Cualquiera que piense en grandes éxitos televisivos de 50 años a esta parte recordará personajes femeninos célebres: de las chicas de La familia Ingalls a Los ángeles de Charlie, las millonarias de Dinastía, las amigas de Friends, la agente Scully de Los expedientes X y toda una gama de heroínas de novelas nacionales e internacionales, entre muchas otras. Más allá de la cantidad, el tema es cualitativo: ¿qué historias traían esas mujeres?, ¿cuán lejos de los estereotipos y roles asignados históricamente por la cultura hegemónica podían caer?, ¿cuánto más acotado era el relato que las construía en relación con el de los personajes varones?

Al ritmo acelerado que marca la expansión de la tecnología, la industria cultural de los últimos 20 años se reconfiguró en muchos aspectos. La masificación del cable primero y la irrupción del streaming después obligaron a diversificar formas y contenidos, y en la interrelación de la agenda pública con el mercado, las cuestiones de género obligaron a repensar los productos para captar nuevas audiencias.

Sobre fines de los ‘90 se empezaron a ensayar otras posibilidades, otros destinos para las mujeres de las series: Sex and the city (HBO, 1998) es un caso paradigmático. No muchos años después The L Word (Showtime, 2004) se atrevió a contar por primera vez en la tele las experiencias sexuales y amorosas de un grupo de lesbianas. En ambos casos, las fórmulas se atenían a lo de siempre: cuerpos bellos y vidas aspiracionales donde nada es demasiado difícil más allá de los vaivenes sentimentales. Pero la apuesta estaba hecha y el cambio se aceleró.

Mujeres reales de la industria empezaron a pelear desde su posición de trabajadoras y muchas, también, a ponerle el cuerpo o la voz a otras de la ficción: Lena Dunham, creadora de Girls, guionista e ícono feminista millennial (con detractoras incluidas); Robin Wright, que denunció la diferencia salarial con Kevin Spacey en pleno apogeo de House of Cards; y el imparable fenómeno del #MeToo movilizado por las gravísimas denuncias (y condenas) de abuso contra el productor Harvey Weinstein, un caso que obligó a replantear todo y que hasta inspiró la muy recomendable The Assistant, la película de Kitty Green protagonizada por Julia Garner. Hoy, mujeres y disidencias copan las pantallas chicas. Pero de nuevo, no talla solo la cantidad sino también la multiplicidad de miradas: a la rubia tonta y a la fea simpática, a la abnegada luchadora y a la enamorada no correspondida, por fin las reivindican cuerpos, sexualidades, voces, destinos y etnias diversas. Con matices, imperfecciones, estridencias o misterios. En dramas, comedias o formatos no tan clasificables que dan cuenta de esta u otras épocas, algunos más apegados a la narrativa tradicional y otros maravillosamente disonantes. La producción es enorme, pero se citan aquí algunas de las más influyentes y/o impactantes de los últimos tiempos.


MARE OF EASTTOWN

Si la vida está hecha de contradicciones, retratar con sensibilidad las de las mujeres no es lo más usual. Pero en esta miniserie el personaje de la detective Mare Sheehan (Kate Winslet) muestra sin golpes bajos los tironeos entre la máscara con la que sale al mundo y su yo profundo. Policía con una fuerte convicción del deber, en ocasiones su radar del bien y el mal le falla escandalosamente. Aunque es malhumorada y tosca, le gusta seducir y, si bien se empeña en tener el control, en su intimidad la atormentan penas hondas y también vanidades. Más allá de la trama policial, lo que atrae de Mare es que es una heroína despareja y por eso, tan humana. Disponible en HBO Max.

I MAY DESTROY YOU

¿Se pueden plantear temas como la violación, el consentimiento sexual, la libertad de los cuerpos sin caer en dramas reduccionistas o alegatos bienpensantes? Esta excelente producción protagonizada y basada en la experiencia personal de la afrobritánica Michaela Coel nos dice que sí. Atravesada por reivindicaciones de género, políticas y étnicas, su personaje desanda los rastros de un posible abuso mientras se piensa profundamente a sí misma y a su lugar dentro de los colectivos de los que forma parte. Pero su dolor y confusión alimentan una prepotencia vital de la que, aun con contradicciones, emerge la solidaridad, el amor y la vocación. Nunca antes miramos, en la pantalla chica, a una mujer emprenidendo un viaje similar. Disponible en HBO Max.

GAMBITO DE DAMA
En general, la tragedia femenina fue relatada desde cierta cursilería declamatoria que le dejaba al público su catarsis servida. En Gambito de dama, en cambio, es más contundente lo que Annya Taylor-Joy no le hace decir a Beth, su personaje, que aquello que muestra. Huérfana y superdotada, su procesión va por dentro y así, velada, la descubrimos. A medida que crece como mujer y ajedrecista, Beth va habilitando un poco más qué es lo que quiere y esconde, pero nunca del todo ni de forma lineal. Se trate de sus problemas de consumo o de sus relaciones sexuales y afectivas, no hay casi confesiones ni expiación. El guión le regala, eso sí, la redención, así como la exime de sufrir el machismo que las deportistas enfrentan en la vida real. El tratamiento del personaje tiene un encanto único. Disponible en Netflix.

POCO ORTODOXA

Eso que el conservadurismo religioso judío nos deja apenas imaginar fue, de repente, revelado a través de la historia de la joven Esty. La serie propone un ejercicio conmovedor donde más allá de unas costumbres desconocidas para la mayoría, pudimos contemplar, a través del increíble trabajo de Shira Haas, lo que se juega para muchas. La desesperación de ir camino a un matrimonio arreglado, el cercenamiento de la individualidad en su máxima expresión y el mandato de procrear no es padecimiento exclusivo de las ortodoxas, ni tampoco es la primera vez que se muestra lo peor del patriarcado. Pero sí es novedosa la manera en que la miniserie recorre esos temas desde la subjetividad de Esty, su vulnerabilidad y una convicción interna que la lleva finalmente a revelarse contra el avasallamiento. Disponible en Netflix.

THE HANDMADE’S TALE

Esta oscura distopía de Margaret Atwood iluminó cuestiones urgentes como las que plantean las luchas feministas actuales. La novela, de 1985, llegó al cine en 1990 y fracasó. El futuro de un EE UU que supera sus propios horrores esclavizando, con especial saña, a las mujeres, obligándolas a procrear hijos para la casta de poderosos de un Estado teócrata donde el desastre ecológico dejó infértiles los cuerpos y la tierra, solo suena exagerado hasta que se piensa en la avanzada de las derechas y sus discursos de odio. En la cuarta temporada, June (Elisabeth Moss) vuelve a desafiar y extiende su cruzada sorora para dar batalla a la opresión. Cabe recordar que Atwood se reunió con referentes del movimiento #Ni Una Menos y apoyó públicamente la lucha por la Ley de IVE. Disponible en Paramount+.

FLEABAG

Torpe, obsesionada con el sexo, brillante y acomplejada… Muy rara pero más encendida aun es la protagonista sin nombre de esta serie donde la maravillosa Phoebe Waller-Bridge (actriz y guionista) despliega lo mejor de la tradición humorística inglesa para aniquilar, y luego bailar sobre el cadáver de la convención insufrible de la treintañera-loser-busca-el-amor. Como si eso fuera poco, la incorrección política, el mal gusto y los gags desopilantes se entremezclan con una profundidad que duele: la del universo de relaciones afectivas que el personaje central mantiene con su mejor amiga, su hermana, el padre, la madrastra, la sombra de una madre muerta y un enamorado imposible que jamás se fijaría en Bidget Jones. Piedra libre, por fin, para todas. Disponible en Amazon Prime.  

GRACE AND FRANKIE

De los abuelitos tiernos a los ancianos sabios, en la pantalla la vejez fue subestimada detrás de caricaturas a veces infames. Esta saga protagonizada por Jane Fonda y Lily Tomlin patea el tablero desde el vamos: la historia empieza con dos septuagenarios que salen del closet para abandonar sendos matrimonios y vivir finalmente su amor. Grace y Frankie, las esposas abandonadas, lejos de quedarse en la queja o la venganza, reconvierten también sus vidas a partir de una creatividad y sexualidad renovadas y, sobre todo, a través de la amistad. Y si bien el ridículo hace a la comedia funcionar, la decrepitud no queda reducida a eso ni tampoco soslayados sus embates: más bien converge con el deseo de libertad, que los protagonistas defenderán hasta un minuto antes del ACV. Disponible en Netflix.

ORANGE IS THE NEW BLACK

La ironía del título (el mismo de la autobiografía que inspiró la ficción) es la entrada a este universo poblado de múltiples conflictos y orígenes, acaso el único donde se muestran tantas mujeres y disidencias juntas en la pantalla. Aunque la cárcel sea la instancia más burda y atroz de la opresión, las historias de las protagonistas nunca dejan de recordar, aun en la acidez del humor, que casi siempre la violencia empieza mucho antes del encierro, y que se agrava con las diferencias de clase, la xenofobia y el racismo. Más allá de los límites del formato, la manera de reflejar las estrategias de supervivencia a través de las amistades más o menos genuinas, el sexo, los ecos del afuera y la amenaza constante del poder de los varones, es realmente un hallazgo. Disponible en Netflix.

GIRLS

Después de los jopos y bronceados de Melrose Place, en 2012 Lena Dunham irrumpió en la tele para contar que la juventud puede no ser tan divina, sino más bien confusa e insoportable. Hannah (alter ego de la autora) no es estereotipadamente bella ni como aquellas rubias de los ‘90 ni como algunas de sus amigas, aunque con estas últimas comparte al menos la desesperación de tener veintipico en una ciudad hostil (en este caso, Nueva York). Aun cuando el caos sea el único camino posible hacia la búsqueda de la propia identidad, los intentos de la protagonista por sobrevivir sin dinero, explorar las relaciones sexoafectivas y enfrentar las expectativas ilusorias de la vocación la llevarán hacia una adultez donde, a contrapelo de las novelas, el final no es exactamente feliz. Disponible en HBO Max.

SEX & THE CITY

Sobre el siglo XXI la serie inauguró, dentro de la narrativa televisiva, una mirada mordaz pero no por eso siempre superficial sobre el sexo, el amor y el empoderamiento de las mujeres. Hasta entonces prevalecía un abordaje más bien machista sobre el goce femenino, pero estas amigas llegaron para discutir abiertamente sobre su deseo, las expectativas o fiascos con sus amantes (que no siempre son varones), y también para compartir sus historias de amor, su visión sobre la fidelidad y los estereotipos de género. Cuando el guión las enfrenta con contradicciones o desencuentros, lo que defienden es la dignidad. El sesgo clasista y glamoroso hoy puede leerse como demodé, pero la próxima temporada promete algún que otro ajuste para aggiornarse a la agenda actual. Disponible en HBO Max.