En una planilla de Excel, Walter Montillo lleva todas sus estadísticas desde que debutó en San Lorenzo, en 2002: anota cuántos minutos jugó, las asistencias que dio, los goles que hizo, quién era el rival, el técnico y en qué cancha fue el partido. «Es algo que me gusta, me sirve para poder compararme año a año. Algunas cosas las tengo presentes. Me gusta saber cuántas asistencias doy porque es mi trabajo. Sé que si pasan tres partidos y no convertí o no di un pase gol, estoy haciendo las cosas mal», cuenta el mediocampista. En esta Superliga, lleva nueve asistencias en 18 partidos: es el que más asistió en el campeonato. Pero hay números que pesan más para él: a pesar de la muy buena campaña que lleva este Tigre comandado por Montillo los promedios, por ahora, lo condenan al descenso a la B Nacional. Por eso esta tarde Victoria se transformará en Purgatorio, donde estarán en juego el cielo y el infierno: Racing pone a prueba su ilusión de ser campeón y Tigre busca seguir gambeteando el descenso.

–¿A esta altura todavía te ponés nervioso antes de una final?

–Con todos los partidos me agarra nerviosismo. O ansiedad. Lo vivo así. Si tengo que jugar un amistoso, también me agarra. Y creo que va a ser así hasta que termine de jugar. Me encantaría no tener que pasar por esto, no tener esos nervios porque a veces hasta dormís mal si pensás mucho en el partido. El día se te puede hacer largo en la concentración, por eso soy de levantarme muy temprano a propósito para tener sueño y dormir la siesta a la tarde. Necesito dormir antes de los partidos.

–¿Es una semana distinta por ser rival del que puede ser campeón?

–Es distinta porque hace mucho tiempo que no venían tantos periodistas. Nada más. Para nosotros es igual: venimos jugando finales hace tiempo y esta es una más. Aunque ahora hay una chance de que perdamos la categoría. Lo bueno es que nos toca en un momento en que estamos bien. Si hubiera sido en un momento en que no estábamos tan firmes dentro de la cancha habría sido diferente. Ahora estamos los dos preocupados porque nos enfrentamos con un equipo que juega bien. Va a ser un lindo partido, que ganará el que mejor juega a la pelota.

–¿Cómo te imaginás después del partido?

–Ojalá que el estadio sea una fiesta para nosotros. La gente de Tigre lo va a llenar como lo viene haciendo. Si hay infiltrados, como dicen, ojalá que no haya problemas. Si hay un hincha de Racing que compra la entrada, que se quede tranquilo y que grite los goles de Tigre.

–Tienen 32 puntos, sos el máximo asistidor del torneo, llevan cinco partidos sin perder. Pero están en zona de descenso. ¿Te da bronca el sistema de promedios?

–No me gusta. Jugué 14 años afuera y en los países donde jugué se castiga a los últimos. Obvio que así Tigre se hubiera ido al descenso años atrás, pero creo que se tiene que castigar en el momento. Si no nos toca hacer una campaña bárbara y tenemos la chance de irnos igual. Si tuviste un torneo malo, te toca irte a la B. Pero esto de los promedios es difícil, porque no todos dividen igual y se hace un despelote.

–¿Qué otra cosa del fútbol argentino no extrañabas mientras estuviste afuera?

–Yo siempre fui de seguir el fútbol argentino. Seguía a los jugadores, los partidos, me gusta estar empapado de lo que pasa acá porque soy argentino y es mi fútbol. Le había prometido a mi hijo que iba a volver para que mi nombre resurja como ahora. Yo me fui de muy chico. Y acá se pierde el rastro de lo que hacés afuera si no jugás en un grande de Europa. Hacer conocido mi nombre en Argentina era una materia pendiente y creo que lo pude lograr. Mi hijo nunca me había visto jugar en un equipo en Argentina, ir a la cancha, sentir lo que transmiten las hinchadas acá, que es diferente. Se lo debía a él.

En junio de 2017, Montillo lloró al anunciar su retiro. Jugaba en Botafogo, de Brasil, llevaba meses peleando con lesiones musculares y, a los 32, tomó la decisión de no jugar más. Su familia y amigos del fútbol lo convencieron de que lo vuelva a intentar. El Lobo Ledesma y Mariano Herrón lo invitaron a hacerlo en Tigre. En enero de 2018, en el primer amistoso de la pretemporada, el exjugador de la Selección se rompió los ligamentos de la rodilla derecha. De todo eso se repuso y a los 34 años es una de las figuras del torneo. «A veces veo que los medios ponen ‘la resurrección de Montillo’. Si bien me retiré seis meses –dice en el country Mapuches, de Pilar, después de un entrenamiento– tampoco es para decir ‘resurrección’. Yo trato de jugar y después los periodistas ponen lo que les parece. Estuve mucho tiempo sin jugar. Nadie esperaba que pueda rendir y casi desde las tinieblas reaparecí. Bueno, ahora que lo pienso, tal vez algo de resurrección hay».

–Cuando te retiraste dijiste que era porque sentías que «estabas robando la plata». ¿Tanto influye lo que se dice sobre un jugador?

–A mí me influye lo que dice la gente. De chico me enseñaron que la plata se gana trabajando. Si bien yo me esforzaba para volver a jugar, el trabajo nuestro es dentro de la cancha. Nadie se quiere lesionar, pero a veces te toca. Yo sentía que me habían contratado para jugar una Libertadores y yo la estaba pasando en una camilla. Después, con el tiempo, me di cuenta de que la culpa no era mía porque en Tigre no volví a tener problemas musculares. Algo en Botafogo no estaban haciendo bien pero en ese momento sólo veía que no estaba ganando la plata como debía. Le dije al presidente que no quería cobrar hasta volver a jugar. Me dijeron que ellos no podían hacer eso por una reglamentación de la liga. Y decidí irme.

–¿Por eso les das tanta bola a las redes sociales?

–Eso me gusta porque yo cuando era chico me moría por un autógrafo de un jugador. Era lo más lindo que te saluden, que te digan algo. Ahora trato de devolverles a los que me hablan por ahí, los que te recuerdan un gol, los que te mandan buenos deseos. En el fútbol no podés agradar a todos y a los que te quieren está bueno contestarles el mimo.

–Vos sos el máximo asistidor con 34 años. Lisandro López, el goleador con 36. ¿Cómo se explica la vigencia de los experimentados?

–Nos empezamos a cuidar más. Y por los entrenamientos. Cuando empecé a jugar se corrían 12 kilómetros. Eso ya no se hace, el cuerpo sufre menos. Uno se cuida más en las comidas, en el gimnasio, cosas que antes no se hacían. A los 30 antes parecías un viejo, ahora se extendió la vida útil del futbolista. A los chicos les está costando adaptarse a lo que es el fútbol en el día a día, la exigencia, el profesionalismo. Creo que no es algo que pasa sólo acá sino en todo el mundo.

–¿Todavía existen los número 10?

–A mí me encantan los equipos que juegan con un 10, con enganche definido. Yo trato de mirar fútbol y, obvio que hay menos, pero están. Cuando empecé a jugar todos los equipos tenían un 10: Riquelme, Aimar, el Pocho Insúa. Estaba esa camada, con un montón de chicos que jugaban de enganche. Ahora los técnicos prefieren las dos líneas de cuatro, pero ojo: en el Sub 20 estuvo Maroni, que anda muy bien, en el Sub 17 vi a un chico, Palacios, que juega muy bien a la pelota. Para mí el mejor en esa posición es David Silva, del Manchester City.