La caída en desgracia de Garbarino y Ribeiro ha puesto el foco de atención sobre el sector del retail, las cadenas de venta de electrodomésticos que durante años hicieron fuertes ganancias en la Argentina y que de un tiempo a esta parte manifiestan dificultades económicas y financieras.

El del retail es en realidad un circuito financiero que debe mantenerse en movimiento. Básicamente consiste en que la cadena entrega a una entidad financiera los saldos a cobrar de sus ventas en cuotas. Con eso como garantía, la entidad emite valores que generan intereses y son adquiridos por inversores. Mientras mejor calificación tenga esa deuda por cobrar, menor será el interés que pagará el retailer que, con el dinero en mano, podrá adquirir nuevos artefactos cuya venta generará un nuevo paquete de deudas a cobrar con el cual se generará un nuevo fideicomiso financiero.

Este esquema tiene dos puntos clave. El primero es el poder adquisitivo de la población, que no debe decaer porque del mismo depende el pago de las cuotas y, por lo tanto, el pago a los inversores. El poder adquisitivo también es el factor que mueve las siguientes ventas que mantienen el circuito en movimiento.

El otro factor es la diferencia entre la tasa de interés que debe pagar el retailer en comparación con la que le impone a los consumidores. A mayor distancia entre una y otra, el negocio financiero fluye más y si la distancia se acorta, comienzan los problemas.

En los últimos tres años, esos dos factores han jugado en contra. De un lado, entre el gobierno de Mauricio Macri y 2020, el poder adquisitivo se derrumbó un 25% por el escaso aumento de los salarios y las jubilaciones respecto de la inflación minorista. Del otro, en un contexto de menores ingresos, las elevadísimas tasas de interés que cobran los retailers al público retrajeron el consumo aun más.

Según datos del Indec, las ventas de televisores (LED, smart y plasmas) se derrumbaron a la mitad: mientras que en 2018 se vendieron 2,32 millones de aparatos, en 2020 sumaron apenas 1,14 millones. Con los celulares pasó algo similar: en 2017 se vendieron 2,7 millones mientras que en 2020 llegaron a 1,7 millones.

Garbarino

Tanto en el caso de Garbarino como en el de Ribeiro, los trabajadores denuncian manejos oscuros de los dueños y gerentes. Juan Gómez, secretario Gremial de la Asociación de Empleados de Comercio de Rosario le dijo al diario El Ciudadano este martes que la situación de Garbarino era de un “lock out” y que detrás del comportamiento empresario se escondían “manejos oscuros”. “Acá hay vaciamiento porque no hay reposición de mercadería y hay abandono de personal”, señaló.

Garbarino, en manos del empresario Carlos Rosales desde el año pasado, tiene una planta de 3800 empleados repartidos en 185 locales de venta y dos plantas que ensamblan electrodomésticos en Río Grande, Tierra del Fuego: Digital Fueguina y Tecnosur. Tanto esta fábrica como una cantidad indeterminada de locales comerciales se encuentran tomados por el personal en resguardo de los bienes que hay en el interior, a los que consideran la única garantía de pago ante la actitud de la empresa.

Rosales anunció que quiere formar un fideicomiso (no aclaró con que activos en garantía) para comprar materia prima y pagar algo de los salarios que adeuda y poner a trabajar las plantas con las cuales abastecer a sus locales. No hay mayores datos sobre esa movida.

Ribeiro

Al igual que con Garbarino, en Ribeiro se cruzan las denuncias de vaciamiento empresario con el contexto económico general. Y al igual que la anterior, está en venta desde 2019. La diferencia es que mientras Garbarino cambió de manos, en el caso de Ribeiro no sucedió aun.

Fuentes vinculadas a la empresa dijeron que Ribeiro vendió un 50% menos el año pasado respecto de 2019, que ya venía muy flojo. Pero lo que no señalaron es que sus locales se habían quedado prácticamente sin mercadería, razón por la cual no vendían. A Ribeiro se le había cerrado la canilla financiera porque su circuito fue muy golpeado por la caída del poder adquisitivo de los compradores.