían a sus fanáticos”. A muchos hinchas les cuesta distinguir los partidos pospandemia por TV de los de PlayStation. Otros, más escépticos, se preguntan si suceden en la realidad.

“Esto es una locura –comenzó a decir Álvaro Cervera, entrenador de Cádiz, de la Segunda División de España–. Alguien tiene que sentarse, tranquilizarse, y saber que esto no es fútbol, que no se parece en nada al fútbol. Se ha hecho una cosa para el espectador, para que disfrute desde su casa viendo a la gente jugar al fútbol, pero el profesional ni descansa, ni juega bien, ni prepara los partidos”. El miércoles, Cádiz, a punto de ascender a la Liga, le ganó 1-0 a Extremadura. Un grupo de hinchas recorrió los 416 kilómetros de Cádiz hasta Almendralejo y alquiló habitaciones de un hotel contiguo al estadio Francisco de la Hera, con vistas a la cancha. Alentaron por las ventanas, desde la terraza. Gritaron el gol del delantero hondureño Anthony “El Choco” Lozano. Y desplegaron una bandera: “Si luchas puedes perder. Si no luchas, estás perdido”.