En primer plano aparece la boca redonda de la trompeta. Por detrás asoma la imagen recortada de Hugo Lobo, líder de la orquesta de ska Dancing Mood, con una gorra, anteojos, una barba tupida y los brazos tatuados como dos mangas. Lobo toca un fragmento de la balada «Human Nature» de Michael Jackson con swing y pega una nota emotiva, que es un cross a la mandíbula. El video, publicado en su cuenta de Instagram, tiene muchos comentarios. Uno de ellos pertenece a la banda punk Flema: «¡Grande Hugo!, a ver cuándo metes unos vientos en una canción de Flema». La respuesta de Hugo es inmediata: «¡¡¡Cuando quieras, bro!!! Un placer».

Hugo Lobo, hijo del baterista y percusionista tucumano Rubén Lobo, que tocó en la banda de Mercedes Sosa, es una referencia ineludible del instrumento en el rock argentino. Su paso por bandas como Todos tus Muertos, Satélite Kingston, Los Fabulosos Cadillacs y Viejas Locas, lo posicionaron dentro de la escena. Con Dancing Mood, la big band con arreglos propios de clásicos del ska, el reggae, el rock steady, el calypso, el jazz y, también obras propias, creó un fenómeno de autogestión cooperativo, que en un año va camino a cumplir su 25 aniversario.

En su último disco con Dancing Mood grabado en vivo en la Sala Siranush, la ilustración de tapa es el dibujo de una trompeta conectada a un corazón. Una metáfora que engloba de alguna manera el pacto metafísico que Hugo Lobo estableció con su instrumento y con la música de origen jamaiquino que eligió tocar a lo largo de su vida. Cada uno de los proyectos que personalizó con su trompeta, sobre todo a partir de la creación de esta orquesta que dirige y lleva adelante hace más de dos décadas con la que estableció puentes con padres fundadores del ska como el trombonista Rico Rodríguez de The Specials, traza el recorrido de su vida. «Es un estilo de vida para mí. Desde que soy chico», dice el trompetista.

No se considera un virtuoso del instrumento. Es un músico que sigue el camino del corazón y mantiene los códigos del barrio. Así son sus otros proyectos paralelos como Backing Band, que comparte con su hijo Ramón, guitarrista de 19 años, y donde toca con músicos de todo el país: un cuarteto más orientado al jazz con piano, contrabajo y batería; y su trabajo en el Club Atlanta con la orquesta Vamos los pibes, donde da clases de música a chicas y chicos en situación de vulnerabilidad social. La música es el hilo conductor de todo.  

El trompetista, arreglador y compositor vuelve el viernes 10 de febrero al patio del Konex con Dancing Mood, un clásico de sus presentaciones en el verano, para unas dos mil personas.

–Son más de 20 años con Dancing Mood. ¿Qué pensás que lograste con el grupo?

–Un montón de cosas más allá de lo deseado e imaginado. Posicionamos dentro de la música nacional a una orquesta instrumental y a un género como el ska que pasó por idas y vueltas de la moda. Eso es lo que uno va valorando con el tiempo: hacer una música no comercial, bastante marginal musicalmente hablando, lograr mantenerse en el tiempo y que le siga gustando a una parte del público. Recién ahora, que uno está más tranquilo, voy viendo lo que pasó y empiezo a tomar la magnitud del camino que hice.

–¿Dancing Mood ya está totalmente instalado o hay que reinventarlo todo el tiempo?

–Yo creo que está plantado. Por supuesto, dentro de los parámetros de la independencia y dentro de los parámetros de lo que uno quiere. No está plantado como L-Gante, con esa popularidad. Pero creo que pasan los años y cambian las generaciones de los que nos siguen. Lo veo en el público. Dancing Mood es una banda que toca dos veces por mes en Capital Federal, cortando 2500 entradas cada vez que toca, después de 23 años. Vienen pibes jóvenes, viene gente grande, sigue pasando eso del boca en boca, por lo menos por ahora y ya es suficiente como para uno sentirse conforme musicalmente. La gente identifica que es Dancing Mood al escucharlo y eso es un gran logro personal. Es un orgullo hacer una música por afuera de las modas y seguir creciendo.

–Con Dancing Mood el repertorio que elegiste siempre fue para el lado de la melodía, más cantable.

–Sí, totalmente. Me gusta mucho la melodía. Siempre me coparon las orquestas y, sobre todo, las cantantes: Diane Worwick, Karen Carpenter, Billie Holliday, Aretha Franklin. Siempre fueron maneras de cantar muy expresivas y traté de influenciarme de eso a la hora de componer, arreglar o regrabar versiones. La melodía siempre está presente y agradezco haber elegido la trompeta porque es un instrumento muy expresivo, tal vez mucho más que el saxo, porque el sonido del saxo lo hace la caña, la boquilla, y el sonido de la trompeta lo hacen los labios.

–¿La elección de la trompeta fue casual?

–Me gustaban los instrumentos de viento, además de la batería, porque tenía mucho que ver con la música que yo escuchaba: el jazz, la salsa, el soul, el ska, el reggae, todos tenían vientos. Me gustó siempre la trompeta, pero me inclinaba más por el saxo. Sin saber, vi que una trompeta estaba mucho más barata que un saxo. Fue por casualidad, porque era una marca de mierda y el saxo justamente era de buena marca, entonces pensé, si pido el saxo me van a sacar cagando. Entonces pedí la trompeta y ahí me quedé.

–¿El enamoramiento con el instrumento fue rápido?

–Siempre me gustó y agradezco haber elegido la trompeta. Tiene mucho que ver con el canto. Si sos un cantante frustrado está bueno tocar la trompeta.

–Se revela tu personalidad a través del instrumento.

–Cien por ciento. Es un instrumento muy directo. La personalidad se refleja en la manera de tocar y en el sonido.

–No te considerás un virtuoso, pero lo que hay que lograr en una trompeta para que suene bien, sería como el trabajo y el estudio que tiene que hacer otro músico para llegar a ser un virtuoso.

–Soy consciente de lo lejos que estoy de muchos. No me siento un virtuoso. Me siento un músico. No sé si distinto, diferente, tal vez sí por la música que me gusta, o interpreto. No hay muchos de mi estilo.

–¿En algún momento tuviste una epifanía donde finalmente sentiste que habías encontrado tu sonido en la trompeta?

–Sí, sí, pero en la trompeta eso tarda. A los ocho años recién empezás a sonar agradablemente. Sí o sí tiene que pasar el tiempo para mantener las notas, para llegar a ampliar el registro del instrumento, la resistencia, y un montón de cosas que inevitablemente llevan estudio y tiempo. Es un instrumento muy frustrante porque es un filtro. A los cuatro años de estar tocando no pasa nada y te dan ganas de estallar la trompeta contra la pared.

–¿Cuál fue la sensación que tuviste cuando sentiste que aparecía algo?

–No sé, es algo como interno y muy lindo.

–Tocaste con un montón de bandas de rock. Pero me acordaba de ese enlace que hiciste con Pablo Lescano de Damas Gratis. Fue un parte aguas.

–Hoy en día es normal, pero en su momento tuve muchas críticas de roqueros y de mucha gente de otras clases sociales que terminó bailando cumbia en todos lados. Me han tildado de negro de mierda por eso. Después Pablito terminó grabando con Calamaro, Cadillacs, Miranda! y fue a lo de Susana Giménez. Hoy en día es normal, como un montón de cosas. Había que poner la jeta en ese momento. Para mí era una cosa personal y natural, como lo podría ser ahora. Para mucha gente no lo era.

–¿Por qué lo hiciste?

–Es una música que fue parte de mi vida. Toda mi infancia escuché cumbia. Me crié durante muchos años en Tucumán y no escuchaban rock allá, se escuchaba cumbia nada más. Siempre tuve buena onda con esos géneros. En mis comienzos también trabajé tocando con bandas de afuera como La Sonora Dinamita, Los Gedes y Damas Gratis. También estaba la amistad con Pablito. En ese momento íbamos para todos lados juntos, compartimos un montón de cosas, y musicalmente también. Es alguien que me ayudó y fui partícipe de que él se meta dentro del rock.

–¿Cuánto tiempo viviste en Tucumán?

–Mis viejos me mandaban cuando era chico en la época que mi viejo salía de giras largas y mi mamá laburaba y no nos podía cuidar todo el tiempo, entonces nos mandaban a Tucumán donde estaba toda mi familia de parte de mi papá, mi abuela, mis primos, mis tíos. Pasé muchos años de mi infancia, muchos meses, durante muchos años en Tucumán.

–¿Y te quedó esa identidad tucumana?

–Sí, de ahí tengo la cumbia y el folklore. Es una música que me acompañó siempre. De hecho en los primeros discos de Dancing Mood entre tema y tema hay cumbia. Cuando tocábamos con Dancing a fines de los ’90 y en el 2000, ponía cumbia antes de los shows y la gente chiflaba. Hoy en día estás pasando soul y te piden La Nueva Luna.

–Se dio vuelta todo.

–Por suerte, ¿no? «

¿Cuándo?

Dancing Mood se presentará el viernes 10 y el sábado 25 de febrero a las 20 en el Parador Konex, Sarmiento 3131.

Adelantos de una celebración muy esperada

“Estos shows en Capital empiezan a ser un repaso de la carrera de Dancing ya metiéndonos en el disco nuevo que saldrá para mitad de año con canciones nuevas y anticipando lo que será el año que viene la celebración de los 25 años del grupo”, dice Hugo Lobo. El viernes 10 de febrero en el Konex la orquesta recorrerá un amplio repertorio de canciones. “Vamos a estar tocando temas que no se tocan hace mucho tiempo, o que casi nunca se tocaron en vivo, y también un poco de lo nuevo”, promete el trompetista y líder de Dancing Mood.
En paralelo, el músico continúa alimentando sus otros proyectos. “Me gusta eso”, dice Lobo. Con su cuarteto, salda una deuda pendiente, tocando un estilo de música en un formato mas intimista y jazzero. Mientras que con la Backing Band, viaja solo por el país junto a su hijo. “Eso lo vengo haciendo hace 9 años desde Tierra del Fuego a Tilcara. Mando el repertorio un mes antes, llego y toco con músicos locales. La idea es generar trabajo, compartir y aprender. De hecho, la semana que viene estoy en Tandil. Pinamar, Necochea y Olavarría. Voy con mi hijo Ramón que toca la guitarra”.
-¿La relación con tu hijo es parecida a la que tenías con tu viejo cuando eras chico?
-La relación es muy parecida a la que tuve con mi viejo porque desde chico a Román lo llevé a muchos shows, ensayos y pruebas de sonido. Nos pasamos música. Escucho cosas nuevas por cosas que él escucha. Tenemos gustos bastante parecidos. Nos gusta el soul, funk, salsa, el rock viejo, Madness, Specials, The Clash. Compartimos mucho. Cuando no conozco alguna banda nueva, voy y le pregunto a mi pibe.