Jorge Zabala está sentado de espaldas al río, en la isla El Francés de Rosario, a orillas del Paraná. Ve ese río todos los días desde sus 7 años. A esa edad aprendió a pescar. No por hobbie ni deporte. Por necesidad y tradición. Su viejo le enseñó todo lo que sabe. Hoy tiene 37. Sus palabras se deslizan lento como el agua pero, de pronto, golpean como tal. “Es feo porque he pasado con mis viejos que no teníamos ni un pedazo de pan y teníamos que darle y darle a la pesca”, recuerda. Las últimas sílabas de su relato se pierden, como si algo en esa memoria todavía doliera. “Es bastante fea la historia, porque cuando no podés pescar, ¿qué le llevas de comer a los chicos? Te volvés loco. Mientras ellos miran: ‘mirá papi, ellos tienen para comer y nosotros no’”. Él es pescador artesanal, trabajador de la Economía Popular, integrante de la Cooperativa “Mi Tierra del Futuro” y de la Federación Pesquera Argentina.

La pesca artesanal es una actividad “hecha con las manos”, según el mismo relato de los pescadores, que nada se parece a la pesca deportiva o industrial. Se lleva adelante a partir de técnicas que no dañan el ambiente, con mallas, anzuelos y pequeñas embarcaciones. No es sólo una actividad económica. Alrededor de ella hay una cultura identitaria y hace décadas existen familias pesqueras que viven de esto -o eso intentan-. Como Jorge hay muchos pescadores que aprendieron de pibes. Una vida en el río, llena de oportunidades pero vacía de derechos.

En medio de un contexto donde la suba de alimentos es exorbitante, la inflación es tapa en los principales diarios pero, sobre todo, carne viva en cada territorio. Donde se torna cada vez más difícil para las familias argentinas acceder a alimentos sanos y de calidad, la pesca artesanal constituye una alternativa imprescindible, ya que de ella se abastece el mercado interno. Sin embargo, existe un gran problema a la hora de su comercialización: la intermediación. Esta situación es algo común en toda la cadena de la producción de alimentos, en donde las riquezas se concentran en pocas manos y el productor recibe un pago miserable por el trabajo realizado. Además, el consumidor termina adquiriendo esos productos a un precio mucho más alto de lo que debería.

Pablo Giménez es referente de la Asamblea de Rosario. Con sus 26 años, se siente fuerte para luchar y contribuir a cambiar la realidad que vive el sector. No titubea con las palabras y canta la posta: “Ya estoy cansado de ver a mi viejo levantar un tejido y ver que vuelve bajoneado porque le pagan $ 60 el pescado”. El problema son las empresas frigoríficas, que multiplican el valor de compra del pescado. Es muy simple: compran en pesos, exportan en dólares. En las costas de Santa Fe y Entre Ríos, hay 16 y 21 frigoríficos respectivamente que exportan la mayor parte del recurso y aportan un porcentaje ínfimo de retenciones. Entonces, ¿cuál es la prioridad en medio de un país sin redistribución de la riqueza y con un acuerdo con el FMI que nos sujeta a sus reglas? ¿La mesa de los argentinos o la adquisición de dólares?

La respuesta colectiva: la organización popular

Entre los pescadores artesanales que están organizados, la respuesta es unánime: con la organización se conquistan derechos. Julio Cardozo, presidente de la Federación de Pesca Artesanal de Río, lo tiene bien en claro. Reconoce que la unidad en una Confederación Nacional de Pesca Artesanal -lanzada a fines de marzo de este año- permitirá mayores reconocimientos. “A través de las cooperativas, conseguimos la unidad. Estar organizados en una Confederación nos da mayores herramientas para que el Estado nos abra las puertas y así poder debatir todas las cosas que desde el sector de la Pesca Artesanal necesitamos”, asegura con convicción.

Ahora bien, ¿qué derechos? ¿qué reconocimientos? Los pescadores artesanales desarrollan su actividad en una situación de extrema vulnerabilidad. La Prefectura los persigue y castiga con multas y, en reiteradas ocasiones, con prohibiciones de ir al río por semanas. Ir al río es trabajar. No es una actividad de esparcimiento. Ir al río es llevar el pan a la mesa. Por eso, el único camino posible para los pescadores es la organización del sector y conseguir, con eso, la mejora de políticas públicas que permitan dotarlos de derechos.

“Las problemáticas del sector son las mismas a lo largo y ancho del país. La necesidad de unidad tiene que ver con compartir una problemática y con que los pescadores ya no son dueños de los recursos de ese río. Están olvidados y no los tienen nunca en cuenta para ninguna política pública. La marginación, además, hace que se tarde mucho más en reconocerlos como sujeto político de lucha. Nunca fueron parte de un gremio hasta ahora, con la UTEP”, explica Guillermo Reynals, compañero de la Liga de Trabajadores Rurales de Nuestramérica.

Visibilizando al sector: el proyecto de Ley Nacional de Pesca Artesanal

El proyecto de ley nacional fue presentado el año pasado a través del diputado nacional Federico Fagioli y la presentación pública pretende darle impulso. “Este proyecto se gestó con el aporte de los trabajadores y las trabajadoras de la pesca artesanal. Es infinita la capacidad de la pesca artesanal para resistir tantos años de una realidad muy compleja. Para mejorar sus condiciones de trabajo y devolverles dignidad es necesario modificar las leyes que no benefician a las trabajadoras y trabajadores de la Pesca Artesanal. Algunas leyes vienen de la época de la Dictadura Militar”, contextualiza David Uriburu, presidente de la cooperativa “Mi Tierra del Futuro”, de Santa Fe.

La propuesta se enmarca dentro de la Ley General de Tierra, Techo y Trabajo de la UTEP. Entre algunos de sus puntos, propone: la creación de terminales pesqueras donde se pueda comercializar de manera directa, la creación de los consejos de cuenca que permita que los pescadores artesanales participen de las discusiones para fomentar políticas públicas que mejoren las condiciones del sector, un Registro Nacional de Pesca Artesanal y un Fondo de Fomento. En cuanto al proceso legislativo, la normativa debería debatirse en tres comisiones: Intereses Marítimos, Fluviales, Pesqueros y Portuarios, Legislación General y Presupuesto.

“Creemos que es fundamental avanzar en este tipo de iniciativas que pretenden devolverle a un sector profundamente invisibilizado los derechos que le fueron arrebatados o, más bien, que nunca tuvieron. Ya lo dije cuando tratamos la ley nacional para personas en situación de calle, cuando conocemos una realidad, ya no podemos mirar al costado, vinimos para transformar, para hacer, para gestionar. Tenemos que ser creativos y audaces con nuestras propuestas”, aventura Fagioli.

Las y los pescadores artesanales llegaron al Congreso para correr el límite de lo posible, para cuestionar y hacer entender que la realidad está para ser cambiada. “Ahora hay mucha gente que está queriendo ayudarnos y eso me pone muy contenta, porque al fin vamos a poder tener una vida en mejores condiciones”, asegura Liliana Enriotti, pescadora, islera e integrante de la Cooperativa de Trabajo “Pescadores Unidos del Río Paraná”.

Frente a un sistema perverso que ya no aguanta, el debate es por el modelo. Modelo de producción y comercialización distintos, con derechos para los trabajadores de la Economía Popular que se inventaron su propio laburo. De la marginalidad a la visibilización. De la exclusión a la lucha. Del subsuelo de la Patria hacia todos los espacios. Y hasta que todo sea como lo sueñan.