Era algo que estaban esperando. Se ríen de eso de que las segundas partes nunca son buenas y quieren demostrar que no siempre es así. Poder volver a hacer Pura sangre, el amor es un monstruo es para Griselda Siciliani y Jorgelina Aruzzi una gran alegría. Se trata de una comedia ácida, que reflexiona sobre cómo el amor muchas veces está atravesado por un sistema de sometimiento que nos reduce a ser partícipes de una carrera que nadie eligió.

«Desde la última función del año pasado que estaba pensando cuándo la íbamos a poder hacer otra vez. Es una fiesta de trabajo creativo, guiado por Carlitos (Casella) y Jorgelina. No sabíamos si íbamos a poder hacerla, porque no sólo tenemos que estar los tres disponibles, si no todo el equipo. Es una puesta que no es fácil y es mucho texto, mucha coordinación. Pero me gusta porque es un laburo de autogestión, donde ponemos la pasión y el amor por lo que hacemos para compartir con la gente», comenta Siciliani que en este caso actúa, baila y canta, en un abanico expresivo a la medida de su versatilidad.

Aruzzi, por su parte, agrega que «fue hermoso el encuentro con Carlos y Gri. Es una obra que nació de tomar muchos café y muchas cervecitas juntos, hablando de lo que muchas veces nos pasa en lo personal y pensando la manera de reflexionar sobre este asunto. Y bueno, encontramos la manera de contarlo. Siempre volver a hacer una obra nacida de esta manera, es un privilegio y una alegría».

Foto: Pedro Pérez

Siciliani y Aruzzi se conocieron en Educando a Nina (la telecomedia de Telefe) y Casella es un «viejo conocido» de los tiempos del grupo teatral El Descueve. Los tres lograron generar una química que pareciera haber sido forjada hace años. Y eso se nota en el escenario. Los miércoles, en el Paseo la Plaza, buscan conquistar nuevos corazones, como el año pasado lo hicieron en el Multitabaris. Los textos de Aruzzi, las coreografías de Casella están interpretadas con maestría y frescura por el elenco de la obra que se sube al escenario de la Pablo Picasso;  está  integrado por Griselda Siciliani, por su puesto, pero la acompañan Damián Malvacio, Eddy García, Herve Segata, Juan Cruz Martínez y Nicolás Tadioli.

El diálogo con Tiempo es franco y descontracturado. Consultadas sobre las claves de la obra, Siciliani asevera: «Tiene una poesía y un humor que no es fácil encontrar en cualquier obra. Utiliza un tipo de lenguaje con el que gusta expresarme. Es una obra muy sincera, me hace transitar una experiencia única. Trabajar en confianza, con gente que te conoce, que sabe lo que sé hacer y lo que no sé hacer te da una tranquilidad en la que poder lanzarte a la libertad creativa, animarte a todo. No hay nada mejor que eso. Y esta es una obra que habla de la búsqueda de alinearse con el deseo propio, de saber quién sos para que no te arrasen los mandatos. Eso es universal».

Siciliani y elenco, en escena.

Siciliani y Aruzzi, amistad y trabajo

Aruzzi complementa la idea: «Sana tratar de entender por qué amamos de cierta manera y qué postergamos cuando intentamos hacer lo necesario para estar en pareja. Es una obra que habla de los preceptos que parece que tenemos las mujeres, como si fuera una asignatura pendiente o algo. Hablamos de amor, del desamor, y este lado que nos identifica a todos y todas en general. La gente sale bastante movilizada y pensando qué hace o hizo para encontrar o mantener una pareja y por qué. Eso está bueno. Porque nos pasa a todos y un poco es lo que una busca en su profesión: expresar algo que nos pasa, y que compartimos».

La situación económica muchas veces obliga a recortar ciertos gastos y las propuestas culturales pueden ser una de las primeras víctimas, pero nada es tan lineal como parece. «Es raro. Pasa algo en este momento tan difícil del planeta y de la Argentina, con tantos problemas económicos y sociales, que el teatro parece ser un bálsamo –asegura Siciliani–. Mucha gente, los que pueden, obvio, sale y gasta en ir a ver una obra. Hay movimiento. No sé si fue por la pandemia y ese tiempo que estuvimos imposibilitados, pero la gente va mucho al teatro. Muchos amigos están haciendo algo, y les va bien. Hay mucha oferta, para todos los gustos, eso quiere decir algo, sin dudas. Parece que hay algo en ese espacio que la gente necesita: el teatro es un lugar de comunión, es algo que está vivo, un espacio colectivo que aprendimos a valorar. Los quilombos están, pero la gente va igual. Habría que analizarlo sociológicamente, pero bueno, es interesante y motivador pensar también que de alguna manera colaborás a que la gente la pase un poco mejor».

La visión de Aruzzi es similar. «En pocos lugares pasa algo como en el teatro. Es una manera de encontrarse, es mirar a alguien que te quiere decir algo y va a ver cómo y qué te dice. Eso es en lo que una se enfoca. El teatro nunca va a morir, por más que pase lo que pase. Pero bueno, hoy en día no está fácil. Somos argentinas y estamos acá, no es igual para nadie. Hoy hay un malestar general, que es cotidiano y que nadie sabe bien cómo resolver. Al trabajar en la cultura, obviamente estamos preocupadas por los derechos que parecen estar amenazados si se decide ir hacia un camino  donde el individualismo y la rentabilidad sea lo único importante. Hay que encontrar un equilibrio para generar y aportar a la cultura, sin dejar atrás derechos ganados. Y en ese sentido, en todos los ámbitos. Cuestiones que creíamos conquistadas, afianzadas y comprendidas por la mayoría, quizás hay que seguir luchando para mantenerlas vivas. Hay que estar alertas». «


Pura sangre

Con la dirección de Carlos Casella y Jorgelina Aruzzi. Actúan Griselda Siciliani, Eddy García, Rakhal Herrero, Juan Cruz Martínez Mosquera, Hervé Segata y Nicolás Tadioli. Miércoles a las 20:30 en la Sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza, Av. Corrientes 1660.

Foto: Pedro Pérez