Si conocés a un Gastón, llamalo Ton y te ahorrás el Gas», dice uno de los #MacriTips que se viralizaron luego de que el presidente ofreciera consejos para ahorrar energía en plena batalla política por la ley antitarifas. El humor popular tradujo en memes la sensación que provocó el mensaje presidencial, incluso entre sus simpatizantes: una mezcla de decepción y creciente desconfianza sobre la capacidad del gobierno para revertir un inminente estancamiento económico que se originó, entre otras cosas, por el tarifazo.

El ajuste en las boletas de servicios esenciales –luz, gas y agua– fue una de las disposiciones iniciáticas del macrismo. El gobierno dijo –y todavía sostiene– que el tarifazo era «necesario» para reducir el déficit fiscal. En efecto, hacia el fin del kirchnerismo los subsidios explicaban el grueso del déficit. Pero la poda aplicada por el macrismo no modificó el rojo. ¿Cómo se explica? Simple: más que un recorte, el macrismo ejecutó una reconfiguración del gasto público en favor de los acreedores que financiaron los primeros dos años de la experiencia Cambiemos. 

Un estudio publicado esta semana por el Instituto de Trabajo y Economía (ITE) muestra que el «ahorro» generado por la quita de subsidios se fugó hacia el pago de intereses de la deuda. De hecho, el gasto público total entre 2015 y 2017 se mantuvo constante en términos del PIB. Así las cosas, el dichoso «gradualismo» fue un modo de disimular el desvío de los recursos públicos, que viajaron del bolsillo de los usuarios a las cuentas de banqueros y fondos de inversión.

«Todos tenemos que hacer el esfuerzo», dijo Macri sobre el súper ajuste que viene. Pero las propias decisiones del gobierno desmienten esa supuesta pretensión de equidad. La quita de retenciones al agro y la minería, la reducción –o anulación– de tributos que gravan dividendos y altos ingresos, el blanqueo, la anulación de impuestos a los artículos de lujo y los beneficios extraordinarios a los especuladores financieros son algunas de las decisiones que el gobierno tomó en favor de los sectores más ricos. Como contracara, los tarifazos, la persistente inflación y la fuerte devaluación golpea los bolsillos de los sectores medios y vulnerables, condenados a vivir al día.    

El relato oficial vende el veto como una muestra de «convicción y responsabilidad» frente a la «locura» –Macri dixit– del proyecto antitarifas. Pero lo que exhibe el decreto no es firmeza, sino la persistencia contra viento y marea del esquema de negocios, relaciones de poder y compromisos de clase que guían las políticas públicas de Cambiemos.

También una confesión ideológica pura y dura que el cotillón amarillo ya no logra camuflar. «