A partir del Programa de Incremento Exportador se consiguió una gran dosis de alivio, aunque era previsible que no cesaran los intentos de ciertos sectores para tratar de incidir negativamente en las expectativas y en el humor social.

En cuanto el ministro de Economía, Sergio Massa, acababa de anunciar los resultados del Programa y, sin que mediara tiempo para el análisis, un economista con mucha llegada en los mercados ya le decía a un grupo de periodistas que la «expectativa de salto devaluatorio» no estaba abatida, una idea que se repetiría luego en los grandes medios.

¿Pero acaso durante todo julio y agosto no se presentaba como problema que no había supuestamente reservas? Si nos guiáramos por lo que se decía en su momento, hoy deberían afirmar que se va despejando el horizonte y que los riesgos de una devaluación están en realidad neutralizados, dado que precisamente se logró fortalecer las reservas.

En el acumulado de septiembre, el BCRA realizó compras netas de divisas por casi U$S 5000 millones. Si bien una parte de los mismos se utilizó para pagarle al FMI (U$S 2590 millones), a partir de la aprobación del Directorio ingresarán unos U$S 3800 millones para engrosar las reservas. Según el Directorio, el acuerdo «brinda equilibrio presupuestario y en la balanza de pagos, vinculado a la aplicación constante y continuada de políticas encaminadas a fortalecer las finanzas públicas, hacer frente a la alta inflación persistente, impulsar la acumulación de reservas y sentar las bases para un crecimiento económico inclusivo».

Además, en unos días se van a recibir los créditos que aún no se liquidaron del BID, del Banco Mundial y de la Corporación Andina de Fomento.

Nos encontramos ante una situación más robusta desde el punto de vista del frente externo, aunque igualmente hay que seguir fortaleciendo la acumulación de divisas, uno de los pilares a los que apuntan las políticas que figuran en el proyecto de ley de Presupuesto 2023. En esa sintonía el gobierno sigue anunciando medidas para monitorear las importaciones y para que los dólares no se utilicen para la compra de productos suntuarios, que no son imprescindibles, u otros que también se producen en la Argentina, lo cual favorece la generación de empleo local.

En su presentación de este miércoles en Diputados, el presidente del BCRA, Miguel Ángel Pesce, fue claro al señalar que «no hay previstas modificaciones bruscas del tipo de cambio, que es otro elemento que potencia la inflación en el país. Va a haber un proceso de desaceleración inflacionaria que está reflejado en el Presupuesto con esa estimación del 60% de inflación y una devaluación acorde con esos niveles de inflación». El funcionario también rechazó las ideas ortodoxas de combate contra la inflación, que pasan esencialmente por «la generación de procesos recesivos» y por «la apertura económica». Los primeros, explicó, generan «consecuencias sobre el tejido social, que en nuestro país es muy delicado», mientras que el camino de la apertura económica «es imposible de recorrer para la Argentina porque no cuenta con financiamiento externo» y, agregó, porque aumentaría aún más la ya inmensa deuda externa de nuestro país. Estas políticas redundarían en un nuevo retroceso y son contrarias a la visión de largo aliento que el país necesita.

De cara a lo que viene, en materia de importaciones de energía (que fueron un componente clave al cual se destinaron divisas este año) en 2023 habrá mayores niveles de autoabastecimiento. Según la secretaria de Energía, Flavia Royón, se esperan construir 683 kilómetros de gasoductos durante el año próximo, con un impacto positivo en la generación de 45.000 puestos de trabajo, y también en la balanza comercial, ya que se ahorrarán U$S 2440 millones por año a partir de la sustitución de importaciones.

Otra de las recientes medidas destinadas a estimular la generación de divisas es el Régimen de Fomento de las Inversiones para Exportaciones de las Actividades de la Economía del Conocimiento. En términos generales, las empresas beneficiarias gozarán de la libre disponibilidad del 20% de los dólares que ingresan al país por proyectos de inversión dirigidos a exportaciones, cuando éstas sean por un monto superior a los U$S 3 millones. La normativa también permitirá que, por la porción de incremento de las exportaciones, dispongan de un 30% de las divisas generadas para aplicar al pago de salarios. Por último, se establece que aquellas empresas que no hayan utilizado el bono de crédito fiscal, puedan transferirlo a otras firmas por única vez. Según señaló el ministro Sergio Massa, se proyecta que «el sector exporte U$S 10.000 millones en 2023».

Argentina está en condiciones de ser uno de los pocos países a nivel global que este año termine creciendo por encima de lo previsto, mientras que en casi todas las demás partes del mundo se han revisado a la baja las proyecciones. En el último informe del Banco Mundial (BM) se señala que nuestro país crecerá este año un 4,2% y en 2023 un 2%. Además, en materia laboral, en promedio, la región ya se recuperó de las particularmente severas pérdidas de empleo que se registraron durante la pandemia y algunos países, según el BM «incluidos México y Argentina, se recuperaron rápido e incluso llegaron a ampliar sus niveles de empleo más allá de las cifras prepandémicas».

El gobierno sigue ratificando que busca proteger el nivel de actividad y que no está en sus planes devaluar. Cuanto más se despeje el escenario cambiario, más difícil será para ciertos sectores seguir apostando a que «todo va a estar mal».

Los desafíos de la alternancia

Hay un fenómeno paradójico que se da en la actualidad, en Argentina y en el mundo, y es que hay grandes sectores de la población que terminan optando por opciones de derecha en función de la «bronca» que acumulan. Pero al ejercer tal opción terminan desconociendo lo esencial: que las condiciones de vida del presente están directamente vinculadas a toda una serie de cambios estructurales y condicionamientos que fueron gestados por las políticas neoliberales previas.

En este marco, en la región y en el mundo proliferan las situaciones de alternancia porque la gente en muchos casos va a votar contra el que está gobernando. El problema es que con el cambio viene una fuerza que trata de consolidar un modelo y luego viene una gestión opositora que destruye todo y quiere hacer lo contrario. Todos sabemos lo que cuesta construir un proyecto de bases sólidas para los gobiernos de signo popular, dadas las resistencias de los intereses concentrados y los escollos estructurales que los gobiernos neoliberales van dejando tras su paso (un ejemplo claro es el préstamo que tomó el gobierno de Mauricio Macri con el FMI en 2018).

En nuestro caso la alternancia impediría que se consoliden los cambios progresivos y los beneficios que estos traen aparejados, medidos en términos de las necesidades de los sectores populares. Como ejemplo, los 12 años de gobiernos previos a la llegada de Juntos por el Cambio generaron beneficios concretos para la población: hubo continuidad y esto permitió avanzar mucho más.

Por eso es necesario explicar a la población los pros y las contras de cada uno de los proyectos de país, para construir mayorías que hagan posible avanzar con las políticas de desarrollo económico con mejoras en la distribución de los ingresos. «