El 11 de abril de 2016, Lisette Villa, una niña de once años murió en un Hogar de Protección del Estado dependiente del Servicio Nacional de Menores (SENAME). El juicio oral que comenzó recién en mayo de este año señala como incriminadas a las “cuidadoras” que, frente a una indisciplina de la niña la habrían reducido a la fuerza, aplastado y envuelto en una frazada hasta provocarle asfixia y el consecuente paro cardíaco. La trágica muerte de Lisette puso en jaque al SENAME y dejó en evidencia la indefensión de niñas, niños y adolescentes y jóvenes (NNAyJ) al cuidado del Estado chileno.  

Inspirado en esos hechos, Guillermo Helo Juan-Olivier emprendió la dirección de No nos quieren ver, una historia de ficción de ocho episodios coproducida por por Altirosapiens y Megamedia Chile con demasiados contactos con la realidad.  

–¿Cuál es el punto de partida de No nos quieren ver?  

–A principios de 2016 comienzan a salir a la luz una serie de noticias sobre muertes y malos tratos que se develaron en el que ese momento se llamaba Servicio Nacional de Menores (Sename). Explota la verdad a partir de la muerte de una niña y eso desata otras voces de denuncia. Comienzan a develarse las primeras irregularidades y esto se transformó en un escándalo que llegó hasta el Senado y originó una investigación que nunca salió a la luz pública. Esos documentos se mantuvieron entre quienes lo encargaron, entre ellos instituciones internacionales, entiendo que participó UNICEF. Sin embargo, los titulares estaban ahí: alrededor de más de 1000 niños habían muerto en extrañas circunstancias y nunca se habían investigado.  

–¿En qué consistían esas circunstancias?  

Se trataba de niñas/os que habían sufrido violaciones a los derechos humanos, malos tratos, abusos sexuales, tortura psicológica, a quiénes los dejaban desnudo afuera de las residencias o en la calle por la noche. Todo un conjunto de irregularidades de los cuales la muerte de la niña vino a ser la gota que rebalsó el vaso. La sociedad exigió justicia, los políticos utilizaron la tragedia para sus plataformas políticas con el slogan “los niños primero” En la práctica hoy, recién se están cambiando la institucionalidad, pero la investigación no se hizo pública.  

–¿Cuáles fueron las decisiones estéticas que tomaste para poder poner el horror y lo escabroso en imágenes y palabras y hacerlo soportable al gran público?  

–Es el antológico desafío de cómo acercarse a tema difíciles. Decidí la estrategia de recurrir a “agentes externos”. Existe en Chile la figura del abogado curador. Como es menor de edad, el NNAyJ no puede ir al juzgado presencialmente ni tiene derecho a elegir quien que lo represente. Tampoco puede ser representado por sus padres porque en ocasiones son ellos quienes están vulnerando los derechos y entonces cuenta con un abogado que lo representa muchas veces contra los propios padres. En algunas ocasiones ese abogado curador que debe buscar la mejor opción para el niño/a es especialista en temas de niñez, pero en otras no. Por más que lo representen son en cierta forma ajenos, son abogados a los que les entregan una ficha, a veces tienen una pequeña entrevista con el NNAyJ y a veces no. La ficción parte de una abogada curadora a la que le encargan representar a una niña y se involucra más de la cuenta. Y trágicamente, la adolescente muere.  

–¿A qué género/s recurriste?  

–La idea es partir de una investigación policial presentada al espectador común de manera entretenida que le permita desentrañar los errores y horrores de todo un sistema que involucra al poder judicial y diferentes ministerios e instituciones.  La trama pone el eje en tres personajes mujeres: la abogada curadora (Tamara Acosta) que personalmente está en proceso de adopción por no poder tener hijos con su pareja y que tiene una obsesión porque lo que le ocurrió a la niña encuentra ecos en su propio pasado; la directora al frente del centro (Francisca Lewin) y la jueza que dictaminó que la niña fuera a una residencia (Paulina Urrutia). Juntas se unen para intentar desentrañar qué es lo que ocurre dentro del centro y a su vez descubren al espectador cómo funciona el sistema, más allá de lo que ocurre en los centros del SENAME.  

Guillermo Helo.

–Sin dudas, estos hechos y en esa magnitud revelan una sistematicidad que involucra con grados de responsabilidad a distintos poderes y funcionarios del Estado. ¿Recibiste algún tipo de intimidación o amenaza?  

–No, pero he tenido mucha dificultad para acceder al material. Hay gente que me facilitó el ingreso a tribunales. Tuve alguna colaboración de fiscales, servicios sociales e incluso directores que habían trabajado en el sistema. Muchas veces ellos mismos han acusado, pero muchos otros se han negado, han tenido que retacear información o decirme que no podían hablar más. El sistema en Chile es un 90 por ciento privado y un 10 por ciento estatal. Son muchas instituciones, una cosa es la residencia, pero también es el poder judicial que fiscaliza, hay instituciones privadas que también participan, fundaciones que licitan y supuestamente son sin fines de lucro. Por eso es más que el Sename, es todo un aparato que involucra a diferentes ministerios.  

–La nominación “menor” remite al sistema de patronato y tiene connotaciones peyorativas. En Argentina, por ejemplo, se habla desde una perspectiva de derechos de NNAyJ ¿Cambió en Chile la nominación del SENAME?  

–Se dio la discusión. Se cambió a “Mejor niñez” y se están cambiando los  protocolos. Se discutió que todos los niños deben ser visto desde la perspectiva del desarrollo social y no, como antes, desde el Ministerio de leyes. Históricamente, el problema era visualizado desde el Estado como un problema de no cumplimiento de las leyes: los padres no estaban cuidando. Así, más que en la reparación, el acento estaba puesto en la persecución penal. Como muchos niños habían infringido la ley eran llevados y tratados como en las cárceles. Efectivamente, el tono empezó a cambiar, pero algunos problemas subsisten. Y sobre todo no existe claridad respecto de que es lo que ha ocurrido con esas muertes.  

–¿Tu ópera prima cinematográfica, “Niñas araña” (2017) también era en torno al SENAME?  

–En efecto. Yo estaba a punto de estrenar “Niñas araña” cuando explota lo del Sename a partir de la muerte de la niña. La película está basada también en un hecho real llamado de las “arañitas”: niñas marginales que escalaban edificios de barrios privilegiados de Santiago para entrar en los departamentos a robar. Muchas veces no robaban, sino que entraban y tan solo veían televisión y comían. En el fondo solo querían esa vida que no podían tener. Justamente esas niñas fueron apresadas y retenidas en Centros del SENAME.  

–El tema de las infancias vulnerables y vulneradas ¿es una obsesión para vos como para el personaje principal de “No nos quieren ver”?  

–No lo siento como una obsesión. Me siento tocado como cualquiera. Me siento impotente y quiero ayudar. Es mi granito de arena y lo que siento que puedo aportar. La ficción tiene algo fabuloso que es la emoción con la cual uno se conecta con los personajes. Se puede producir empatía y estar en los zapatos de otras personas y de esa manera potenciar una discusión que está más allá del hecho policial. Apostamos a una ficción que estimule la discusión sobre hechos aberrantes. 

–¿De dónde surge el título?  

En principio se iba a llamar “Protectoras”. Pero la sugerencia fue que desde el título surgiera el reclamo de los invisibilizados y de lo que la sociedad o los poderes políticos no quieren ver o mostrar.  

–¿Los personajes tienen referentes reales?  

–Los cargos existieron y hay abogados curadores, directores y magistrados. Son roles que se juegan en el sistema e indirectamente puede que una u otra persona se vea reflejado. Pero no está inspirado directamente en nadie. Los hechos acontecieron de manera similar. Se conocen 1800 muertes entre niños/as y adultos que trabajan en centros. A esta altura estamos hablando de algo genérico. Si, esto es lo que se sabe, se presume que las muertes fueron muchas más.  


No nos quieren ver

Estrena la totalidad de sus episodios el 9 de noviembre por HBO MAX.