A su muerte, de la que este lunes se cumplen cuatro años, Julio Grondona le dejó al fútbol argentino un torneo de 30 equipos que todavía no se pudo desmontar, una sucesión del poder que no se termina de resolver y un modo de conducción que permanece vivo en Viamonte 1366. Dejó abierta también en ese momento la designación de un entrenador para la Selección. Grondona dejó otras cosas que ya no están. Arsenal, que descendió este año, jugaba en Primera. El Fútbol para Todos estaba en pie, todavía no había sido liquidado. Los hinchas visitantes ya estaban prohibidos. Y ya se jugaba desde hacía tres años la Copa Argentina, a semejanza de lo que es la Copa del Rey o la Copa de Italia, una de las mejores ideas aun cuando le faltara mucho camino por recorrer.

Además de entregar un lugar para la Copa Libertadores, de repartir más de 60 millones de pesos en premios, la Copa Argentina permite las grandes gestas de los pequeños equipos. Ya se había jugado en 1969 y 1970, pero en 2011 se restableció para que sea una competición frecuente. Es un partido y eliminación en cancha neutral, la posibilidad para la épica de los clubes de las categorías del ascenso o las ligas del interior. Alguna vez Estudiantes de Caseros eliminó a River, Tristán Suárez lo sacó a Racing y Pacífico de Mendoza le ganó a Estudiantes de la Plata. Este año, de hecho, Racing dejó la copa en la cancha de Banfield al perder con Sarmiento de Resistencia, un equipo del torneo Federal A.

Pero la Copa Argentina también reafirma las diferencias. O las profundiza, como lo dejaron claro las goleadas de River a Central Norte de Salta por 7-0 y la de Independiente a Central Ballester por 8-0. Al margen de la discusión –acaso sin sentido– sobre si los jugadores de Primera deberían regular su juego en casos así, lo que expuso el partido de Central Norte es la debilidad del fútbol de las provincias.

Lo dijo Matías Ceballos, capitán del equipo salteño, después de terminado el partido con River. «Lo que hacen con el fútbol del interior es un desastre, sin competencia durante todo el año. Ahora tenemos que esperar hasta enero para volver a jugar», sostuvo. Y agregó: «Es desprolijo todo y siguen haciéndose ricos los más grandes». Central Norte sólo había jugado dos partidos en 2018. Es que la AFA eliminó los federales B y C, lo que afectó a 500 clubes, muchos de los cuales recién volverán a competir desde sus ligas en 2019. Ocurrió a principios de año. Fueron muchos los dirigentes que pusieron el grito en el cielo. Incluso, dijeron, se pusieron en riesgo más de 3000 fuentes de trabajo. La falta de competencia golpea al fútbol de las provincias, pero indirectamente también a la Copa Argentina, una buena idea a la que todavía queda por desarrollar.