Un lindo cuento de tres amigos en el final de la adolescencia, una chica (Villa) y dos chicos (Daicz y Correa), en los aciagos días de diciembre de ese año que Kubrick ubicó en medio de una odisea en el espacio. Argentina no deja de ser un espacio, pero no aquel sideral que Kubrick imaginó.

Más allá de que lo sea o no, el film tiene un tono autobiográfico que lo hace sumamente atractivo. No por la historia en sí, que en líneas generales se trata a miles más, sino porque se detiene en su singularidades, y eso la convierte en un uno más universal. El film tiene una voz que elimina de su tono cualquier vínculo con lo que entendió después, o lo que le contaron, o lo que se supone que debería haber sido la vivencia de los adolescentes que pisaban los 20 por entonces, y que en buena medida eran los más perjudicados del asunto porque antes que robarles el futuro, les imponían un futuro deplorable.


Con ese tono y la química que consigue el trío protagónico, el film rueda su ruta, como lo hace el viejo Peugeot 404 que los lleva a la competencia que clasifica para el mundial de aviones de papel a realizarse en Noruega, Europa, la meca de la generación inmediatamente anterior. “Qué sé yo si me quiero ir a Europa”, le dice Felipe a su amigo. El film habla de esa generación a la que poco se le preguntó cómo vivió el 2001.

Los tres dan vida a una química de la que el cine argentino aparecía alejado. En su abulia y su sinsentido, son frescos, naturales, verdaderos pibes de entonces que conectan con los de ahora en sus preocupaciones etarias, pero no en sus experiencias: más allá de todo parecido, esas son únicas. Así el viaje que consuman es el viaje iniciático que podían hacer, seguramente bastante lejos del deseado, pero no por eso menos sentido. Los diálogos ayudan mucho a la fluidez que gana el relato: se sienten como cualquier conversación a la que uno se puede enfrentar sin querer; sus reproches son sentidos, y hasta en alguna escena parece haber algo que surgió en el mismo rodaje y se dejó, como cuando conversan sobre que Michael Jackson está acusado de abusar “pendejos” .

Con la soltura propia de los adolescentes, que están llenos de miedos pero caminan por la vida como si nada -acaso porque el tiempo es amigo-, el film recupera la tragedia de 2001 desde el lugar de recepción de esa generación; cómo lo vivían aquellos que por diferentes motivos preferían mantenerse expectantes antes que participar activamente. Esa decisión del director facilita la soltura frente a los hechos de 2001: sin evitarlos, y menos tratando de evitar lo que sintieron aquellos pibes, hace correr su historia por otros carriles.

La resolución, esperable y deseada, tiene, también, el doble sabor de aquellos días. De un lado, dos de los protagonistas se llevan la esperanza que surge de saber que había sido hasta ese momento, ya no seguiría; del otro, el que queda sólo, se lleva la angustia de tener que atravesar en soledad la propia odisea del espacio argenta.

2001: mientras Kubrick estaba en el espacio (Argentina, 2016). Guión y dirección: Gabriel Nicoli. Con: Alan Daicz, Malena Villa, Vicente Correa, María Onetto, Esteban Lamothe, Jazmín Stuart, Bárbara Lombardo, Iair Said y Roxana Randon. 77 minutos.

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