“Es especialmente la transformación de salir de algo que se arrastra a algo que tiene la posibilidad de salir a la luz, ser más bella, volar; es una metáfora de evolución, que es lo que necesitamos en este tiempo”, define Walas a “Mariposa”, el tema que acaba de lanzar Massacre como adelanto de su nuevo disco, del que probablemente algo se escuche este sábado en el Teatro Coliseo, en una presentación que ya cuenta con las entradas agotadas (con el aforo permitido de entre 30 y 50 por ciento).

“Es lo que estamos haciendo en estos dos últimos años –completa–: estamos como hibernando, empollando, encapsulados y yo digo, simbólicamente, amordazados. Es nuestra obligación salir de ese capullo y ser mejores, más lindos, más bellos y volar hacia la luz.”

-¿Por qué amordazados?

-Me pongo más “conspira”: poco a poco nos fueron censurando, pauperizando la cultura; yo digo que el rock ya ni siquiera está en extinción, el rock está casi muerto, no quedan más lugares para los Lennon, los Dylan, los Neil Young, para los cuestionadores; y el barbijo es el símbolo de la mordaza. No es que sea antibarbijo, ni anticuarentena, ni antivacunas, pero es un flor de símbolo visual.

Como muchos otros, Walas prevé una salida de la pandemia con cierta euforia: “Va a haber un destape como fue la etapa post Franco en Madrid o la post dictadura acá. Esperemos que hayamos aprendido algo, entendido las lecciones que nos dio esta pandemia”. Y lo dice con la experiencia de quien pasó por el ojo de la tormenta: covid positivo con una semana volando de fiebre y otra internado y entubado (“no sabía ni qué día era ni a qué hora vivía”), que a su salida dio origen a un nuevo disco. “Ya teníamos un disco listo para salir a la cancha, y ahí se generó uno nuevo, con lo cual si quisiéramos podríamos publicar un disco doble.”

-¿Cuáles son las diferencias entre los dos discos?

-El hecho en pandemia es definitivamente más profundo, adulto, filosófico, quizás más oscuro aún de lo que fuimos siempre. En nuestras filas hay un psiquiatra, un existencialista, un creacionista, un evolucionista. No sé si no me gustaría sacar un vinilo doble con un disco que sea la prepandemia y el otro post pandemia. Pero por ahora vamos sacando singles.

-Tuviste covid en septiembre pasado. ¿Qué cambios ves entre aquella etapa de la pandemia y la actual?

-Creo que hubo dos pandemias. La primera fue la del 2020, un aperitivo, casi un juego: no entendíamos demasiado qué pasaba, entonces lo tomábamos medio en chiste. Fijate que el soundtrack era ese video de los negros que llevaban el ataúd con ese temita, y este año ya nos damos cuenta de que no es joda, los números son reales, las muertes son reales y cada vez más. Ese temita ya no suena en ningún lado. La primera fue casi para entender, para acomodarnos y casi celebrar un año sabático, que si no fuera porque estábamos fundidos y endeudados hasta las repelotas habría sido sabático. Ahora es un drama mundial.

-¿Y cómo se las arreglaron para grabar el disco en general y “Mariposa” en particular, teniendo en cuenta de que lo produjo Gustavo Santaolalla?

-Mirá, yo mucha bola al teléfono no le doy. Hay una cosa que me encanta que es salir a la mañana de mi casa y dejar el teléfono, y encontrarme con él a la noche. Es un ejercicio muy difícil porque estamos muy prendidos a esa bola con cadena que los gobiernos tendrían que dar gratis porque es un elemento de control: es como si los presos pagaran por la bola con cadena, entonces tuvieran una bola con cadena más de última generación y alta gama y otros una más sencilla. Un poco eso y después nosotros somos cinco y cada uno tiene distintas posibilidades con respecto a lo tecnológico. Algunos tienen cosas más modernas, por decir Pro Tools, y yo todo lo que tengo es analógico, que en una época era basura por antiguo y ahora es tesoro por vintage. Entonces nos complementamos de esa manera: yo tiraba cosas analógicas, todo muy valvular, y los chicos lo recibían con la última tecnología. Y encima tuvimos la posibilidad de trabajar a con Gustavo en Los Ángeles, que no sólo tiene un estudio, sino que tiene a su mano derecha, que es Aníbal Kerlper, hoy un productor e ingeniero de grabación y de mezcla muy prestigioso, que en los 70 acá estaba en Crucis, la mejor banda argentina de rock progresivo sinfónico.

-¿Cómo resultó esa relación?

-Con Santaolalla somos amigos, nos unen cosas por fuera de la música. Somos entusiastas de la física cuántica, la astronomía, la astrología, de los fenómenos paranormales, de los ovnis; todos esos temas nos unen mucho más que la música. Cuando nos juntamos a comer, yo pongo la paella, que hace una amiga (la mejor de la Argentina) y él trae los vinos de su bodega de Mendoza. Y después de comer vamos al living, donde tengo un mueble gigante lleno de vinilos y él empieza a revolver; y la verdad es que es una Biblia, escucharlo es aprender. Después empiezan las charlas un poco paranoides, muy chamánicas, un poco científicas, muy filosóficas, y siempre con la intención de ir hacia otra dimensión, de evolucionar, que es la meta de los seres humanos.

Foto: Prensa



En foco

Mariposa. Massacre anticipa su nuevo disco con este single grabado junto a Gustavo Santaolalla. La banda se presenta el sábado 3 de julio en el Teatro Coliseo (entradas agotadas).