En poco más 20 años de carrera la cantora y compositora colombiana Marta Gómez grabó veintidós discos. El último se llama Bajo y voz y es un ejemplo de cómo con mínimos arreglos y sonoridades puede desplegar la belleza de su voz y sus melodías. Con sus letras con profundo sentido poético y un compromiso político bien marcado, Gómez se transformó en un emblema de la world music: en ella conviven ritmos folklóricos latinoamericanos y con el jazz, desarrollando un estilo que reúne referencias a Violeta Parra, Mercedes Sosa, Carol King, Chavela Vargas, Chabuca Granda y Liuba María Hevia, entre otras artistas que la marcaron.

-¿Cómo llegaste a la música?

-Crecí cantando en un coro desde muy chica, a pesar de que en mi familia nadie estaba relacionado con ese ambiente. Pero mi mamá siempre me dijo que desde bebé me gustaba la música, que me tranquilizaba. Entré en un colegio especial y allí ya tuve contacto con la guitarra todos los días desde que tengo memoria.

-De alguna manera, no lo elegiste.

-No. Se fue dando. Era duro, recuerdo con cariño aquel camino pero era duro. Es lindo cuando te cuestan las cosas, pero en ese momento hay que atravesarlo.

Mercedes Sosa.
Foto: AFP

-¿Por qué?

-Era una niña prodigio, de alguna manera, entonces todas las tardes a la salida del colegio iba a ensayar, imagínate que en los ochenta los padres no te preguntaban si estabas con ganas. Yo no podía ir a cumpleaños, no podía gritar, no podía trasnochar, porque a las siete ya tenía clase los sábados. Era un mundo muy sacrificado. Pero me dio una excelente base para poder hacer lo que hago.

-¿Quienes eran tus artistas referentes?

-Siguen siendo mis favoritos. Siempre escuche la letra y es lo más importante de las canciones. Por eso ni los Beatles, Bob Marley o Queen, fueron mis faros. Si me gustaban, pero yo quería letras en español. Ni siquiera en portugués. Mi influencia era en español. De chiquita me gustaba Mocedades o grupos como Mecano. Me gustaban las historias. Y luego conocí la trova cubana: Pablo Milanés y Silvio Rodríguez principalmente, pero también Liuba María Hevia y el dúo Gema y Pável, que fueron súper clave para mí.

Silvio Rodríguez.
Foto: Pedro Pardo / AFP

-¿Y de acá?

-El rock argentino es fundamental para toda Latinoamérica, sin dudas, sobre todo Fito, Charly y Spinetta.

-¿Sentís que hay algo en tus canciones de ellos?

-No tanto. Me siento más cercana a la trova cubana, pero me encantaba escucharlos. Están entre las cosas que pongo en casa. Como Víctor Jara, Violeta Parra y Mercedes Sosa. Ella tenía la voz más perfecta que escuché en mi vida.

-¿Cómo fue vivir en Estados Unidos?

-Obviamente en mi país había violencia, pero yo me fui sin escapar de nada, simplemente tuve la chance de ir a Berklee College of Music de Boston, la mejor universidad que un músico puede pedir. Tuve ese privilegio, porque mucha gente se fue de Colombia por otro tipo de historias, más dolorosas. En mi caso fue maravilloso, visto en perspectiva.

«Soy pan, soy paz, soy más», tema del último discos de Marta Gómez.

-¿Fue difícil irse?

-Era el ’99, fue un año durísimo, donde muchos emigraron. Mi tío estaba secuestrado por la guerrilla, yo no estaba del todo convencida de irme. Pero me fui igual, un poco a disgusto. Por suerte me convencieron.

-¿Estudiando en Berklee encontraste tu esencia?

-Sí, fui a mis raíces, conocí músicos argentinos, chilenos, latinos de donde se te ocurra, y me di cuenta que debía ir por ese camino. También me gustaba el gospel, pero imagínate que cuando llegué, escuché voces que me hicieron pensar que no tenía chance. Fue algo hermoso lo que viví.

Pablo Milanés.
Foto: Yamil Lage / AFP

-Ahora estás radicada en Barcelona.

-Antes de venir trabajé seis años en Nueva York, tenía mi banda, trabajamos bien y salíamos a otras ciudades. Pero la vida cotidiana es muy dura, la política, el racismo  y la violencia  es algo a lo que no me pude acostumbrar. No me veía, por ejemplo, teniendo hijos allí. Tuve el sueño de venir a la Argentina, pero no fue fácil. Entonces me invitaron a tocar a Barcelona, y fue amor a primera vista.

-¿Qué te atrapó?

-Era como una Buenos Aires, pero en Europa. Había algo que me hacía sentir cómoda, y tenía la chance de estar cerca de festivales, pude encontrar actividades con la palabra en mi idioma, participar de encuentro de poesías y relatos, algo que en Estados Unidos no se podía: éramos los africanos, los latinos y así. Eso me sedujo, poder ampliar mi universo y me fui.

-¿Extrañas algo de Colombia?

-La familia, la gente, pero al irme tan chica, no me pasa tan fuerte. Soy muy colombiana, pero aprendí a adaptarme y no extraño tanto. Ni la comida siquiera. De hecho, aquí en Barcelona hay bastantes restaurantes colombianos, y si fui dos veces es mucho.

Fito Páez.
Foto: David Becker / Getty / AFP

-¿Pero la arepa te tiene que gustar?

-Sí, pero cuando voy a Colombia de visita. Ahí si la como, sino busco los sabores de cada lugar. Viajo bastante.

-¿Te gusta cocinar?

-Sí, y siempre trato de ir aprendiendo. Ahora estoy haciendo unos ñoquis con pesto que le vi hacer a un cocinero argentino y me salen deliciosos. Pero es variado mi gusto. Hasta sushi sé hacer. Como en la música, me gusta experimentar.

-¿Cómo te llevas con el futuro?

-No me obsesiona. Tengo sueños y planes, pero no me estresa ni me amarga si no se concretan. Lo mismo con el pasado. Me gusta recordar momentos, pero no me da melancolía. Soy bastante del presente. De pensar con quién quiero estar para pasarla súper bien, lo mejor posible.

Gema y Pável.