Durante los estertores de la última dictadura cívico militar, un grupo de padres de la asociación cooperadora de la escuela Carlos Della Penna, ubicada en el complejo Catalinas Sur de La Boca, planteó al actor y director Adhemar Bianchi, vecino del barrio que hacía tiempo había llegado del Uruguay, organizar un taller de teatro. Con el gobierno de facto tambaleante y una necesidad social urgente de apertura, la contrapropuesta de Bianchi fue apostar por un proyecto artístico más amplio, que propiciara una posibilidad de encuentro entre vecinos y la recuperación del espacio público. Así surgió el grupo de teatro comunitario que comenzó a reunirse en la Plaza Malvinas. Y así llegó el primer espectáculo al aire libre, Los comediantes, que ya en democracia y con el entusiasmo de la gente, abrió el juego por cuatro décadas más.

En 2023, el Grupo de Teatro Catalinas Sur celebra 40 años de unión, trabajo y alegrías compartidas. Toda una odisea en la que lograron no sólo sostenerse, sino crecer. Desde 2001 ofrecen sus talleres y espectáculos en el Galpón de Catalinas, un gran espacio en el corazón boquense que adquirieron en plena crisis de 2001, gracias a una de sus obras más aclamadas, El fulgor argentino. Con la participación de decenas de vecinos-actores y vecinas-actrices en escena, sus puestas atraen por el gran despliegue con que  abordan la historia del país y del barrio: un prisma colorido y conmovedor donde los vestuarios, luces, escenografía, dramaturgia y música misturan, entre otros, elementos del sainete, la murga, el circo y el teatro de títeres. Todos quienes se acercan al galpón tienen la chance de hacer su aporte para interpretar con gracia y agudeza las problemáticas políticas y sociales. Con su lema «arte, memoria, identidad y red comunitaria», el Grupo de Teatro Catalinas Sur festeja este aniversario con la reposición de su trilogía histórica, compuesta por los espectáculos Venimos de muy lejos, El fulgor argentino y Carpa quemada, además de puestas recientes como Con ojos de pájaro, y distintas iniciativas que se realizarán a lo largo del año.

Gonzalo Domínguez y Nora Mouriño, responsables de Orquesta Atípica y los grupos de Niños y Adolescentes del GTCS

«El teatro comunitario es teatro hecho por la comunidad, para la comunidad. Un proyecto de vecinos, para vecinos; la gente de cada barrio encontrándose para crear ficción, realizar una producción teatral, comunicarse con otros y otras», dice Nora Mouriño, integrante del grupo desde hace casi 30 años. Con experiencia en la actuación desde que era chica, se sumó a Catalinas cuando a mediados de los ’90 vio Venimos de muy lejos, uno de los espectáculos icónicos del grupo. «Ahí me enamoré. Me incorporé al proyecto como vecina-actriz, y luego empecé a tomar roles como asistente de dirección. También estuve involucrada en el proceso de la creación de la Red Nacional de Teatro Comunitario, al que Catalinas le dio un gran impulso. Actualmente coordino el grupo de niños y el de adolescentes. Y así me fui formando, porque como dice siempre Adhemar (Bianchi), ‘el que tenga ganas de hacer algo, que lo proponga y se capacite para desarrollarlo'».

La experiencia de Catalinas se replicó en más iniciativas, actualmente unas 30 en todo el país, e incluso en la región. En Buenos Aires, sólo en la Comuna 4 funcionan el Circuito Cultural Barracas, Los Pompapetriyasos (de Parque Patricios) y Pompeya Teatro Comunitario. Con más de 300 personas transitando semanalmente, el Galpón de Catalinas ofrece talleres abiertos a la comunidad (especie de «semillero» para sus espectáculos) y desarrolla el Grupo de Títeres, a cargo de Ximena Bianchi, y la Orquesta Atípica, que dirige Gonzalo Domínguez.

Los espectáculos de Catalinas Sur son intergeneracionales, y suelen reunir a familias enteras.

 El músico llegó al grupo por la misma época que Mouriño, y de manera similar. La puesta de Venimos de muy lejos, donde gente de todas las edades copaba el escenario para contar la historia de los inmigrantes y las familias trabajadoras de los conventillos, lo decidió a acercarse al teatro comunitario. «Entré a Catalinas para hacer un taller de acordeón. Con el tiempo empecé a componer, arreglar, a coordinar las bandas para las obras y a convocar a la gente para los distintos espectáculos, que es algo que hacemos año a año y que requiere pensar cómo despertamos su interés para que se sumen».

Las claves de un proyecto comunitario

–¿Qué motiva, en general, a las personas que llegan al grupo?

Nora Mouriño:–Se acercan porque quieren actuar, cantar, o porque buscan amigos, novia, novio o novie (risas). Y después, se quedan sosteniendo el espacio porque les interesó esta forma de construcción. En Catalinas te encontrás con tu vecino desde otro lugar y generás cosas en conjunto. Además, hay un cuidado del otro: respeto, integración, inclusión. De hecho, cuando ves una obra de teatro comunitario lo que te maravilla es la diversidad de personajes; barrenderos, maestras, porteros, gente de todas las edades, encuentran acá un lugar de pertenencia. Los ves en escena: ¿te dan ganas? Vení y sumate, después vemos qué terminás haciendo: tal vez tocando un instrumento, armando la escenografía o colaborando en la boletería. Donde sea, vas a encontrar un espacio para sentirte cómodo.

–Desde lo artístico en sí, ¿cómo se trabaja y qué distingue a este tipo de propuesta?

N.M. :–Por empezar, hay que decir que uno de los pilares fundamentales del grupo es que todo lo que hacemos está a la altura de cualquier espectáculo. Hemos ganado los premios más importantes de teatro, nos convocaron de festivales en otros países e hicimos giras. Desde luego, para llevar adelante un proyecto artístico comunitario necesitás quien pueda ofrecer herramientas y dirigir una puesta, y eso no lo hace cualquiera. Pero la diferencia está en que para ser parte del grupo no tenés que tener ningún «don», como esa creencia de que sos actor o actriz porque estás tocado por la varita mágica. Acá todos pueden; este espacio te permite crecer y todo lo que aportes tiene valor y es tomado en cuenta.

G.D.: –A diferencia de otras experiencias teatrales corrientes, el teatro comunitario trabaja el nosotros, concretamente, como una voz coral. El texto o lo que se cuenta, mayoritariamente, lo expresamos en coro, todos juntos. Por eso es tan importante la música, porque muchas cosas se dicen cantadas, que es la mejor manera de sintetizar una historia y decirla grupalmente, a la vez. No tenés que pararte a desarrollar un personaje, o hacer algo en que te sientas expuesto; uno tiene la contención de los demás. No es lo mismo actuar o cantar solo que hacerlo con 50 compañeros a tu alrededor. Todas las escenas son colectivas. Eso abre e invita a sumarse. Cuando hicimos la convocatoria para la Orquesta Atípica vino gente con panderetas, saxos, bandoneones, todo muy variado, porque decidimos no restringirnos a ningún instrumento, ni a ninguna formación en particular.

Una de las propuestas que surgieron en estos 40 años es el Grupo de Títeres, a cargo de Ximena Bianchi.

–En este tiempo en que cambiaron tanto las maneras de sociabilizar, ¿cómo se trabaja una iniciativa colectiva e intergeneracional?

N.M.: –Los jóvenes, la mayoría, son parte de esto desde que nacieron. Hay muchos chicos que están en el grupo de adolescentes y que antes estaban en el proyecto de niños, o son hijos e hijas de quienes estamos acá. Que los espectáculos de Catalinas sean intergeneracionales les da una riqueza absoluta: los chicos actúan con sus papás, con sus abuelos, yo actúo con mis hijos, que hoy tienen 15 y 19 años, y que están porque lo siguen eligiendo. A pesar de las pantallas u otros signos de la época, a los chicos los convoca estar en el escenario y crecer atravesados por el arte; eso genera otra forma de pensar, que es entre todos. Y si bien cualquiera, un chico o un adulto, puede tener más gracia, lo valioso en el grupo siempre es la creación conjunta. Creemos que el arte es un derecho y la construcción es colectiva.

–El Grupo Catalinas Sur atravesó cuatro décadas con el lema «Arte, memoria, identidad y red comunitaria». ¿Cómo transitaron estos años, más allá de lo que se refleja en las obras?

N.M.: –Creo que cambiaron muchas cosas. Desde actuar solamente cuando el tiempo estaba lindo y se podía ir a la plaza, hasta alquilar un espacio chiquito para poder guardar los elementos, a después tener nuestro propio lugar. Nos mantuvimos por la desmesura de ir tras nuevos objetivos, y la utopía de creer que entre todos es posible. Eso sostuvo al grupo durante 40 años. En el 97 alquilamos un galpón pelado y lo convertimos en un teatro; toda una apuesta y un compromiso para un grupo de vecinos. Y después lo compramos. Son estas ganas de ir creciendo, y decir: ahora que tenemos este espacio podemos hacer talleres, un elenco de títeres, una orquesta… Todo lo que el grupo genera se reinvierte en el teatro, en este galpón por el que pasan más de 300 personas por semana, que vienen a los talleres y ya son parte del colectivo. El desafío fue seguir teniendo esa mística, de ser un grupo de teatro y música que trabaja desde que nació con las mismas premisas, de ser comunitario y de mantener la belleza y la calidad en todo lo que hacemos.

G.D.: –Por supuesto que no es fácil sostener el proyecto. En la pandemia, no juntarnos nos pegó en el centro, pero le encontramos la vuelta. Hay muchas cabezas pensando y a veces, de quien menos lo imaginás aparece una gran idea que se va transformando. Consensuamos permanentemente todo; es otro desafío, no cerrarse a lo que cada uno es, permitiendo que surjan nuevas experiencias. Soñar colectivamente con otros permite una retroalimentación y un recambio generacional. Siempre hay lugar para el que llega y plantea que quiere hacer algo. Nosotros, los que coordinamos, incluso tenemos esa obligación ética de dar ese espacio a quien tiene ganas. «



Grupo De Teatro Catalinas Sur

El proyecto artístico comunitario celebra 40 años con la reposición de obras, espectáculos nuevos y otras actividades. Sábados a las 22, funciones de Carpa quemada; desde el domingo 23 de abril a las 16, funciones de Con ojos de pájaro, del Grupo de Títeres (entrada a la gorra). En el Galpón de Catalinas, Benito Pérez Galdós 93. Más información en www.catalinasur.com.ar. Más información en www.catalinasur.com.ar.

El fulgor argentino, obra emblemática de la «trilogía histórica», volverá a presentarse este año.

Idas, vueltas y la eterna magia del arrabal

Para un proyecto colectivo como el del GTCS, 40 años de actividad en la Argentina implica muchas consideraciones. «Hay gente que se va del grupo, que luego regresa, y hay renovaciones. La idea es que el espacio de Catalinas siga vivo a pesar de las personas. El teatro comunitario trasciende eso», cuenta Mouriño. «A todos nos cambia la vida. Pero uno termina involucrándose emocionalmente mucho. Lo que sucedió el 24 de marzo fue increíble. A partir de la convocatoria a marchar con la Red de Teatro Comunitario, hicimos una selección de escenas de espectáculos como Venimos de muy lejos y El fulgor argentino y se acercaron un montón de compañeros que hacía años que no venían, pero que se siguen sintiendo parte», acota Domínguez.

Acerca de cuál sería la clave de que una iniciativa como esta haya florecido primero en el Sur porteño para extenderse por el país, Mouriño opina: «La Boca es uno de los barrios más antiguos de Buenos Aires, donde la gente vive en la calle, por su historia y su identidad, que está en el puerto, en los conventillos. En Catalinas Sur ni siquiera entran los autos, eso hizo que los vecinos caminaran mucho por sus calles. Ahora los barrios son dormitorios y todo sucede en otro lado; nuestra resistencia es también desde ahí». Suma Domiguez: «En La Boca, Barracas, Parque Patricios, Pompeya, los espacios públicos se habitan. Se hace el asado en la vereda, se pone la Pelopincho. Ahora, cada vez hay más rejas, más policía. Para nosotros, la mayor seguridad es la gente conviviendo en la calle. Nada te da más seguridad que conocerte con todos los vecinos».