El madrileño Coque Malla es un cantautor que con sus temas indie llegó a importantes mayorías. Anoche se apropió del escenario del Boris Club y presentó su reciente disco El último hombre en la Tierra, al que sumó un compendio de su repertorio, que en su última etapa no había tenido composiciones nuevas. «Es una de las principales diferencias con Mujeres, que si bien no tiene estrenos, tampoco es un recopilatorio», dice Malla.

Mujeres fue un ejercicio de reversionar,  con voces femeninas, varias composiciones. «Necesitaba escucharlas cantadas por mujeres para ver de otra manera esas piezas que había escrito desde mi lugar más tormentoso de mi relación con ellas», cuenta.

En contraste (porque en el arte, y acaso en todo, siempre se viene de un pasado), El último… es un disco más luminoso. «Vengo de una familia cinéfila, mis padres son actores, y mi padre nos metió el veneno de la cinefilia desde pequeños», se explica Malla. «Entonces mis primeras influencias vienen de las bandas sonoras. Eso, los discos orquestales de los Beatles o de Bowie, y recientemente la brutal influencia de Neil Hannon, el artífice de The Divine Comedy, se juntaron y dije: tengo que intentar un disco con este perfume. Eso genera un material que transita por terrenos armónicos, melódicos y de arreglos por los que nunca me había atrevido».

El cambio se lo atribuye a haber encontrado a la persona indicada, que no es ni más ni menos que su hermano: «También vivió eso conmigo». Pero tal vez quede más claro al ver la foto del arte del CD: Malla de espaldas, con un camino en lomada delante y un auto convertible dejado atrás. Ríe Malla ante el comentario, asiente y agrega: “Tío, le dije al fotógrafo cuando me la mostró: no sé ni cómo ni por qué, pero es El último hombre en la Tierra”. «