Nata es una mujer sin apegos, alejada de todos los afectos que puedan lastimarla: Toto un perro que ama incondicionalmente y que anhela estar en brazos de Nata sin importar las circunstancias. “Lo que está desarmado se vuelve a armar, de alguna manera -dice sobre la obra que protagoniza Alberto Ajaka en el papel del perro Toto-. Ese relato va narrando circunstancias y demás de estos dos personajes, a la vez que va transitando el presente escénico del drama en cuestión. Hay tracción, una especie the dog movie -ríe-, aunque movie no porque sería película. Pero es una especie de trama de peripecias. Y de cierta acción hacia el desenlace de estos dos personajes”, intenta no develar más quien hizo a Shakespeare (Otelo, Macbeth, Hamlet), De mal en peor (de Ricardo Bartís) y Otro estilo de vida (Lía Jelin), entre muchas obras.


Lo que queda de nosotros fue noticia a mediados del 2022 porque se estrenó por algunos días y resultó un gran éxito, y ahora es noticia porque volvió a los escenarios. En la vida profesional de Ajaka fue noticia porque por primera vez participa de una obra calificada como apta para todo público. “Realmente es una novedad: no había hecho antes, y el teatro infantil no es algo que me convoque. Esta obra tiene una ecualización que me resignificó el concepto de apto para todo público deI lugar de censor para colocarlo en un lugar de apertura.”


Y es que la obra, más allá del perro protagonista, tiene en su trama que se desarrolla durante 1:20 la dualidad de jugar entre lo que queda de uno luego del desencuentro o que el desencuentro lo único que nos deja es la posibilidad del afecto de un perro. “En la obra están presente las dos cosas. En todo caso lo que sucede también es ese instinto animal de buscar compañía, no quedarse solo, y esa es una novedad permanente que ofrece el perro como valor o como recordatorio, como presente permanente. Alguna vez leí un libro de Oliver Sacks, que es un neurólogo de divulgación, que nosotros también tenemos en nuestro cerebro una zona que nos hace fijar la idea de que si vos sos mi amigo y te vas, cuando te vuelvo a ver y encontrar, no voy a hacer como si es la primera vez que te vi. Pero los perros tienen eso, como los niños. El perro parece ser que vive ese reencuentro como si no te hubiera visto durante mucho tiempo. Por supuesto que demanda cosas, pero está presente y sin remordimientos. Y nosotros como seres racionales, vemos la conveniencia o no de los vínculos, del amor, el cariño, el afecto, la compañía, la soledad elegida. Y acá quien hace de perro es un ser humano, entonces de ahí la idea de que es un perro desclasado, un perro de clase media que se quedó en la calle (ríe). Que sea un ser humano el que la está haciendo de perro produce una transferencia inmediata e inevitable. Y eso también la hace una obra apta para todo público.”

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Esta obra ATP a la que califica de “catártica” y que asegura que “no te abandona” es la primera a la que llevó a dos de sus tres hijos a que lo vean. “Nunca me habían visto actuar, y actuó permanentemente en teatro. Consideré que esta obra permitía -sé que los chicos pueden ver cualquier cosa- compartir una experiencia teatral en similares condiciones: eso es lo que para mí es un apto para todo público. La obra aborda los lugares neurálgicos de nuestra existencia: el abandono, el reencuentro, el cariño, el amor y el afecto, el vínculo, la soledad, la soledad del abandono, el abandono inevitable de la muerte, el abandono evitable, la soledad elegida, la soledad impuesta. Es algo muy esencial de nuestra existencia que permite que un niño o una niña lo vean.”


-Al escucharte parecía una descripción de estos dos años pandémicos.

-Sí. Hay alguna circunstancia de mi vida: mi primera muerte, la de mi padre. Soy un señor ya grande. 

Y entonces entra en una zona que no es de duda ni de dubitación, sino de querer explicar la muerte de alguien importante en su vida con todas las palabras que hacen falta. Y hacen falta tantas que elige -por momento histórico y por eso de la sencillez popular- el lenguaje futbolero. “Era el que me aguantaba los trapos incondicionalmente. Eso no significa necesariamente que tenga más valor que el lugar que ocupa mi madre, o la familia que he armado, sino una condición propia del vínculo establecido. Y eso es irremplazable. Soy independiente desde muy joven y significó el reinicio de mi vida. La persona que se fue no está más, eso es una incógnita. Pero el que quedó, que soy yo, quedé con otros vínculos, y ninguno va a ocupar el lugar que ocupó aquel vínculo. Entender eso, que es una pavada cuando uno lo dice, es el inicio de una nueva existencia hacia el futuro en el presente permanente de tomar ciertas decisiones, y empezar a vivir sin el que estaba o la que estaba. Porque más allá de que uno está profundamente solo en su intimidad, cuando se presentan estos hitos dramáticos, imborrables y fundamentales e inevitables, uno debe volver a aprender a conducirse como si recién hubiera nacido. Y no hay un manual, ¿quién sabe cómo son las cosas? Me sentí de nuevo solo como un niño y tengo una familia, tres hijos, una mujer y una existencia aparentemente feliz, agradable dentro de todo. Por esos tópicos transcurre la obra.”

Foto: Prensa


Lo que queda de nosotros

Dirigida por el dramaturgo, actor y director mexicano Alejandro Ricaño. Con la actriz colombiana Carolina Ramírez y Alberto Ajaka. Miércoles, jueves y viernes a las 21; sábados a las 19.30  y 21.30; domingos a las 21. Teatro Multitabaris Comafi.