Rosario Ortega es cantante, compositora e integrante de una estirpe de artistas que han dejado su huella aquí, allá, y en todas partes. De su crianza entre los Estados Unidos y la Argentina, la hija menor de Palito y Evangelina Salazar no sólo consiguió una atinada educación bilingüe, sino que fueron además las propias experiencias de sus hermanos en distintos metiers del espectáculo, el pan cotidiano de su vida. Aunque de chiquita -cuenta- se dormía en los recitales de su papá, los años parecen comprobar que las cartas estaban echadas. Cumplidos los veinte abriles, su voz ya sonaba en películas (como en el soundtrack de The Hottest State, del que participaron Cat Power y Norah Jones), luego en el grupo de electro pop criollo Entre Ríos, y desde 2011, nada más ni nada menos que en la banda  de Charly García. Como solista lanzó los discos Viento y sombra (2012) y Otro lado (2020), y en el último tiempo viene adelantando singles de su proyecto homenaje a la música de los ‘90, entre ellos, “Cómo te extraño mi amor”, de Leo Dan y “Tú”, de Shakira. En el medio de todo eso, fue parte del grupo Meteoros, con Cachorro López y Ale Sergi, y varios proyectos más. ¿Mucho trabajo? Puede ser, pero Rosario tiene un secreto un poco a contrapelo del espíritu hiperactivo de la época: hacer (casi) todo lo que pueda desde la cama.

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-Para una “ciudadana del mundo” como vos, ¿cuándo garpa decir que sos argentina y cuándo hacerte “la gringa”?
-Ser argentina garpa en todos lados, pero haber nacido en EE UU es un buen dato de color.


-Hagamos un flash de memoria emotiva: ¿qué fue lo primero que te asombró de chiquita al llegar de Miami? -Cuando llegué fui directo a Tucumán, y fue un cambio cultural enorme. Me acuerdo que me impresionaba la casa donde estábamos, viejísima, y con un parque gigante. Y también me llamó mucho la atención la tonada tucumana. Yo era chiquita y sólo conocía cómo hablaban mis hermanos y un poco el inglés. Todo era nuevo.


-¿Qué es lo mejor de crecer en una tribu tan grande?
-Cuando tenés muchos hermanos no te aburrís nunca y siempre tenés a alguien para llamar, acercarte, es bastante acogedor. Y también los problemas están un poco más repartidos.


-¿Qué cosas te sacan?
-La gente que se queja de todo y critica mucho. Lo burocrático también.


-¿Vivís con algún ser no humano?
-Dos gatas: Mancha e Ikea.


-Un ídolo de la infancia, uno de la juventud, y uno de la actualidad.
-De la infancia, Xuxa; de la juventud, me moría por (Andrés) Calamaro; y ahora, creo que son mis amigas y mujeres cercanas que sobreviven a momentos difíciles. Valoro más a la gente que tengo cerca.

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-¿Cuál es el souvenir más viejo que guardás?
-Cartas de mis amigas de cuando éramos chiquitas, y agendas viejas. Me encanta mirar todo eso de vez en cuando. También guardo un mechón de pelo que tenía mi mamá desde mi nacimiento, el primer diente que se me cayó, esas cosas que conservó ella, y me parecen un flash.


-Según tu experiencia viajera: ¿se aprende alguna vez a calcular lo justo para meter en una valija o es una misión imposible?
-Un poco se aprende, pero es difícil llegar al punto en que nunca te falta o sobra nada.


-Y en la vida: ¿tenés algún truco para llevar la “mochila” lo más liviana posible? -Todavía lo estoy aprendiendo eso. Me gusta meditar, me distiende mucho y lo siento como un descanso.


-¿Tu primer recital?
-Seguramente los primeros fueron de muy chiquita, los de mi padre, donde me quedaba dormida.

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-¿Y uno de los últimos a los que fuiste?
-El de C. Tangana, por ejemplo.


-¿Un libro o película para recomendar?
– Una película: Me and you and everyone we know, de Miranda July.


-¿Tu lugar favorito de la casa?
-La cama, obvio. Me gusta leer ahí, comer, meditar, hablar por teléfono, además de dormir, que me encanta. Me copa el momento de meterme en la cama después de un día de mucha actividad.


-¿Con qué cosa no podés evitar colgarte o preferís delegar?
– Los temas administrativos.


-¿La mejor invitación que pueden hacerte?
-A comer a un restaurante increíble al que no haya ido, porque me enloquece comer rico.

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-¿Y la peor?
– Ir a un lugar donde haya demasiada gente y ruido.


-¿Cómo es un día rutinario en tu vida?
– Me levanto, intento meditar si tengo tiempo, desayuno mientras me pongo al día con cosas, contesto mensajes pendientes… Tal vez ensayo, me encuentro a hacer música con gente que esté trabajando.


-Hasta ahora, muy de cumplir el asunto.
-Pero algunos otros días juego al tenis, o voy a pilates, intento cruzarme con alguna amiga o con mi hermana. Cocino algo y a la noche leo, o miro alguna serie. Igualmente son distintos todos mis días


-¿La fantasía más lejana de la realidad que te encantaría cumplir?
– Poder revivir momentos puntuales de mi niñez.