La bienvenida a 2019 llega con el nacimiento de un nuevo proyecto: Tiempo y Barcelona están –diría un perfil de redes sociales– en una relación abierta. Entre las 48 páginas de la primera edición en papel de 2019 hay dos generadas por el medio satírico más importante del país. En el contexto de ajuste y recesión, es una noticia que entusiasma, enorgullece y que apunta a mantener el contrato con lectores y lectoras asumido desde la constitución de la cooperativa: seguir ofreciendo periodismo libre, sin condicionamientos de ninguna corporación y de –cada vez más– calidad. En esa dirección se presenta esta primera etapa del acuerdo.

El intercambio se replicará en la revista y también los sitios digitales que, en unas semanas, se fusionarán para convivir bajo una misma URL. Pero la fórmula Tiempo-Barcelona promete más novedades para 2019. La unión que recién comienza está en proceso de construcción y en el futuro –muy cercano– también incluirá una oferta para que la audiencia se pueda asociar a los dos medios con algún tipo de beneficio.

«Más precarización laboral: contenidos elaborados por los periodistas de un medio serán publicados en el otro», dicen las redes sociales de Barcelona sobre el acuerdo. La descripción lleva la impronta irónica con la que hace más de 15 años la revista se puede conseguir en los kioscos e invita a reflexionar sobre aquello que se presenta como una verdad.

Nada similar podría pensarse, hacerse y llevarse adelante con un medio tradicional. Los patrones suelen aliarse para vaciar, despedir y precarizar. No hay grietas editoriales ni ideológicas entre las patronales mediáticas: los privados, por caso, pretenden echar decenas de empleados en Telefe, pagan sueldos y aguinaldos en cuotas en C5N, y violan los convenios colectivos de trabajo en Página12; mientras que el Estado desguaza los medios públicos. Esa alianza patronal ya acumula más de 3000 despidos desde diciembre de 2015.

El acuerdo de Tiempo con Barcelona se constituye bajo otros parámetros y valores. Se trata de dos experiencias de origen autogestivo que se sostienen financiadas por los lectores, administradas por los trabajadores y sin jefes ni patrones. Se trata nada menos que de una unión creativa entre trabajadores para potenciarse y hacer frente a la crisis que atraviesa al sector con otro tipo de propuesta. Con otra búsqueda. Con el acento puesto en que lectores y lectoras accedan a un periodismo de mayor calidad, a la altura del esfuerzo económico que realizan para sostener la existencia de voces que, sin ese aporte económico, no existirían.

Para que las voces se amplíen y, si asoma otro multimedio, esta vez crezca con el respaldo de su audiencia. Y no sobre sus espaldas. «