El cupo laboral travesti- trans tiene media sanción en la Cámara de Diputados, si se convierte en ley establecerá que el 1% del empleo público debe ser ocupado por personas trans, además de aprobar beneficios impositivos para las empresas que contraten a este colectivo. Pero ¿por qué hace falta una ley de cupo? Tiempo Argentino conversó con algunas de las impulsoras de esta política para conocer cuáles son los obstáculos que atraviesan a la hora de buscar trabajo.
Sin ofertas laborales inclusivas
“El mayor obstáculo que tenemos las trans para ingresar a un espacio formal de trabajo es la persona que te toma la entrevista, cuando nos presentamos recaen sobre nosotras un montón de prejuicios y quedamos en desventaja a la par de otra postulante que no es trans”, dice Martina Ansardi (39), coordinadora general del programa Contratá Trans y activista del espacio peronista La Nelly Omar. Ansardi recuerda que el camino a la ley de cupo tiene más de cinco años. “Con la Ley de Identidad de Género, si bien adquirimos derechos en cuanto a la identidad autopercibida y a la cobertura de salud, pero no resolvimos la problemática estructural del acceso a los espacios formales de trabajo que han sido expulsivos y violentos con las personas trans. Se presentaron 14 proyectos a lo largo de estos años y este es un rejunte de todos los que perdieron estado parlamentario”, cuenta.
Con la pandemia, según Ansaldi, la situación de vulnerabilidad se profundizó ya que no solo existen menos ofertas laborales sino que además, al adoptar la modalidad de trabajo remoto y desde computadoras, se requieren otros conocimientos que muchas personas trans no tienen. “Se necesitan otras habilidades tecnológicas y técnicas, se reduce un montón la posibilidad de incluir a una persona trans en una empresa porque necesitas computadora propia, conocimientos en Internet (además de pagarlo), trabajo en línea y posibilidades de autocapacitarte a la distancia”, asegura.
Achicar la brecha
“El principal obstáculo (para el acceso al trabajo formal) es la discriminación, pensar que no vamos a ser capaces de cumplir con un trabajo porque no nos vemos igual que otras personas, es algo que está enquistado en la sociedad y que es impulsado por los principales medios de comunicación cuando se trata a la población travesti como objeto de consumo en una ruta o en una esquina”, dice Alejandra Lobos, coordinadora de Autonomía y Desarrollo Personal en la provincia de La Rioja e integrante del Movimiento Peronista Trans. “La ley es un mecanismo de discriminación positiva en pos de achicar la brecha, sobre todo en pandemia) que se ve disminuido el trabajo para todas las personas y muchísimo más para las trabajadoras sexuales que ejercen como único medio de supervivencia”, dice. Lobos también aspira a trabajar en el ámbito privado, a que se la contrate como a cualquier otra ya que disfruta realizar otras tareas de atención al público.
Sobreviviente del genocidio travesti- trans
Fabiana González es santafesina y activista del Movimiento Evita, se considera privilegiada porque pasó la edad promedio en que las mujeres trans llegan a vivir. “Tengo compañeras que han muerto a los 21 años, cuando estás en la calle tenés naturalizado que tu vida va a ser corta. Porque ves a tus compañeras que van desapareciendo una por una”, dice a Tiempo. Durante los ’90, González fue perseguida y torturada por la policía de Santa Fe lo que implicó que dejara la provincia. “Tengo 51 años, ya había perdido la esperanza porque formo parte de las trans que nunca tuvo un trabajo registrado”, dice González. Si se aprobara el cupo, le gustaría trabajar en el PAMI. “He cuidado a mi madre que está enferma y me di cuenta de la necesidad que tienen los abuelos de que alguien los acompañe”, afirma.
Docencia social y travesti
Erika Moreno es trabajadora no docente de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, activista de la Red Diversa Positiva y parte del Movimiento Peronista Trans. En los últimos años ha participado de la lucha por el cupo laboral universitario que se aprobó tanto para docentes como no docentes. “Las personas trans necesitamos que nos saquen del contexto de que sólo estamos paradas en una esquina”, afirma.
Sistema educativo expulsivo
Nancy Sena es de Moreno, provincia de Buenos Aires, actualmente es directora de Diversidad del Municipio, presidenta de Integrarte y parte del Movimiento Trans Nadia Echazú. Para ella, el principal obstáculo para acceder al trabajo está dado por “el sistema educacional que le ha fallado históricamente a la gran población de las mujeres. Cuando terminamos el primario, la mayoría de las mujeres trans ya tenemos definida nuestra identidad y somos expulsadas. En cambio, los varones trans hacen un proceso más tardío que les permite llegar a veces a la universidad pero no implica que accedan al trabajo formal porque también afrontan discriminaciones”, dice. Para Sena, acceder al trabajo registrado generará mayor autoestima en una población históricamente vulnerada. “La posibilidad de tener aportes jubilatorios, vivienda, vida digna, lo que soñamos cuando somos niños. Eso es el cupo laboral para nosotras”.