Gillespi: «Me preocupa el virus y la falta de responsabilidad de mucha gente»

Por: Nicolás Peralta

El músico, conductor radial y escritor lanzó "On Fire", un disco en vivo que celebra su pasión por el jazz y el funk. Valora que la cuarentena le dio tiempo para reencontrarse con viejas pasiones y revela: "miro la tele para ver cómo está el tema del coronavirus, pero no me dejo rociar con operaciones".

Para improvisar hay que ser versátil. Existen reglas y un lenguaje común que funcionan como punto de encuentro y partida. Esa es una de las premisas clave del jazz y de la vida de Marcelo Rodríguez, más conocido como Gillespi. Por eso –también– en plena pandemia lanzó un disco en vivo llamado On Fire y en su casa de Monte Grande (partido de Esteban Echeverría, al sur del Conurbano) ya está grabando el que lo sucederá. Gillespi además de ser un apasionado por la improvisación, difícilmente se quede de brazos cruzados.

Mientras tanto, conduce el programa de radio La hora líquida (miércoles a las 20, Nacional Rock 93.7) y es parte del ya mítico panel comandado por Alejandro Dolina en La venganza será terrible (lunes a viernes a las 00, AM 750). Al mismo tiempo, está terminando una versión aumentada de Blow!, el libro publicado en 2008 que narra historias de trompetistas de todo el mundo y analiza las particularidades del instrumento. “Entrevisté a más trompetistas además de los 15 iniciales y los voy a agregar: serán unos cinco o seis más que enriquecen mucho el texto. Lo enganché al cubano Arturo Sandoval, por adelantarte una de las novedades. Era uno de los que no podían faltar”, dice Gillespi, de 54 años, músico, conductor de radio y televisión, humorista –su personaje Aníbal Hugo todavía es muy recordado–, escritor e inquieto por naturaleza.

La trompeta le abrió primero las puertas del mundo del rock porque no sobraban los intérpretes de ese instrumento en el género. Tocó con Sumo, Divididos y Las Pelotas, compartió escenario con Soda Stereo, Pedro Aznar, Los Piojos, Los Ratones Paranoicos, Javier y Walter Malosetti, entre otros. Pero con el tiempo se transformó en líder de su propio proyecto, con el cual ya editó cinco discos que recrean una estética entre el jazz y el funk. “Quedé marcado como uno, pero nunca me consideré trompetista: simplemente soy alguien que toca la trompeta. Trompetista es quien practica todo el día y le dedica su vida al instrumento. Yo hago de todo: radio, libros, mi vida es muchas cosas. No me siento referente ni nada, aunque quizá –muy a pesar mío– si piden nombrar trompetistas argentinos aparece mi nombre, aunque hay colegas que tocan diez veces mejor. Supongo que es por haber estado en tele o por hacer radio o por tener muchos amigos músicos. Eso quizás me dio más visibilidad, son circunstancias, pero nunca trabajé en ese sentido, siempre intenté laburar con amigos y en cosas que me gustan y me hacen sentir cómodo”, explica Gillespi.

En cuanto a su relación con la música y cómo lleva esa pulsión a otras áreas, asegura: «Vivo la música como una manera de expresarme desde que era un adolescente rebelde y me juntaba con locos como yo a escuchar lo que sea. Mantengo el mismo espíritu lúdico cuando hago música, pero también en la radio, a veces en tele o cuando escribo. Improviso porque es una forma de mantenerse activo y alerta”.

On Fire

Nuevo disco de Gillespi y su grupo, formado por Sebastián Peyceré (batería), Rafa Franceschelli (bajo), Álvaro Torres (teclados) y Alejandro Chiabrando (saxos). 

Un grupo con recorrido y mística

On Fire es una mezcla de dos shows: uno realizado en San Isidro, en el marco del Festival de Jazz 2018, y el otro tomado del ciclo del año pasado de los miércoles en Bebop Club. Incluye ocho temas. Para Gillespi es el resultado de tocar hace ocho años con el mismo grupo. “En el tipo de música que hacemos no es muy habitual que una banda se mantenga unida tanto tiempo. En el jazz los músicos son un poco golondrinas. Es distinto a una banda de rock, en la que hay toda una mística de la fidelidad. Nuestro caso es algo raro, podría decirte que hay muy pocos que lo logran, otro ejemplo podría ser Escalandrum, el grupo de Pipi Piazzola. Nos entendemos, hay una conexión que va más allá de las palabras y eso suma mucho”, dice el músico.  

Luego de tantas improvisaciones compartidas, se arman mundos completamente nuevos, se abren puertas inesperadas, pero “ya sabemos para donde va a ir cada uno de los que integramos este proyecto. Yo sé que el pianista tiene una data, que el chabón pela y empieza a explorar escalas insólitas… Entonces lo seguimos. El saxofonista va hacia el latin jazz y así cada uno”.

El repertorio del disco es variado, mecha composiciones de viejos discos, con covers de su gusto: algo de Miles Davis y «Third Stone from the Sun», un tema de Jimi Hendrix en el que Gillespi toca la guitarra: «En lo único que nos parecemos es en que los dos somos zurdos. Toqué porque no había un guitarrista mejor cerca”. 

El ADN ancestral

Marcelo Rodríguez entiende que la escena local de música es muy buena, tanto en variedad de propuestas como en talento. Y sostiene que existe un público ávido de propuestas. 

–¿Cuál es el mejor secreto del jazz?

–Su riqueza rítmica. Está transitada por infinidad de cadencias. Tiene en su ADN un elemento ancestral. Tanto el jazz como sus primos hermanos: el soul, el funk, el blues y la música negra en general. Ese algo es lo africano, pasado por diferentes tamices. Hay algo que vive adentro de estas músicas y genera una atmósfera y un sonido que puede fluir con todo. Cuando tocás en vivo te das cuenta que el que está oyendo también está laburando para seguirte.

–Para disfrutar.

–Claro. Pero si el que toca está demasiado metido en su mambo puede que la gente ya no lo puede seguir. Si lo perdés te embolás y ahí viene eso de que el jazz puede ser aburrido o complejo. Es el riesgo de la música instrumental: hay que tratar de no embolar. Siempre lo tuve presente y trato de aplicarlo en los conciertos y en los discos. Por eso, entre otras cosas, evito las típicas rondas de solos. Trato de cortar los temas y ver qué instrumento se puede lucir. Lo dosifico como si fuese una receta de cocina.

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