La descontrolada suba de precios en los artículos de primera necesidad verificada en las últimas semanas ya se llevó puesto el adelantamiento de los incrementos en el salario mínimo vital y móvil que dispuso el gobierno. En concreto, cuando esa referencia se ajuste, a partir del 1 de junio, no alcanzará para cubrir ni siquiera el costo de los alimentos necesarios para subsistir.

Así lo señala un informe de la consultora Focus Market, en base a su propio relevamiento de precios. Según su director, Damián Di Pace, la canasta básica alimentaria para una familia tipo integrada por dos adultos mayores y dos menores de edad costaba en abril $ 45.600. El nuevo cronograma difundido por el Ministerio de Trabajo (que apuró los incrementos que en un principio se iban a completar en diciembre) colocará el salario mínimo en $ 45.540 a partir del mes que viene.

“En junio los que cobran un salario mínimo vital y móvil estarán recibiendo lo que hoy a una familia tipo no le alcanza para cumplimentar la canasta básica alimentaria de abril”, resumió Di Pace. En otras palabras, los miembros de los hogares en los que se perciba ese ingreso mínimo avalado por el gobierno serán indigentes.

Además de agravar la de por sí crítica condición de los asalariados, esta insuficiencia del salario mínimo contrasta con el marco legal que lo define: según la ley de contrato de trabajo, debe asegurar “alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimientos, vacaciones y previsión”. De acuerdo al trabajo de Focus Market, ni siquiera cubre la primera de esas condiciones.

Según el Indec, la canasta básica alimentaria (CBA) es el “conjunto de alimentos y bebidas que satisfacen requerimientos nutricionales, kilocalóricos y proteicos, cuya composición refleja los hábitos de consumo de una población de referencia”. Su relación con el salario mínimo, que por definición debería ser un monto bastante superior, viene siendo complicada desde hace bastante tiempo; este último quedó por debajo del valor de la CBA en mayo de 2019 y si bien se recuperó después de un aumento de emergencia, volvió a quedar por debajo en el período de pandemia (marzo 2020-agosto 2021) y otra vez desde diciembre del año pasado. Ahora, el recrudecimiento de la inflación en los alimentos básicos garantiza que otra vez el salario mínimo permanezca por debajo de la línea de indigencia, incluso después de los ajustes ya establecidos.

El fenómeno es extensivo a los trabajadores con remuneraciones por encima de ese mínimo, ya que en muchos casos no alcanzan a percibir la canasta básica total, que incluye, además de los alimentos, a otros bienes y servicios tales como vestimenta, transporte, educación, salud, vivienda. En un reciente discurso cuando recibió el doctorado honoris causa en la Universidad Nacional del Chaco Austral, la vicepresidenta Cristina Kirchner aludió a un “fenómeno que en la Argentina que nunca habíamos conocido y que es el de los trabajadores, un segmento de los trabajadores en relación de dependencia que son pobres. La plata no alcanza, la gente no llega a fin de mes”.

Una explicación a esta cuestión fue dada por el Cetyd (centro de Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo), dependiente de la Universidad Nacional de General San Martín. Según el documento, “el salario de los asalariados formales sólo recuperó dos de los 20 puntos de poder adquisitivo perdidos entre 2018 y 2019. Al menos en el corto plazo, la regresión en la distribución ocurrida tras el gobierno del ex presidente Macri encuentra dificultades para ser revertida”. El análisis también hace hincapié en que alrededor de la mitad de los trabajadores está inserta en ocupaciones precarias e inestables y que “la precarización de la estructura ocupacional es uno de los principales responsables de los elevados niveles de pobreza”.