Tras cinco años de ausencia –su última interpretación fue en La valija de Benavidez (María Laura Casabé, 2016)–, Norma Aleandro regresa al cine. Y también parece regresar al tema que, en cierta forma, ha coronado su prestigiosa carrera cinematográfica que la elevó a icono cultural: la lucha de la memoria contra el olvido. 

Si bien el ejemplo paradigmático es La historia oficial (1985), creación artística clave de la transición democrática y de denuncia de la violación a los derechos humanos, el tópico ya aparece desde sus primeros protagónicos tales como Operación Masacre (Cedrón, 1972), sobre los fusilamientos ilegales en los basurales de José León Suárez de ese otro Estado terrorista o la histórica Güemes, la tierra en armas (Torres Nilson, 1971). A su vez, atraviesa momentos inolvidables de su reconocida trayectoria como El hijo de la novia (Campanella, 2001) donde su personaje que padece Alzheimer puede leerse como la única manera soportable de transitar el neoliberalismo. 

En El secreto de Maró, dirigida por Alejandro Magnone, Aleandro se mete en la piel de una cocinera nonagenaria y solitaria, tan terca y malhumorada como fascinante, que deleita a los comensales con exquisitos platos típicos. Pero esta aparente pequeña historia es la excusa para dar cuenta de un tema largamente soslayado por la cinematografía argentina: el genocidio armenio. 

–¿Cómo fue la experiencia de regresar al cine y particularmente con un tema tan doloroso? 

–Me gustó muchísimo la película. Era difícil. El desafío era hacer una película amable de un tema siniestro y terrorífico como el genocidio armenio. Sobre todo, era un desafío que fuera una película amable. Pero eso es lo que logró Alejandro: hacer arte y algo bello de un tema muy terrible, tomándolo desde un lugar amable. Desde ese lugar de un pequeño club armenio que se va desintegrando porque los socios jóvenes ya no van, tampoco se anotan nadie en los cursos, o sea, realmente van hacia la ruina. Y a las personas mayores se les ocurren varias ideas para sostenerlo. Entonces mi personaje, Maró, va poniendo límites para que esas decisiones no afecten ni impliquen dejar caer a la cultura armenia, el espíritu con el que habían soñado para pensar el club. También tuve buenos compañeras y compañeros: Héctor Bidonde, Manuel Callau, Cesar Bordón, Florencia Raggi. Y, por supuesto, Lidia Catalano y Analía Malvido con las que hicimos juntas la mayoría de las escenas. Sostener el tema no fue nada fácil. Pero fue muy grato el trabajo de la filmación con gente tan linda. 

–A esta altura de tu carrera ¿qué te decide a optar por interpretar un papel? 

–No hay deseos de protagonismo, me decido por el carácter del personaje. Si me interesa el libro o una parte del libro que me conmueve o produce una emoción particular de la que puedo aprender algo. En este caso, me gustó el libro entero, me gustó el tratamiento que hace de un suceso tan doloroso para el pueblo armenio. Han pasado cosas terribles, todavía siguen pasando. Me termina de decidir la manera en cómo se cuenta la historia. Resolver en un guión un suceso tan difícil de contar por la dimensión del horror que hay detrás. A través de algo tan delicado y placentero como la comida o los testimonios de las personas mayores sostener la memoria activa, llevar adelante el club con una idea de la familia, una forma de vida y a la vez rescatar algo de ese pasado atroz que Maró ha tenido, mostrarlo para que no se repita. Pero mostrarlo levemente, sin llegar a lo grotesco. A mi parecieron muy buenas las decisiones de Alejandro. Realmente me encantó el personaje. 

–La siniestra frase atribuida a Hitler sobre el genocidio armenio parece dar cuenta también de la escasa producción artística local sobre el suceso a pesar de la numerosa comunidad armenia en Argentina. ¿La película es pionera en ese sentido? 

–Por lo menos yo no conozco ni desde la filmografía, ni desde la literatura argentina que se haya tratado el genocidio armenio. Lo que sé es por ciertas cosas que he hablado con gente de la comunidad, por cosas que me han contado y narrado, pero realmente no está difundido. Pero la película es mucho más que eso. Porque también narra la historia de la colaboración entre las embajadas para coordinar esa maravilla de reencuentros entre los armenios exiliados en la Argentina y los familiares que sobrevivieron en Armenia. Es una película que habla sobre la Argentina, porque hablar de Armenia es también hablar de nosotros, de nuestros antepasados y de lo que somos. Los argentinos somos un pueblo solidario y hospitalario que siempre ha recibido y protegido comunidades de otros países. Y lo sigue haciendo, recibiendo a gente que lo pasa mal en sus tierras por miserias o persecuciones y que se ve obligada a emigrar y viajar. Esto le pasó a los armenios y a tantas comunidades que llegaban y armaban sus clubes, sus restaurantes, su iglesia.

–¿Cómo construiste el personaje de Maró? 

–Leí cosas, el guión me ayudó mucho a llevarme al lugar de un carácter. Un carácter signado por una orden de su madre, tan rígida y terrible como es no llorar frente a la tragedia. Eso me pareció una manera muy interesante de contar un personaje. Maró está cumpliendo una orden muy difícil y con los años se le torna complejo y doloroso mantenerse en ese lugar. Y al final, logra salir de esa orden materna. Y ahí, bueno, estamos todos con ella. 

–¿Cómo influye la política en tus decisiones estéticas de aceptar un papel? 

–La política no tiene nada que ver conmigo. No es por ese lado que acepto o no a los personajes. No entendí bien la pregunta ni en qué sentido lo preguntás.  

–En el sentido de que la película, tanto como otras que protagonizaste tales como La historia oficial u Operación masacre tiene un gran compromiso político y con la memoria histórica.   

–Eso es parte de aceptar un guión por muchas razones. Primero, por estar bien escrito, bien armado, con un sentido de realidad, de relaciones entre los personajes, por formación de caracteres. Quiero hacer una aclaración: incluso cuando construyó personajes que se basan en personas reales como el de Gaby Brimer (en Gaby: una historia verdadera) o el de María Callas en Master Class siempre me importa el libro y los estudio como personajes de ficción. En este caso, la película te cuenta muchas cosas. Hasta donde algo puede ser complicado o posible para uno y para el otro. En todo caso, lo más complicado es lo que más me gusta hacer.   

–¿En la industria artística te fue todo más difícil o complicado por ser mujer? 

–No, nunca sentí una mala acción o algo de lo cual deba quejarme por el hecho de ser mujer. Puede que lo haya vivido y no me haya enterado, pero que me haya enterado no, en absoluto. Desde los doce años he pasado por diferentes situaciones laborales e interpretando desde lo actoral diversos caracteres. Pero nunca tuve que pasar situaciones abusivas de género que denunciar, esa terrible queja que hay en la actualidad. En algunos casos es verdad, en otros no. Es muy difícil de probar, pero es bueno que se sepa. En todos los trabajos, hay gente que tiene posibilidad de utilizar de manera malsana el poder, no solamente por el género, sino que se aprovecha de ese poder para maltratar o abusar del otro. De los dos lados, hombres y mujeres son capaces de hacerlo. Lo que está sucediendo con los varones es interesante a partir de las luchas que están protagonizando las mujeres para que tomen conciencia, ya sea por miedo o por lo que sea, pero que no vuelva a suceder nunca más. 

–¿Te sentís identificada en algunos aspectos con el personaje de Maró? 

–Me siento identificada con su lucha de no perder lo único que le queda a los que han salido corriendo de su tierra y han dejado no solamente muchos cuerpos queridos, sino también sus ideas. Me interesa mucho el personaje, aunque no tiene mi personalidad. De hecho, me gustan más los personajes que no tienen mi personalidad. Así juego más, juego a ser el otro. Por otro lado, Maró pasó situaciones definitivamente trágicas y sin solución. Pero intenté buscarle un lado simpático y la película si bien tiene poco de cómica tiene un sutil humor que tamiza todo. Siempre intento tamizar mi propia vida con algo de humor. 

–A lo largo de tu carrera, ¿con qué personajes te has sentido más identificada o más te ha gustado interpretar? 

–Bueno, hay muchos personajes (risas). Mary de un Largo viaje hacia la noche, un personaje de una oscuridad terrible, un personaje alucinadamente enfermo que sin embargo me abría la cabeza para pensar la vida de otra manera y gozar de otras cosas. También La señorita de Tacna, el personaje de Don Gil de las calzas verdes. Hubo un tiempo en que hacía mucho teatro español, mucho Cervantes. Pero, no tengo un gusto por un solo tipo de teatro. Me gusta el drama, la comedia, la tragedia también. Interpreté Medea que es hermosa de hacer, siniestra también. Muchos personajes, sobre todo variar, no hacer nunca nada parecido fue un lema para mí. Reconozco que me gusta mucho hacer humor, pero mayormente me convocaron para hacer dramas. «

El Secreto de Maró

Dirección y guión: Alejandro Magnone. Elenco: Norma Alenadro, Lidia Catalano, Analía Malvido y Florencia Raggi, entre otros. Estreno: 28 de octubre, en cines.

Una forma de empezar a saldar una larga deuda

“¿Quién se acuerda hoy en día del exterminio a los armenios?”. No por remanida y poco creativa, la pregunta retórica pronunciada por Adolf Hitler en su discurso de agosto de 1939 frente a las tropas de las SS ha perdido vigencia. En efecto, el genocidio perpetrado por el Estado turco contra la comunidad armenia entre 1915 y 1923 –que tiene el triste honor de ser el primer genocidio del siglo XX y cuyo número de víctimas se estima que supera la escalofriante cifra de 2 millones de personas– es una ominosa evidencia de que los crímenes más brutales pueden ser ocultos, silenciados o camuflados.
El secreto de Maró viene a saldar una larga deuda de la cinematografía argentina. Y lo hace en principio lateralmente a través de una pequeña historia: la de la resistencia de Maró, secundada silenciosamente por su dúo de compañeras féminas –genialmente interpretadas por Lidia Catalano y Analía Malvido– para conservar el restaurante de comidas típicas de un club armenio. Pero no por ello la película renuncia a su costado testimonial, dejando constancia de los asesinatos, las torturas y las persecuciones.
En El libro de la risa y el olvido, el escritor checo Milan Kundera escribe que la lucha contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido. El secreto de Maró es una ficción que, entre otras cosas, da cuenta del poder subversivo que tiene la memoria de las personas mayores. Y también de las posibilidades ocultas y emergentes de una existencia truncada por la tragedia y una orden maternal. Cuando en la escena final, debido a diversos hechos, Maró escapa a esa orden, Norma Aleandro vuelve a demostrar que la excepcionalidad de su actuación no parece de este mundo y que el arte tiene ribetes divinos.