Manuel Lanzini jugó apenas 167 minutos desde que se reanudó pospandemia el fútbol inglés. No fue titular en ninguno de los ocho partidos de West Ham. Hace dos años, era una fija de Argentina antes del Mundial: el día previo a viajar a Rusia se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. En noviembre de 2019, volvió a caer: se fracturó la clavícula. Son los avatares de la vida de un futbolista. Lo sabe desde los 17 años, cuando debutó en River en 2010. Después descendió, emigró a Fluminense de Brasil, volvió y salió campeón con la N° 10 y con Ramón Díaz de entrenador. “En Argentina jugaba mucho al golf –dice desde Londres–. Ahora me distraigo tomando clases de guitarra”. A los 27, Lanzini habla de la “locura” en la formación de un jugador, de las lesiones, del puesto de enganche, de Gallardo y Bielsa, y del “objetivo” Selección.

–A los 9 años, cuando le dijiste a tu papá que no querías ir a jugar a Boca y te fuiste de las inferiores de Vélez a probar a River, ¿te dabas cuenta de que eras bueno, o mejor que tus compañeros?

–No tomaba dimensión. Lo único que quería era jugar, divertirme, estar con mis amigos. Pero después uno se va dando cuenta de lo que quiere para su futuro. Lo único que tenía en la cabeza era jugar en River. Era mi convicción. Mis viejos siempre me inculcaron mantener el perfil bajo, ser humilde, trabajar, no creerme más que nadie. Uno a veces hace las cosas mejor porque trabaja para serlo. Pero no quiere decir que sos mejor que los otros. Esos conceptos los entendí desde muy chico. Mi viejo fue futbolista y nos decía a mí y a mí hermano, que también es futbolista, que hagamos mucha autocrítica después de jugar. Que no busquemos el error de los demás sino mejorar lo que hicimos mal: veíamos los partidos que jugaba y los analizábamos. Me sigue funcionando hoy para no poner excusas. Por ahí errás un pase y le echás la culpa a un compañero de que estaba mal posicionado, y vos lo erraste porque lo diste mal.

–¿Los futbolistas maduran más temprano?

–Los jugadores viven situaciones que hacen que maduren más rápido, en el sentido de que, por ejemplo, yo a los 17 años tenía que entrar a una cancha ante 70 mil personas y no podía ir para atrás ni achicarme. Hay situaciones que uno vive que por ahí otro chico que no juega al fútbol profesional o estudia algo no las vive. Eso te hace madurar más rápido, o entender de otra manera. Pero era lo que quería hacer: jugar al fútbol. Sabía que había cosas que con amigos no iba a poder hacer pero nunca me reproché, porque sabía qué era lo que quería y que en un futuro iba a dar sus frutos.

–Pero Boca, a través de Ramón Maddoni, le ofreció dinero a tu papá.

–Es una locura, por el sólo hecho de que sos un chico y a esa edad no tomás conciencia de nada. Pero hay muchísimo negocio en el fútbol, que uno no puede manejar. A esa edad es muy difícil decidir y por eso es muy importante que los padres puedan llegar a entender. Es complicado hablar porque a veces la situación económica de cada uno es diferente, y eso los lleva a tomar otras decisiones. Nosotros tampoco estábamos bien económicamente pero mi viejo tomó las decisiones correctas. Si a un chico le metés la presión de que tiene que ser la salvación de la familia, le hacés mal. He visto muchísimos jugadores buenísimos que no llegaron por el hecho de que arrastraban situaciones así, y no están buenas.

–¿Qué son las lesiones?

–Las lesiones son obstáculos que se te presentan y que uno los tiene que saltar. A veces son obstáculos mucho más difíciles porque llegan en el peor momento. Pero es parte del juego, del estado físico, porque a vos, en una liga profesional, el cuerpo ya te exige más cosas y cambia mucho.

–En la concentración en Barcelona, cuando te lesionaste antes de Rusia 2018, mirabas la rodilla como si no fuera parte de tu cuerpo.

–No lo podía creer. A veces te aparecen lesiones en momentos que decís: “¿Justo ahora?”. Estaba re bien, volando, y pasó. Es un dolor incomparable. Se me juntaron un montón de sensaciones. Era la ilusión de jugar mi primer Mundial, había ido como una pieza clave del equipo, estaba bien, contento. Pasó en el peor momento.

–¿Te queda el miedo a lesionarte?

–El cuerpo cambia, y tenés que trabajar en base a eso. Los miedos siempre están. Hasta que no se recupera bien la parte lesionada, siempre está el miedo. Pero uno sabe que tiene que trabajar el doble para seguir fortaleciendo la zona lesionada. De esa manera, tomás confianza y perdés miedo. Siempre hay que estar al 100%, no podés sacar el pie. Y si volvés cuando no estás, tenés más posibilidades de volver a lesionarte y recaer otra vez en lo mismo.

–¿Volviste a ir al psicólogo deportivo?

–Sí, había ido de más chico por otros temas. Creo que a veces uno lo necesita porque te hace ver la vida desde otro punto de vista que uno no percibe, ni tus familiares tampoco. Está bueno que te digan las cosas.

–¿Cómo cambió la posición de enganche?

–Cambia porque el fútbol va cambiando. Hoy mucho no se juega con enganche. Hay muchas tácticas diferentes en las que, por el modo de ver de los técnicos, no se necesita un enlace como antes. Y el jugador tiene que adaptarse. Soy de tener la pelota, de ir para adelante, de armar juego, de posicionarme, de ponerme de frente a la cancha y recibir, y por más que no juegue de enlace, trato de hacer eso. En la Premier League se ve cómo conviven De Bruyne y David Silva en el Manchester City, que tienen un gran talento y a un técnico como Guardiola, que los sabe aprovechar.

–“Me falta panorama, y me lo va a dar la experiencia”, dijiste en 2013.

–Lo empecé a ganar cuando llegué al West Ham en 2015. Acá logré tener un recorrido de área a área, que también me faltaba, ser más intenso, aprender a posicionarme mejor. La Premier es una liga de mucha intensidad, muy del uno contra uno, y siempre tenés que estar atento hasta el último segundo, no podés relajarte, y tenés que ser rápido de mente, jugar a uno o dos toques todo el tiempo, porque enseguida te presionan.

–¿Cómo se vivió en Inglaterra el ascenso del Leeds de Bielsa?

–Se sintió, obviamente. Todos estaban muy expectantes por lo que significa Bielsa. Acá gusta mucho lo que él genera para el fútbol inglés. Más allá de que alguno lo pueda criticar, Bielsa es un emblema para muchos técnicos, como Guardiola, que lo dijo. Ahora las expectativas van a ser muy grandes, y lo vamos a tener que enfrentar en la Premier.

–Gallardo te dirigió sólo un partido antes de que te fueras a Al-Jazira de Emiratos Árabes, pero siempre te pide.

–Marcelo es un entrenador que le enseña mucho al jugador, ojalá lo pueda tener en un futuro. Te enseña, te deja cosas, te saca el máximo potencial. Cuando un técnico sabe lo que podés dar y te potencia, es buenísimo. Es lo que dicen de Bielsa los jugadores que lo tuvieron. Que te saca el 200% de lo que podés dar. Eso en un jugador es fundamental. Y Gallardo es así.

–¿Cómo se vive pasar de ser “el socio de Messi” en la Selección antes de un Mundial a ser suplente y salvarte del descenso en West Ham?

–La Selección es el objetivo que tengo. Volver al nivel con el que estaba, y eso sólo me lo va a dar el volver a la Selección. Siento que estoy en la consideración. He hablado con Scaloni y siempre hablo con los médicos. Ahora no estoy en mis mejores momentos, pero cuando vuelva a mi nivel, voy a estar en la Selección.