La llegada podría inscribirse en lo que parece ser una especie de subgénero de la ciencia ficción: el de la especulación filosófica. Si antes ese era terreno exclusivo de algún director de cine de tierras extrañas (y más bien lejanas de la Argentina, como Rusia, Suecia, Irán), hoy lo es del género estrella del momento, la ciencia ficción, en el cine mainstream por excelencia, el de Hollywood. Ahí están sus antecesores inmediatos como El origen o Interestelar, cuando no las Batman de los hermanos Nolan, uno de ellos ahora inmerso en los mismos temas en la serie Westworld.

Aquí se trata de la llegada a la Tierra de doce naves extraterrestres. Sin renunciar a sus reminiscencias a Encuentros cercanos del Tercer Tipo, aquel candoroso film de Steven Spielberg que trataba de recordar, a través del vínculo entre los extraterrestres y más que nada los niños, los sueños más altruistas que había tenido la especie humana a fin de que la sigan guiando, este prefiere ofrecerles una lección, a fin de que se dejen de macanas y se pongan a trabajar todos por el bien común. Si aquella del maestro Spielberg parecía testimoniar antes de que el mundo tomara un mal rumbo, que si la humanidad había alcanzado tanto había sido en base a amor y respeto, este parece estar más dirigido a la conveniencia de dejar las disputas intraterrenales para conseguir mejores cosas para todos. Una declaración de intenciones, que como la mayoría suele ser magra en cuanto a resultados sobre sus objetivos, y pobre respecto a valores artísticos.

 

Para cerrar las comparaciones, mientras en la de 1977 había un grupo que terminaba convirtiéndose en héroe de la historia, aquí hay una heroína. Del varios al uno hay una preferencia que despierta la sospecha de que la elección de Villeneuve -porque sea una mujer la que ilumine a la humanidad, antes que ser una posición-, resulta más una postura conveniente, a la que toda la industria se muestra afín: elegir heroínas en lugar de héroes, en ciertos círculos, paga muy bien. Así las cosas, ella, en vez de descubrir el lenguaje alienígena (deformación del latín [alien], que significa otro -dice el diccionario-, el famoso otro, que también puede ser el extranjero), lo hace por medio de la lingüística para descifrar el alfabeto de los visitantes. A partir de ahí, las especulaciones sobre la relación con el tiempo (por cierto novedosas, al menos en un pantalla) comenzarán a jugar un papel relevante. Una especulación que está sugerida en la primera escena y que con acierto luego la película abandona para meterse de lleno con el todo el tema de la visita/ invasión.

Pero acaso lo que más diferencie al film de Villeneuve de la lejana Encuentros cercanos… y de las más recientes de Nolan, es con quién se relaciona el tipo de especulación filosófica que arriesga. Mientras que las otras tres, por decirlo de alguna manera, estaban se mostraban influenciadas por la idea hippie del New Age, esta se conecta mejor con la idea individualista de la misma creencia; y así como el todos se hacía uno y por eso el amor se convertía en posibilidad de entendimiento y hasta en la quinta dimensión del espacio (Interestelar), aquí es el intelecto de uno que salva a todos, aunque ese uno lejos está de compartir su intelecto con todos. De una salida colectiva, a una individual. Ambas salvan a la humanidad, pero no la llevan al mismo destino.

Como ya hizo en La sospecha o El hombre duplicado, Villeneuve entretiene lindo, bien y parejo. Incluso cuando a veces -por el tipo de temática que trata- se empantane un poco. Pero su film, como sucede a menudo con muchos otros, más que hablar por sí mismo, hablará a través de sus aplaudidores. Y es de seguro que se llevará las palmas de aquellos que vieron en las producciones de Nolan, películas fallidas.

La llegada (Arrival, Estados Unidos/2016). Dirección: Denis Villeneuve. Guión: Eric Heisserer, basado en un cuento de Ted Chiang. Con: Amy Adams, Jeremy Renner, Forest Whitaker, Michael Stuhlbarg, Nathaly Thibault y Mark O’Brien. 116 minutos. Apta para mayores de 13 años.

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