Anclada en alguna parte del turbulento 2001, esta historia remite a nuestro pasado reciente y encuentra un paralelo tajante con nuestro presente más vinculante. En ese contexto, donde no falta una muerte bajo circunstancias sospechosas junto a relaciones  turbias y silencios permanentes, el director Alberto Masliah decidió situar a El sonido de los tulipanes, su sexto largometraje del que bien podría decirse que cualquier parecido con la actualidad no es pura coincidencia, aunque se trate de una ficción hecha y derecha.

Protagonizada por Pablo Rago (interpretando a Marcelo, un escritor devenido en periodista de investigación) junto a un elenco en el que resaltan Roberto Carnaghi, Gerardo Romano, Gustavo Garzón, Atilio Veronelli y Calu Rivero, entre otros, la trama que llega este jueves a los cines locales se ubica dentro del género policial, al mismo tiempo que devela no sólo la pésima relación existente entre padres e hijos de distintas generaciones, sino también la acción e influencia de los medios masivos de comunicación en la vida social y política de quienes habitan su rango de influencia.

Es sabido que estrenar una película en la Argentina remite siempre a un acto de esfuerzo por demás titánico. Tal vez por eso, Rago se muestra feliz por haber llegado a una instancia en la que muy pronto todo el trabajo de un equipo será sometido a la consideración de los espectadores. «Lo primero que se me ocurre decir es que estoy contento con haber hecho esta película –destaca Rago–. Es un motivo de alegría que se estrene porque la filmamos en 2017 y pasaron más de dos años desde aquello. La verdad es que no entiendo cómo los directores, en este caso una persona como Alberto, se siguen sometiendo al sufrimiento de filmar una película. Porque hacer las tomas es la parte más divertida y más agradable de todo el proceso, pero después vienen instancias muy engorrosas y desgastantes».

–¿Pesó tenerlo como director a Alberto Masliah para dar tu conformidad al proyecto?

–Cuando nos conocimos para hacer esta película me di cuenta de que Alberto era un hombre de cine. Fue una persona que generó en el proceso del film un ambiente muy particular, más allá de su calidez como responsable del proceso. Es alguien que tiene su carácter y a la vez lo que hizo con los actores fue algo poco usual: nos supo llevar a todos de la mejor forma. Se trata de un director que tenía muy claro lo que quería contar y filmar, y lo transmitió de la misma manera. Su compromiso con el laburo y con todo el equipo que estaba trabajando fue muy valioso, así que sentí que en la filmación habíamos logrado algo importante.

–¿Cómo llegás a la película?

–Estoy seguro de que llegué a la película porque se habrá caído otro actor y me llamaron a mí (risas). No recuerdo en qué estaba específicamente, pero en el primer encuentro que tuve con Alberto, donde me contó la película, ya me había parecido buenísimo todo el proyecto. Además de eso, ahí me enteré de que su hijo (Iván Masliah) iba a ser mi hijo en la ficción y eso me pareció entretenido, sobre todo porque sentí que había confianza. Tengo la costumbre de elegir los proyectos para cine según la onda que tengo con el director, incluso elegí hacer películas sin leer los guiones, sólo motivado por lo que me había pasado con el director. Para mí es fundamental ese primer encuentro donde hay mucha energía.

El sonido de los tulipanes tiene mucho de policial novelesco. ¿Coincidís?

–A mí me pareció muy interesante porque no había tenido la posibilidad de hacer un policial como este hasta el momento. Nunca había leído un guión que me atrapara tanto al instante. Incluso, la primera versión estaba tan bien escrita que me sigue pareciendo que pudo salir al mercado como una novela.

–No siempre se da la posibilidad de contar con un elenco de este tipo. ¿Pesó esa instancia para confirmar tu participación?

–Eso para mí fue espectacular. Pero también me encantó trabajar con Iván porque yo tenía que hacer de padre y generar un vínculo fuerte como él, de padre e hijo. Admiro a Romano y me encantó volver a trabajar juntos, porque más allá de conocerlo hace muchos años siempre me pareció un actor extraordinario, sobre todo porque tiene una verdad delante de la cámara y la misma fuera de ella: algo que me parece admirable. De parte de todos ellos me sentí muy respetado, y más allá de los años que hace que me dedico a esto, estar protagonizando una película con un elenco tan grande y que me respeten como lo hicieron es algo que me hizo sentir muy cómodo. La verdad es que eso contribuyó a hacer más linda esta experiencia.

–A tu personaje es posible abordarlo de varios lados. ¿Qué te atrajo de Marcelo?

–Lo bueno de interpretar a Marcelo es que tiene mil puntas. En la ficción yo no tengo una buena relación con mi hijo y eso es muy bueno para poder representarlo. Por otro lado, hay algo de mi relación con mi padre en la vida real que encuentra puntos de contacto con la historia. Como adulto hay cosas que voy entendiendo mejor a medida que pasa el tiempo, y esta película tiene algo de eso. Porque cuando te volvés grande comenzás a dejar de ser hijo para ser padre, y comprendés situaciones que cuando eras pendejo no las entendías. Ese factor me pareció muy piola para representar porque, por más que se tratase de una ficción, había puntos en común con lo real.

–Interpretás a un periodista que busca datos para resolver el nudo que plantea la película. ¿Averiguaste algo de métodos de investigación en el ámbito de la prensa gráfica?

–Yo había interpretado en el pasado a un periodista para una serie que hicimos en Pol-ka. Ahí nos metimos bastante en el tema y recuerdo que tuvimos reuniones con periodistas de un diario para que nos contasen cosas de su día a día. Eso fue como en el 2000, pero siento que esa parte del periodismo tiene como una cosa de investigador o espías que te da la pauta de la existencia de un mundo muy interesante, sobre todo porque existe una intriga que te llama. Siempre da la impresión de que los límites son muy difusos y no conocés muy bien quiénes son los buenos o de qué lado se ponen los periodistas. Eso es algo que estamos viviendo mucho en nuestros días, hoy no sabemos quién es espía o quién es periodista. Todo lo que sucede ahora es muy interesante con respecto a la información.

–Desde la ficción, películas como esta pueden ser útiles para dar cuenta del accionar de los grandes medios en torno a la manipulación de la información. ¿Lo observás de esa forma?

–Sí, absolutamente. Si bien la historia está enmarcada dentro de la ficción, cuando uno traslada a la realidad, sobre todo por lo que pasa en nuestro día a día, realmente es algo sorprendente. Da un poco de susto que los grandes medios de comunicación nos manejen la vida de la manera en que lo hacen diariamente. Eso es algo que pude ver entre mi familia, amigos y conocidos.  «



El sonido de los tulipanes.

Dirección: Alberto Masliah. Actúan: Pablo Rago, Calu Rivero, Gerardo Romano, Roberto Carnaghi, Iván Masliah, Gustavo Garzón y Atilio Veronelli. Estreno: 11 de abril.


El difícil momento de la cultura

Las políticas oficiales restringen cada vez más recursos hacia el mundo del cine, motivo suficiente para que el sector se encuentre en constante alerta. A Pablo Rago no le escapa ese factor y enseguida se muestra preocupado por todo lo que sucede en ese ámbito. «Todos los que participamos del mundo del cine, teatro, televisión y de la cultura en general estamos sintiendo una falta de apoyo, sobre todo porque en algún momento lo tuvimos. Si me guío por los recuerdos, los gobiernos de nuestro país no ofrecieron su apoyo como lo hizo el de Cristina Kirchner durante sus dos mandatos. Tal vez si hubo fue algo parecido durante una parte del gobierno de Alfonsín, con la llegada de la democracia, pero no más. Esto que estoy diciendo no significa que uno tiene una cuestión partidista tomada. Siento que la madurez me hace dar cuenta de que a la falta de ayuda la sentimos porque estuvimos acostumbrados a tenerla. Hoy los directores que estrenan terminan haciéndolo como pueden, porque nadie quiere guardarse su película en la casa. Todo es muy terrible para el cine argentino y me da mucha tristeza», concluye.