Los mercados se van acomodando a lo que parece ser el valor inicial que tomará el dólar apenas asuma el nuevo gobierno. En particular, los mercados a futuro, que se habían disparado de manera exponencial en los días previos a las elecciones, retrocedieron fuertemente luego de que hablara Guillermo Francos, designado ministro del Interior y uno de los que se presume que formará parte de la columna vertebral de la administración de Javier Milei.

En una entrevista, Francos vaticinó que “600 o 650 pesos podría ser un valor razonable del dólar”, acotando el margen de un ajuste en el tipo de cambio que, así y todo, podría llegar al 80% en comparación con la cotización actual. También pidió estar “tranquilos” en ese tema y opinó que no hay “motivo por el que hubiera una disparada”.

Luego de esas palabras, la cotización del dólar futuro para fin de mes bajó 1,4% y se ubicó a $ 741 en el mercado Rofex, mientras que para fin de enero quedó en $ 828 (-2,7%) y para febrero en $ 904 (-3,9%). Para esta fecha, los contratos se negociaban a 1.000 pesos en vísperas del balotaje.

La frase de Francos suena muy parecida a “el dólar a 60 pesos está bien”, la expresión de Alberto Fernández en 2019 cuando quiso evitar otro estallido devaluatorio antes de asumir el gobierno. En aquel caso, el presidente electo buscaba que no se siguieran escapando dólares del Banco Central. Ahora que ya no hay dólares, las nuevas autoridades tratan de reducir las secuelas inflacionarias.

Claro que siempre hay un motivo para que suban los precios y por eso en las últimas dos semanas los supermercadistas denunciaron aumentos de 40% en las listas que reciben de sus proveedores. Más que con la cotización del dólar oficial, que está quieto, o el alternativo CCL que viene retrocediendo en las últimas semanas, las subas se atribuyen al anunciado desmantelamiento de los controles de precios de la Secretaría de Comercio a partir de la próxima semana.

El valor estimado por Francos no es antojadizo. A partir de la implementación del Programa de Incremento Exportador y sus sucesivas modificaciones, el gobierno saliente habilitó a los exportadores a liquidar la mitad de sus divisas por el mercado oficial y la otra mitad por el CCL. A valores de este martes, eso da un estimado de 628 pesos por dólar.

Más allá del monto, hay cuestiones vinculadas a la anunciada devaluación que dependerán de la manera en que se aplique. Un dólar a $ 650 implicará una mayor absorción monetaria del Banco Central, que retirará esa cifra del mercado por cada dólar que le pidan los importadores, en lugar de los $ 360 actuales.

Pero significará también una pérdida para el fisco, que actualmente en cada importación percibe un monto variable (de hasta 25%, según el producto) en concepto de impuesto PAIS. Ese régimen implicó que la recaudación por ese tributo alcanzara los $ 197.060 millones en noviembre, según el informe oficial de la AFIP, con un incremento interanual de 600%. Anualizada, esa cifra podría oscilar entre 1,2% y 1,3% del PBI, monto interesante para un gobierno que llega al poder con la prioridad de equilibrar las cuentas fiscales. ¿Se suprimirá esa fuente de recursos para el Tesoro?

Otra preocupación es cómo sería el pasaje a precios internos de esa devaluación. El último ejemplo se dio en agosto, cuando el tipo de cambio se ajustó en 22% y los valores de la economía local tardaron menos de dos meses en subir en esa proporción, según el cálculo del Indec. El “pass through” podría ser violento en algunos productos como la nafta, que no sólo están dolarizados sino que ya vienen retrasados: informes internos que se manejan en el sector dan cuenta que el precio en los surtidores debería subir 45% para emparejar lo que aumentó el promedio de los demás bienes y servicios en los últimos cuatro años.