Juan Fernando Quintero tiene 12 años y es una de las figuras de Pony Fútbol, un torneo infantil que agrupa cada año a los mejores equipos de Colombia en Medellín. «Bueno –dice el niño ante la cámara, quizás en su primera entrevista–, mi fútbol es darle el balón a los delanteros y poner a tocar a todos mis compañeros». Quintero, que se recupera de una rotura de ligamentos cruzados en la rodilla izquierda, fue el enganche que puso a tocar al River campeón de la Copa Libertadores 2018 y el que acomodó el balón con el taco para darle al Pity Martínez la corrida y su gol en la final. Walter Montillo metió cuatro goles y jugó apenas el 55% de los minutos con Tigre en la Superliga. Y, sin embargo, le alcanza para ser el máximo asistidor (9), lo que no sólo pone en cuestión la tendencia de los entrenadores a suprimir el enganche, sino que resalta la importancia de los jugadores de rol.

La reivindicación de los enganches también le valió una oportunidad a Bebelo Reynoso, que sumó minutos y mejoró el rendimiento colectivo de Boca: suma dos pases gol en 590 minutos y promedia 1,5 asistencias para remate por partido. «Necesitás ser un poco más egoísta para patear al arco, así agarrás mayor confianza con el entrenador», le dijo Daniel Albornós, el entrenador que lo formó en Talleres de Córdoba, antes de que agarrara ritmo de juego con Gustavo Alfaro. «Lo que pasa –le contestó Bebelo– es que asistiendo disfruto dos veces: cuando le llega la pelota a mi compañero y cuando convierte». El talento goza de menos paciencia que el músculo entre los hinchas. Pero crear resuelve situaciones de gol. Pablo Guiñazú, excompañero de Reynoso en Talleres, lo comparó con Andrés D’Alessandro, con quien salió campeón en Inter de Porto Alegre: «Son parecidos, misma pierna y misma posición». Un zurdo partiendo desde la derecha. A los 37 años, D’Alessandro sigue en Brasil, donde Montillo hizo un máster de conductor en Cruzeiro, Santos y Botafogo.

El fútbol convirtió a los enganches en «interiores» y mediocampistas centrales. Leandro Paredes y Giovani Lo Celso, enganches de origen, juegan en la mitad de la Selección Argentina a la que intenta darle forma Lionel Scaloni. El retiro de Juan Román Riquelme en 2015 supuso el final de ese «1» detrás de los delanteros en un 4-3-1-2. Los equipos argentinos incorporaron un delantero más (4-3-3) o un cuarto volante (4-4-2). En la Superliga pasada, el máximo asistidor fue Cristian Pavón (12), atacante por los extremos. El centro por encima del pase. Lo siguió Matías Vargas (11), mediocampista de Vélez, quien invierte el punto de arranque de Reynoso: un derecho con el eje en la izquierda. «Soy enganche pero digo que soy volante porque los enganches no juegan», dijo alguna vez Cristian Ferreira, el juvenil de 19 años de River, más goleador que asistidor, que suma minutos después de la lesión de Quintero.

«El enganche siempre va a existir –dice Leandro Romagnoli, prototipo de 10 y actual director deportivo de San Lorenzo–. El tema es cuándo lo cambian de posición y para qué. Hoy tenés enganches que juegan de doble 5, como Modrić, o que juegan por afuera, como el Pity Martínez. Cuando yo era pibe se jugaba con enganche, nosotros y el rival. Hoy se intenta retomarlo en inferiores, pero hace un tiempo, al habilidoso y con condiciones, lo tiraban a volantear». Matías Palacios juega en la Sub 17 de Argentina que disputa el Sudamericano de Perú. A los 16 años, cuatro meses y once días se convirtió en el jugador más joven en debutar en San Lorenzo. Palacios es la debilidad de Pablo Aimar, DT y exenganche. Sus ídolos son Riquelme y Andrés Iniesta. Y, se sabe, admirar es identificar.