La actriz italiana Gina Lollobrigida, eterna rival de Sophia Loren según los medios sensacionalistas, falleció hoy en Roma a los 95 años, luego de una carrera cinematográfica que le hizo ganar enorme popularidad en su país y que luego la proyectó a Hollywood y a otras locaciones.

Lollobrigida, que había buscado su destino en las artes plásticas y la fotografía, no sabía por entonces que iba a ser una estrella internacional, reconocida con galardones como los cinco premios David de Donatello que recibió por sus trabajos -dos de ellos honoríficos- , un Globo de Oro y con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.

Luigia o Luigina Lollobrigida nació en el municipio romano de Subiaco, el 4 de julio de 1927, y en los tiempos duros de la década de 1940 fue modelo fotográfica bajo el nombre de Diana Loris y recorría los estudios de cine -como lo hacía Anna Magnani para ubicar a su hija en el filme «Bellissima», de Luchino Visconti-, porque el hambre arreciaba y era necesario conseguir una ubicación.

En 1946, antes del concurso de Miss Italia, logró integrar el reparto de «Águila negra», dirigida por el nombrado Riccardo Freda, y luego rodó otras películas secundando a figuras como Silvana Pampanini, Aldo Fabrizzi, Folco Lulli, el barítono y actor Tito Gobbi, Raf Vallone, Amedeo Nazzari, Gérard Philipe y Martine Carol -en Francia-, hasta que en 1952 logró un papel protagónico en «Mujer por una noche», de Mario Camerini, señal de que su nombre y su presencia eran reconocidos por la industria.

Ese mismo año protagonizó «Otros tiempos», de Alessandro Blasetti, formando pareja con un nombre esencial en su futuro inmediato, Vittorio de Sica, junto a quien logró el batacazo de «Pan, amor y fantasía» (1953), de Luigi Comencini, quien volvió a dirigirlos en «Pan, amor y celos» (1954).

En 1949 se había casado con su segundo esposo, Milko Skofic, un prestigioso médico yugoslavo con el que estuvo hasta 1971 y fue padre de su único hijo, Milko Skofic Jr, y ya entonces era conocida en Italia como «la Lollo» y caratulada como «La mujer más más bella del mundo», como fue el título que rodó luego con Vittorio Gassman en 1955, ya en su plenitud.

«Fanfan La Tulipe» (1952), del francés Christian-Jaque, la unió en primera línea con Gérard Philipe, y en 1953 se trasladó a Gran Bretaña para filmar «La burla del diablo» a las órdenes de John Huston, junto a Humphrey Bogart, Jennifer Jones, que inauguró sus actuaciones en inglés, en Francia trabajó para Robert Siodmak en «El gran juego» (1954) y volvió a su tierra para rodar «La romana», de Luigi Zampa, y en 1957, en tierras galas filmó «Notre Dame de París», de Jean Delannoy, junto a los astros Anthony Quinn y Alain Cuny.

Ya en su apogeo, protagonizó la espectacular «Trapecio» (1956), de Carol Reed, en Estados Unidos, al lado de Burt Lancaster, Tony Curtis y Katy Jurado, y donde se decía que actuaba con su malla de acróbata que disimulaba hábilmente su avanzado embarazo; a ese filme siguieron «Anna de Brooklyn», con De Sica, y «La ley», de Jules Dassin, ambas de 1958 y en Italia, hasta que llegó la bíblica «Salomón y la reina de Saba» (1959, en Estados Unidos), de King Vidor, famosa porque durante la filmación falleció el titular Tyrone Power, que tuvo que ser sustituido por Yul Brynner con peluca.

Actuó asimismo con Frank Sinatra en «Cuando hierve la sangre» (1959, en Estados Unidos), de John Sturges, «Desnuda por el mundo» (1960, ídem), con Anthony Franciosa y Ernest Bognine, y «Tuya en septiembre» (1961, ibídem), de Robert Mulligan, con Rock Hudson y Bobby Darin, que arrasó en las taquillas del mundo.

Ya a sus 35 años era una estrella indiscutible y volvió a Italia para rodar «La belleza de Hipólita» (1962), junto a Enrico Maria Salerno y la cantante Milva, y cruzó a Francia para la suntuosa «Venus imperial» (1962), de Jean Delannoy, con Stephen Boyd, y otra vez en su patria protagonizó «Mare matto» (1963), de Castellani, que fue su encuentro con Jean-Paul Belmondo.

Al año siguiente estelarizó «La mujer de paja», de Basil Dearden, en el Reino Unido, junto a Sean Connery y Ralph Richardson, y «Hotel Paradiso» (1966), con Alec Guinnes, y en Hollywood volvió a formar pareja con Rock Hudson en «Marido a medias» (1965), de Melvin Frank, pero el éxito no fue el mismo de «Tuya en septiembre».

En el medio fue una de «Las muñecas» (1964), en el filme colectivo italiano dirigido por Comencini, Dino Risi, Franco Rossi y Mauro Bolognini, donde la acompañaban Elke Sommer, Virna Lisi y Monica Vitti más galanes de la época.

Se buscó la atención del público con títulos como «Yo, yo y siempre yo» (1965), de Alessandro Blasetti, con de Sica, Silvana Mangano, Marcello Mastroianni y Manfredi, «Noches placenteras», en la que actuaba con Gassman y Ugo Tognazzi, y «La amante italiana» (1966, en Francia), de Delannoy, con Louis Jourdan y Philippe Noiret.

A finales de la década de 1960 Lollobrigida comenzó a manifestar malestar por su carrera y su intención de dedicarse al fotoperiodismo: sus últimos aunque intensos trabajos fueron para Melvin Frank en Estados Unidos -«Buona sera, Mrs. Campbell» (1969) -, Bolognini en Italia – «Su apasionado noviembre» (1969) -, Jerzy Skolimowski en el Reino Unido- «El rey, la reina y el caballero» (1972), junto a David Niven- y en 1995 participó brevemente junto a otras figuras en un experimento de Agnès Varda titulado «Les cent et une nuits de Simon Cinéma». En los 80 participó en la serie «Falcon Crest».

Tras su alejamiento de las pantallas aportó toda su pasión a la fotografía y tuvo como modelos, entre otros, a Salvador Dalí, Paul Newman y Fidel Castro, pero su vida no encontró la paz. Tuvo algunos romances que no carecieron de escándalos, en particular el último, con su pareja Andrea Piazzola, 34 años menor, quien fungía como administrador de su amplia fortuna – 40 millones de euros – y terminó invadiendo su casa mudándose con otra mujer y su propia hija.

Hasta su propio hijo Milko Jr. y su único nieto, Dmitri, que no querían esperar la herencia a su debido tiempo, la acusaron de senilidad ante los jueces para quedarse con sus propiedades, pero estos dictaminaron, cuando Gina tenía 93 años, que estaba en plena capacidad de tomar decisiones.