El primer encuentro que se programó Mauricio Macri cuando llegó a París, a principios de este mes, fue un almuerzo con su amigo Nasser Al-Khelaifi. El dato del encuentro entre dos millonarios pudo alimentar las páginas sobre celebridades, las dedicadas al lifestyle, pero conecta al expresidente argentino con sus relaciones con Qatar, un vínculo de negocios que alimentó mientras estuvo a cargo del país. A través de Al-Khelaifi, la familia real qatarí controla al París Saint Germain, el equipo que este domingo jugará la final de Champions con el Bayern Munich en la «burbuja» de Lisboa.

No sólo la amistad con Gianni Infantino explica el desembarco de Macri en la Fundación FIFA, donde esta semana ocupó una oficina en el cuartel general de Strasse 20, Zúrich, luego de sus vacaciones francesas. Qatar fue un código fundamental para abrirse camino en ese terreno. No sólo porque se trata de la sede del Mundial 2022, que la justicia investiga si fue otorgada a cambio de sobornos, una sospecha que también pesa sobre Rusia 2018. Esa es una de las decenas de causas que debía investigar el ex fiscal general Michael Lauber, quien tuvo que renunciar luego de que se filtraran sus reuniones con Infantino. Esos encuentros, que ocurrieron en un hotel propiedad de Qatar, están ahora bajo la mira judicial a pesar de que esta semana la comisión de ética de FIFA decidió cerrar el caso. Tardó sólo quince días en hacerlo.

Si Macri, tal como hacen circular sus voceros, tiene por objetivo llevar el presupuesto de la Fundación FIFA -hoy calculado en cien millones de dólares- hasta los mil millones, Qatar es fundamental para esa empresa. Los dólares del petróleo y el gas natural inundan al fútbol global. El partido de este domingo es una síntesis de ese poder: Qatar no sólo tiene al PSG, también es patrocinador del Bayern Munich, que en su camiseta lleva el logo del aeropuerto de Doha. Es tan así que Qatar Airways se animó a llamar la final como “The Qlassico”. Al-Khelaifi, un ex tenista de 46 años, es la cara visible de los intereses qataríes en el fútbol. Presidente de la Federación de Tenis de Qatar, vice de la Federación Asiática de Tenis, y miembro del comité organizador de Qatar 2022, controla Qatar Sports Investments, la subsidiaria de Qatar Investment Authority que además de tener al PSG es dueña de beiN Sports, la cadena deportiva de Al Jazeera. Hasta acá, puso sobre la mesa 1300 millones de euros para llenar de estrellas al equipo, de Neymar a Mbappé. El avance hacia esos negocios lo dictó Tamim bin Hamad Al Thani, emir de Qatar desde 2013 cuando su padre abdicó a su favor.

Macri estableció un vínculo fluido con el jeque, que a la vez también tiene buena sintonía con Horacio Cartes, ex mandatario paraguayo, ex titular del club Libertad y dueño del Banco BASA, otra de las visitas que hizo el ex presidente argentino en medio de la pandemia. En una demostración de lo elástico que puede ser con las nociones de la democracia cuando se trata de negocios, Macri recibió en Olivos a Tamin Bin Hamad durante 2016. De aquel encuentro -al que le seguiría una nueva visita oficial dos años después- surgió el memorando de entendimiento entre los dos países, un tratado que involucraba al Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES y a Qatar Investment Authority para crear un fondo de inversión. El acuerdo, que tuvo como nexo al ex tenista Gastón Gaudio, amigo del emir, terminó en una denuncia judicial desestimada luego en distintas instancias.

Pero la relación de Macri con Qatar no se quedó ahí. Tuvo primero su puente hacia Boca, que firmó un contrato con Qatar Airways hasta 2023 para que patrocine su camiseta. River también intentó ese acuerdo pero naufragó. En Núñez siempre sospecharon de llamados presidenciales para truncar esas negociaciones. Qatar Airways, según fantaseaba Macri y el entonces presidente de Boca, Daniel Angelici, iba a ser parte de un paquete más grande: la mudanza de la Bombonera a los terrenos de Casa Amarilla, un estadio con nombre de línea áerea. La resistencia de los socios y la derrota en las elecciones del club en diciembre pasado hundieron el proyecto macrista.

Diez días después de la caída de ese bastión, una vez que dejó el gobierno, Macri tomó un vuelo hacia Qatar para ver la final del Mundial de Clubes. Fue apenas una escapada, pero muy fructífera. Durante su estadía en Doha, el ex presidente tejió con Infantino su llegada a la Fundación FIFA, anunciada un mes después. El lugar en donde comenzó todo no fue casualidad. Qatar siempre fue la clave.