Argentina vive un verdadera «maldición» con Chile, al que no pudo doblegar y por ello terminó perdiendo por penales las finales de 2015 y 2016 de esta Copa América, tampoco pudo hacerlo hace 10 días por eliminatorias mundialistas y este lunes le volvió a suceder lo mismo al igualar 1 a 1 en la apertura del Grupo A en el estadio Olímpico Nilton Santos, de la ciudad brasileña de Río de Janeiro.

A Argentina le llevó menos de 10 minutos encontrarle la vuelta al partido para empezar a desarrollar ese funcionamiento que, según el entrenador, Lionel Scaloni, y el capitán, Lionel Messi, ya está «claro» y lo que solamente le falta es darle rodaje.

Claro que esa descripción de los dos Lionel puede ser acertada, observándola objetivamente desde afuera, con un ojo tapado y el otro observando exclusivamente lo que hacen los futbolistas que habitan el tramo superior de la cancha.

Porque si se destapa el otro y se observa con detenimiento lo que ocurre del medio hacia atrás, sobre todo cuando los que deben intervenir son los zagueros centrales, esa apreciación de técnico y capitán entra en serios cuestionamientos.

Es que el funcionamiento no es tal si no es integral, y claramente Scaloni no encuentra en el fondo a esos dos centrales que le brinden confianza y solidez a los que se mueven por delante y, sobre todo, los costados de ambos.

Se quedó fuera de la lista de 28 convocados Juan Foyth porque no daba garantías, pero los dos centrales que hoy eligió el entrenador tampoco la dieron, porque aun cuando ambos tengan atenuantes para sus bajos rendimientos, con eso no alcanza, porque en la selección eso no está permitido.

De Martínez Quarta cabe considerar que no tiene minutos en la Fiorentina, de Italia, y eso se nota mucho, mientras que en el caso de Nicolás Otamendi, su carrera está en franco declive después de que Josep Guardiola decidiera intercambiarlo por Rubén Días con Benfica, de Portugal.

Esas deficiencias ya se observaron en los dos partidos anteriores de eliminatorias, justamente ante el propio Chile y luego Colombia, disimuladas por la fresca llegada de Cristian Romero, el zaguero del Atalanta italiano al que le alcanzó menos de un partido y medio para transformarse en la figura de la defensa argentina, hasta con gol incluido.

Seguramente por eso Scaloni planteó también el regreso al lateral izquierdo de Nicolás Tagliafico en lugar de Marcos Acuña respecto del encuentro frente a los colombianos, tratando de privilegiar algo más de marca por encima de la proyección en el costado izquierdo de la defensa.

Todo esto pudo pasar por alto en el primer tiempo porque Giovani Lo Celso fue el jugador más claro del equipo y Nicolás González, aun falto de puntería, siempre estuvo merodeando el gol en las inmediaciones del arco defendido por Claudio Bravo.

Pero sobre todo se disimuló por ese golazo de tiro libre de Lionel Messi a los 33 minutos con un tiro libre calcado a los dos que le disparó a su excompañero de Barcelona en el partido por eliminatorias y que Bravo desvió con la punta de los dedos sobre el ángulo superior izquierdo.

Hasta que hoy la tercera fue la vencida y «Lío» anotó aunque el arquero del Betis español alcanzó a rozar el balón, pero no pudo impedir que Messi alcanzara su gol número 73 con la camiseta argentina y el décimo en Copa América, para ser el máximo anotador no solamente en lo general sino también en torneos oficiales con el representativo nacional.

Pero bastó que Otamendi dudara una vez más cuando todavía no se habían jugado 10 minutos del segundo tiempo y que Tagliafico en una acción arriesgada le cometiera una falta penal (cobrada a instancias del VAR, a cargo del colombiano John Ospina) a Jean Meneses, para que esa desnivelada estructura se derrumbara como castillo de naipes.

De la falta se hizo cargo el reaparecido Arturo Vidal (volvió después de padecer coronavirus), aunque de haber estado disponible seguramente hubiera ejecutado Alexis Sanchez, que por lesión se perderá al menos toda la fase se grupos del certamen.

Y a partir de entonces se vio lo peor del seleccionado argentino, muy distante de esa intención de «dar un golpe» sobre la mesa que justamente Messi había pregonado ayer a modo de arenga, y mucho más lejos aun de ese funcionamiento al que solamente le falta un poco de aceite.

«Nos faltó tranquilidad y nos desequilibramos después del empate de Chile», analizó justamente Messi al término del partido en el que fue elegido como el mejor de todos quienes lo protagonizaron por la organización del torneo.

Y fue así nomás, pese a los arrestos del final, el ingreso esperanzador de Sergio Aguero y algunos escarceos cerca del área chilena que no pasaron a mayores. Fue empate otra vez, el tercero consecutivo, después de ese 1 a 1 con Chile y el 2-2 con los colombianos.

«Jugamos bien los tres partidos», juzgó al término del encuentro Emiliano Martínez, que volvió a demostrar su solvencia. Pero otra vez, si esa impresión fuera cierta, no alcanzó. Y ahora se viene Uruguay, el viernes próximo a las 21 en Brasilia. Y para entonces seguramente a Scaloni le convendrá más mirar hacia atrás que hacia delante.