La muerte es una cosa difícil, abstracta para filmar. ¿Cómo se filma la muerte? En La sociedad de la nieve la mayoría de las personas mueren, muchas de ellas destrozadas en un violento choque de un avión en medio de la cordillera de los Andes, en el límite entre Argentina y Chile. Otras luego, al sufrir las consecuencias del accidente, del frío, de un alud y de los más extraños contratiempos. Eran 45 los pasajeros que viajaban de Montevideo a Santiago, jugadores y acompañantes del equipo de rugby del Old Christians Club que se subieron al charter 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya sin imaginar, ni en la peor de sus pesadillas, lo que podía suceder. Solo 16 sobrevivieron hasta el final. Esta película cuenta esa historia, llena de violencia, de dolor y también de esperanza y de esfuerzo para sobrellevar las más terribles dificultades. Pero es la naturaleza –en la forma de una montaña inabarcable, intransitable, inmensa– el monstruo que viene a ver a los protagonistas. Y la muerte, que espera, disimulada entre sonidos brutales, piernas rotas, asientos que vuelan por los aires y cuerpos estrujados entre sí. ¿Cómo se filma la muerte?
J.A. Bayona sabe algo acerca de estas cosas. El realizador catalán viene rodando películas cuyos temas, latentes o directos, están ligados a perder la vida, sea por la concreta posibilidad de ser arrastrado por un tsunami (Lo imposible, con Ewan McGregor y Naomi Watts), por uno o varios dinosaurios (Jurassic World: el reino caído, quinta película de la saga creada por Steven Spielberg), por espíritus (El orfanato, su exitosa opera prima) o por una dura enfermedad (Un monstruo viene a verme). Y el encuentro con La sociedad de la nieve, el libro de Pablo Vierci que recoge los testimonios de los sobrevivientes de la llamada tragedia de los Andes, fue llevándolo a un territorio que lo fascina y atemoriza a la vez, uno que sólo puede conjurarse a través del cine, intermediado por una cámara y una claqueta que corta y que nos asegura que estaremos allí, vivos, para rodar una toma más.
Bayona estuvo en el Festival de Mar del Plata como el invitado estrella del evento, un director de alcance internacional que tiene entre manos una película a la que Netflix –que la estrena en su plataforma el 4 de enero de 2024, tres semanas después de su paso por los cines, a los que llega este jueves 14 de diciembre– le ha puesto muchas fichas, quizás intentando repetir el fenómeno que fue, el año pasado en los premios Oscar, la película alemana Sin novedad en el frente. La de Bayona representará a España en los premios de la Academia, pero seguramente esperan verla nominada en otros rubros, tanto técnicos como artísticos. Y su desembarco en el festival, acompañado por una gran parte del elenco, que mezcla actores uruguayos y argentinos, fue el momento más emotivo de la muestra, una presentación para el público, pero también para las familias y un reencuentro entre ellos mismos. Es que hacer la película, sin jamás compararla con el caso que narra, fue también una experiencia épica para todos los que la atravesaron. Y verla, una catarsis.
«A veces un detalle concreto, particular, es más efectivo que filmar una muerte», decía Bayona una mañana fresca en el cinematográfico Hotel Provincial marplatense. «En El orfanato había una escena en la que le pegaban un empujón a Belén Rueda en una bañera y se le rompía un trocito de uña. Y el efecto era fuertísimo. Cuando lo particularizas la conexión es más fácil que con la muerte, que es algo más abstracto», agrega.

J.A. Bayona.

–¿Pensabas, cuando leías el libro, qué harías ante una situación así?
–Los personajes sirven como espejo, ¿no? Para saber dónde están sus límites tengo que saber dónde están los míos, cómo actuaría yo ante algo así. Eso lo cuentan ellos mismos en el libro de Vierci. Creo que a la gente le fascina esta historia porque la lleva a preguntarse dónde están sus propios límites.
–¿Cómo lo trabajaste con los actores?
–Traté de encontrar un lugar donde el contexto les ayudara, les estimulara a entender mejor lo que estaban haciendo y así poder representarlo. Esta es una película de actores. El 80% es en una sola localización con un montón de actores y para mí era muy importante que se estableciera un vínculo entre ellos y que pudiéramos explorar la historia con ellos.
–Fue un rodaje muy largo, de varios meses. ¿Por algún motivo?
–Lo hicimos más o menos en el tiempo que estaba previsto. A mí me gusta que los rodajes sean largos y este fue casi tanto como el de Jurassic World, por más que sea una película más intimista y pequeña que esa. El de Lo imposible fue así también. Es que a mí me gusta tener tiempo con los actores, explorar, reflexionar, poder equivocarte. Acá, además, estaba limitado porque al rodar cronológicamente era más difícil. Y también me gusta que el proceso de montaje sea largo para tener distancia con el material. A veces los directores nos enamoramos de cosas y tiene que pasar cierto tiempo para que nos demos cuenta si sirven o no. Algunas de mis secuencias favoritas quedaron fuera porque no cabían, no quedaban bien en función de cómo se iba contando la historia. Y para darte cuenta necesitas tiempo.
–Entiendo que el proceso de casting en medio de la pandemia fue bastante largo y complejo también…
–Fueron seis meses de casting en los que yo veía a los chicos en video o por zoom. Cuando tuvimos un grupo de unos 30 actores me fui a Montevideo y la mayoría de ellos venían de acá, de Argentina. Entonces, para poder ir a Uruguay tenían que hacer una semana de cuarentena, hacer las pruebas y después otra semana de cuarentena para volver. Entonces ahí, con un grupo de chicos de veintipocos años encerrados en un hotel un par de semanas, el vínculo ya estaba creado. Después ensayamos dos meses en Barcelona, improvisando y reescribiendo. Y antes de empezar a rodar los puse en contacto con los supervivientes o los familiares de los fallecidos y crearon un vínculo también entre los personajes y las personas reales. Entonces llegaron a rodar muy bien informados. Lo que hacía falta era darles el contexto, el frío, todo aquello que les estimulara a entender lo estados por los que pasaron en la montaña.


–¿Cómo armaste tu propia relación con los sobrevivientes?
–Con mucha cautela, porque sabía que habían tenido problemas en la anterior película (Nota: se refiere a ¡Viven!, de 1993, dirigida por Frank Marshall) y no pudieron usar los nombres reales ahí. Y para mí esta película surge de una reflexión acerca de cómo se ha contado esta historia hasta el momento. Y eso es el libro de Vierci, que surge de la necesidad de los supervivientes de volver a contar el relato ellos mismos. Para mí no solo era importante, era básico que se hiciera bien, se hiciera en español, con actores locales y en las condiciones más parecidas a la geografía real. Y era fundamental que se entendiera el contexto.
–¿Vieron los supervivientes la película terminada? ¿Te hicieron algún comentario?
–Les hicimos un pase antes de cerrar el montaje al que fueron todos y la respuesta fue unánime. Todos estaban muy contentos con la película. Muy sorprendidos, impactados con el realismo. Todos tuvieron la sensación de volver ahí. Les removió mucho, pero estaban contentos. Luego hicimos otra función, ya con las familias de ellos y las de los fallecidos. Estábamos muy nerviosos pero ahí salieron todavía más contentos porque vieron que la película funcionaba bien con todos ellos también.
–En Uruguay, aquí y en Chile la tragedia de los Andes es una historia muy conocida. Me pregunto si en España lo era también antes de la película.
–Sí, sí, el libro original (¡Viven!, el de Piers Paul Reid, de 1974) estaba en las casas de todo el mundo y recuerdo que era normal ver a los supervivientes en televisión. Recuerdo también mucho las fotos y algunas tratamos de recrearlas en la película. Todo eso te llama mucho la atención cuando eres niño.

La sociedad de la nieve también coloca en el medio un tema imposible de evitar: el de la antropofagia. Sin nada para comer durante los más de dos meses que estuvieron varados en la montaña a los sobrevivientes no les quedó más opción que alimentarse con los cuerpos de los que habían fallecido. Fueron arduas discusiones internas, atravesadas por los tabúes, el miedo y la religiosidad, que la película refleja en profundidad, tomando los diversos puntos de vista ante la decisión. El narrador de la historia, Numa Turcatti (interpretado por Enzo Vogrincic), que no era jugador sino amigo de uno de ellos, era uno de los que se oponía, aferrado a sus convicciones cristianas. Y es en el giro de ese personaje que la película también cuenta esa otra historia, que puede sonar truculenta en los papeles, pero que enfrentándose a la experiencia resulta comprensible y hasta lógica.

–¿Cómo pensaste esos hechos desde tu punto de vista, en relación también a lo que le pasa al personaje que funciona como narrador?
–A mí me parecía muy emocionante el hecho de entregar el cuerpo. Hay algo ahí que es trascendente. Lo decía Joseph Campbell, esa realización de que tú y el otro sois lo mismo. Y eso aparece en el relato también. Cuando los personajes dicen «tú, que tienes las mejores piernas, tienes que caminar por nosotros» es entender que hay algo, un bien común, que está por encima de la vida de uno mismo.


La sociedad de la nieve

Dirección: Juan Antonio Bayona. Elenco: Enzo Vogrincic, Agustín Pardella, Matías Recalt, Esteban Bigliardi, Diego Vegezzi, Fernando Contigiani García. Estreno en cines: 14 de diciembre. En Netflix: 4 de enero.



Bayona y el camino al Oscar

La película ha tenido un recorrido ya importante por festivales de cine pero todo se ha acelerado aún más con la nominación española para ir a los premios Oscar. Para «J», como le dicen, puede ser un poco agotador despertarse en una ciudad e irse a dormir en otra casi día por medio, pero entiende que es parte del asunto, uno que lo apasiona. «Me gusta mostrar la película, poder hablar de ella, encontrarte con gente de todo el mundo y comentarla, ver cómo funciona en cada país –explica–. La hemos presentado en Venecia, en San Sebastián, luego pasamos por Francia, Inglaterra y en Estados Unidos hemos estado en Nueva York y Los Ángeles. Y ahora estamos aquí, que es muy especial porque es también un reencuentro con casi todos los que trabajaron en la película. Y eso es lo que más disfruto, que funcione también como una fiesta para todos ellos».

La entrevista se hizo unas horas antes de la presentación oficial de La sociedad de la nieve en Mar del Plata, que fue en un Teatro Auditorium abarrotado de gente, con más de mil personas, algunas sentadas en las escaleras y muchas que se quedaron afuera de la sala sin poder entrar. Antes de comenzar la proyección unas 30 personas –la mayoría de ellos actores de la película– subieron al escenario a saludar y luego se sentaron, juntos, a verla. Al terminar, esa fila era un mar de lágrimas y abrazos, de celebración y de emoción, la sensación fraternal de haber vivido una experiencia inolvidable y poder compartirla ahora con amigos, familiares, seres queridos y el público local. Ahora los espera el resto del mundo.