«No al ALCA» fue una de las banderas que alzó el kirchnerismo en la última década. Esta última semana, el presidente Mauricio Macri viajó a Chile con la intención de retomar aquel camino liberal impugnado desde una década atrás. El cambio, en este caso, no sólo se limita a la Argentina, sino también al resto de Latinoamérica. El primer paso ya está dado: Argentina participó de su primera cumbre en la Alianza del Pacífico (AP), como país observador. El segundo escalón será sumarse a Perú, Chile, México y Colombia como país miembro. Pero la escalada termina en la integración del Mercosur a la AP. «Hemos relanzado el Mercosur porque queremos un Mercosur del siglo XXI, pero que claramente tenga una visión de convergencia con la Alianza del Pacífico. Ese es el mejor camino para todos», sentenció Macri, en la XI cumbre de la AP, en el sur chileno, ante unos 500 empresarios.

Los países que integran la AP son los favoritos de Estados Unidos en Latinoamérica. Lograron la adhesión de muchos otros en calidad de observadores: 49. Costa Rica y Panamá están a punto de ser miembros, mientras que Uruguay, Paraguay, Honduras y Guatemala van por el mismo camino, ese que planea recorrer Argentina.

En lo concreto, las medidas más importantes de la AP fueron la eliminación del visado entre los países miembro para el turismo, el tránsito y, sobre todo, para los negocios. Sin embargo, prohíben el trabajo remunerado de los visitantes. Armaron un fondo de inversión casi simbólico, de un millón de dólares, y se apoyan en el funcionamiento del MILA, un acuerdo entre las bolsas de comercio de estos países. Además, basaron la alianza en tratados de libre comercio (TLC) bilaterales entre los países miembro.
Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay son los miembros del Mercosur que en la actualidad no ven con malos ojos una salida liberal. Venezuela quedaría sola en la otra vereda.
Pero no todo es tan sencillo. La AP exige para el ingreso pleno tener TLC con al menos dos países miembro. Pero el Mercosur no permite los TLC de forma individual porque esto afectaría de manera directa a los demás miembros. Es decir, como están planteados hoy en día, la articulación entre ambos grupos es inviable.
Sin embargo, nada es imposible. «El propio Mercosur viene negociando un TLC con Europa, con lo cual no debe pensarse en el Mercosur como una institucionalidad cerrada a la liberalización», explicó a Tiempo el especialista en economía política Julio Gambina.
La AP es –al menos, en intenciones– el equivalente latinoamericano de los llamados Tigres Asiáticos: Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán, países que desde mediados de los 50 arrancaron un proceso de modernización de la mano de ingentes inversiones de EE UU vinculadas a proyectos geoestratégicos.
De hecho, la AP se hace llamar los Pumas de Latinoamérica. Los Tigres tuvieron un crecimiento industrial significativo a costa de salarios bajos y de ausencia de derechos laborales. 
Los Pumas se jactan de haber progresado mucho en materia de exportación. Según la OMC, exportaron casi un 60% más que el Mercosur, en 2015. Como contrapartida, no han logrado grandes avances en muchas de las áreas que se propusieron, sobre todo, en materia de desarrollo social, según lo descripto en la web oficial.

«En todos los foros, Macri ofreció facilidades para receptar inversores y no lo está logrando, entre otras cuestiones, por la crisis mundial del capitalismo, que incluye al Brexit (…) Este acercamiento no es sólo comercio, sino principalmente inversiones y libre movimiento de ingreso y egreso de los capitales. Por eso, no puede pensarse en términos de beneficios para el país, sino para los capitales hegemónicos en el país, que son principalmente extranjeros», continuó Gambina.

El experto concluyó: «El propósito es integrarse a la AP y al TPP (Acuerdo Trans-Pacífico, por sus siglas en inglés) como forma de retomar la agenda liberalizadora que hace diez años sustentaba el ALCA». «