Annie Clark lo hizo de nuevo. Con un traumático suceso familiar como fuente de inspiración, la cantautora y multiinstrumentista estadounidense propone un recorrido multigéneros con dosis exactas de dolor e ironía.
Todas estas expresiones artísticas y recorrido personal se ven plasmadas en Daddy’s Home, su flamante disco de título sumamente sugestivo: el padre de la artista, Richard Clark, fue encarcelado en 2010 en el marco de una causa de fraude financiero por 43 millones de dólares. ¿Cómo será esa casa paterna? ¿Y cómo se vio afectada por la divulgación de dicha condena? Porque vale mencionar que se trató de un caso revelado por la prensa muchos años después de sucedido, tanto la artista como su entorno mantuvieron la información en privado en un mundo que no se satisface hasta conocer absolutamente todo de todos. Cuidadosa de su vida personal, St. Vincent incluso evita referirse al noviazgo que sostuvo con la actriz y modelo británica Cara Delevingne, algo por lo cual los tabloides amarillistas no dejan nunca de preguntarle e, incluso, otros miembros del star system usarían, gustosos, para algo tan banal como promocionarse.
Daddy’s Home es su octavo disco, tras su debut Marry Me (2007), Actor (2009), Strange Mercy (2011), Love This Giant (2012, junto a David Byrne), el homónimo St. Vincent (2014) y las dos versiones de Masseduction (2017 y 2018, respectivamente). La nueva producción cuenta con catorce sólidas canciones distribuidas en poco más de 43 minutos, y es tan sinuosa como su vida: que incluyó un paso por la prestigiosa Berklee College of Music (por la que pasaron, solo por nombrar algunos, Quincy Jones, Vinnie Colaiuta, Juan Luis Guerra y John Petrucci) hasta ser convocada para ocupar el lugar de Kurt Cobain en la ceremonia de incorporación de Nirvana al Salón de la Fama del Rock & Roll.
El álbum continúa con el primero de tres extraños interludios noise de menos de un minuto que están distribuidos en la lista: “Humming (Interlude 1)”. Luego, dos canciones bien distintas (la casi recitada “The Laughing Man” y la bailable “Down”) y, otra vez, una pausa zumbadora: el “Humming (Interlude 2)”. La última parte del trabajo se compone de la melódica “Somebody Like Me”, con un destacado uso de la guitarra; “My Baby Wants a Baby”, un rockero replanteo del deber ser; la casi acústica por completo “…At the Holiday Party”; “Candy Darling”, una bellísima conversación entre voces, guitarras y teclados; y “Humming (Interlude 3)”, que en esta ocasión más que un interludio, es una bajada de telón.
Revisitando el pasado con una actitud nostálgica en su justa medida sin utilizar clichés y apostando por una construcción en presente que apela a un interesante futuro, St. Vincent lo hizo de nuevo: el pop es cosa seria, aunque algunos sigan insistiendo lo contrario.
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