Tres camiones, veinte forzudos, un expatrón inescrupuloso, un socio depredador, dos policías misteriosos y un millón de pesos en libros que ya no están. Los trabajadores de la tradicional librería de la calle Corrientes, Adán Buenosayres, denunciaron el robo de los libros que eran el capital de la cooperativa que habían formado tras el vaciamiento de la empresa.

“El sábado a las 6 de la mañana, en el cambio de turno de la guardia que teníamos formada como custodia de los libros, hubo un rato en el que no hubo nadie y aprovecharon. Cuando llegaron los chicos, ya el robo estaba en marcha. El mismo De Vita, en una maniobra cinematográfica y bastante violenta, concretó el vaciamiento, ayudado por 20 tipos que parecían barrabravas”, contó a Tiempo uno de los trabajadores.

Según el relato de los trabajadores, había en escena dos policías sin identificación, que dijeron haber visto una orden de desalojo que ellos nunca vieron. “Fuimos a hacer la denuncia a la Comisaria 5ª y nos respondieron que ningún efectivo de ellos estuvo en el lugar. Ahora, la policía elevó el informe a la fiscalía y hay que esperar la investigación”.

En la trama aparece la librería Jekyll, que se ubica frente a Adán Buenosayres. “Ahora, en el local está la gente de Jekyll”. Los trabajadores Adán Buenosayres sufrieron la tormenta perfecta: las maniobras ilegales del exdueño vaciador, policías cómplices, otra librería que se sumó a la estafa y un dueño de un local que no quiere alquilar a cooperativas, pero que no tiene problemas en alquilar a estafadores.

Durante 110 días, diez trabajadores de la librería se turnaban en la guardia por el cuidado de los libros. Lo hacían las 24 horas, en la calle, a la intemperie, ya que no podían ingresar al local, cuyo dueño no quiso renovarles el alquiler. Juan de Vita, quien era dueño de la librería, desde 2016 inició un proceso de vaciamiento que dejó a los trabajadores en la calle. Luego, él mismo propuso la conformación de la cooperativa y donó los libros en concepto de capital inicial del emprendimiento autogestivo. Pero fue todo una fachada. En paralelo, vendió el fondo de comercio a la mencionada librería Jekyll, que en un principio parecía otro de los damnificados, pero que resultó ser cómplice, a la vista de los denunciantes.

Los trabajadores resistieron. Luego de una escena de violencia que culminó con una trabajadora golpeada por De Vita, la asamblea echó a De Vita y la cooperativa quedó en custodia de los libros, a la espera de que la justicia resuelva el conflicto. Esa espera lleva 110 días, sin resolución. Ahora, la justicia deberá también investigar el robo de los libros. “Sabemos dónde están: en la calle Pringles 967, que es una distribuidora de libros de De Vita. Vimos los camiones descargando los libros ahí”.