Puan, la película de Benjamín Naishtat y María Alché, es una de esas raras avis que, mientras alcanza premios en los espacios de mayor prestigio del séptimo arte -Grand Prix a la Mejor Película en el Festival International du Film de La Roche-sur-Yon, Concha de Plata como Mejor interpretación protagonista para Marcelo Subiotto, Mejor guion, premio del jurado en San Sebastián, entre otras-, cosecha éxito de público.

A su vez, se está transformando en ícono de batalla cultural frente a los embates discursivos de un sector contra la educación pública. Cuando es proyectada en ambientes universitarios, produce un clima y una efervescencia semejante a una marcha de orgullo de la universidad pública. En la ficción, Marcelo Subitotto es Marcelo Pena, el docente de la Universidad de Buenos Aires que se pone al frente de la defensa de ese derecho universal que el poder de turno pone en riesgo.

-Está tan bien retratado que no puedo más que preguntarte ¿Tenías relación o cómo te aproximaste al universo particular del Puán real?

-El universo de Puan ya venía bastante narrado en el guion y en las charlas que tuvimos con los directores, porque los dos tienen o tuvieron contacto con la facultad. Benjamín es hijo de un profesor de Filosofía y María Alché había pasado en su momento por la facultad. Yo también había tenido alguna que otra experiencia un poco cortita por esa alta casa de estudios. Entonces, había un reconocimiento, aunque no demasiado cercano con el lugar. Con respecto al personaje, trabajamos con un par de profesores de filosofía que nos organizaron las clases que teníamos que dar, que nos explicaron cuáles eran los contenidos que teníamos que impartir, incluido el papá de Benjamín, que me preparó para la clase de Heidegger. A mí eso me sirvió mucho para observar a estos profesores y empezar a pensar un poco en la particularidad que tienen, en las situaciones que yo iba a tener que atravesar como profesor de filosofía en esta comedia e incluso las situaciones más cotidianas.

-¿Cuál es el derrotero de tu personaje y por qué pensás que logra la empatía y la identificación de un público que pudo no haber pasado por la facultad?

-Durante toda la película, Marcelo, mi personaje, está atravesando un duelo que le va a generar muchas preguntas y contradicciones. La muerte de su amigo, su mentor, su colega va a producir un efecto espejo. Él va a mirar en esa pérdida el reflejo de su propia vida. De alguna manera no le queda más que mirarse a sí mismo y él va encontrándose en esa mirada. Se va a dar cuenta de que, en cierta forma, se fue quedado dormido, que le han quedado cosas en el camino, que hace mucho tiempo que ha dejado de preguntarse por sus propios deseos. Eso lo lleva por un camino bastante angustiante y existencial. Y creo, que ese es el punto en común con cualquier espectador que lo esté mirando porque casi todos en algún momento no sentimos así.

-¿Cómo pensaste la composición de tu personaje en relación con el problema de la resistencia por la defensa de la universidad pública, tema tan en boga en la actualidad?

El guion llegó a mis manos hace más de cinco años. Aunque la educación pública parece que siempre está en crisis o en cuestión, en ese momento no atravesaba una crisis mayor o menor. Digo, hace décadas que es un lugar que está en crisis, como muchas otras instituciones: la salud, la familia, y otras. Pero no estábamos en el momento en que estamos hoy, que está relacionado más o menos con lo que se va diciendo discursivamente un actor en este proceso eleccionario que pone en primer nivel la problemática de la educación pública o peor, promete la desaparición de la universidad pública. Entonces ¿qué quiero decirte con esto? Que no es que tenía que ir hacia algún lugar o hacia otro. Vivimos ese constante peligro de las instituciones públicas frente a la falta de presupuesto a la educación, a las escuelas, a las cuestiones edilicias, a los problemas que ya todos conocemos. Así que no hacía falta referirme a la problemática desde una visión actual. Yo soy alumno de la educación pública, me formé en la primaria, en la secundaria, en el terciario. Mis hijos fueron educación pública y yo tengo contacto bastante cercano con eso, así que esa problemática la he vivido en mi propio cotidiano. Tampoco puedo dejar de evocar las grandes movilizaciones en defensa de la educación pública en pleno neoliberalismo de los años noventa.

Vista a la luz de lo que pasa hoy ¿qué lecturas y efectos políticos tiene la ficción?

-Me parece que un mérito que tiene la película y que la hace muy rica, es que no hay una sola mirada, que no tiene una sola entrada, ni un discurso cerrado. Lo que aparece político es un reflejo de ese entorno académico, pero puede pensarse en sentido más global de todo lo público. El espectador puede ver cómo viven esos profesores, cuáles son las problemáticas que tienen y cómo cada uno de ellos intenta enfrentarlos. Y a partir de esa mirada de espectador, vos podrás sacar tus propias conclusiones, tus nuevas miradas, tus acuerdos o no. Más que cerrar un concepto, la película abre un debate.

“Puan” atraviesa diversas emociones y géneros ¿cuál fue la secuencia más divertida y cuál la más conmovedora en el proceso de filmación?

 -La más divertida, porque la buscamos hasta el final y se terminó de decidir en edición es la de la fiesta en la casa de esta mujer de dinero donde Marcelo va a dar clases de filosofía para sumar un mango a su sueldo mensual. Fue muy divertida porque la verdad es que nunca terminamos de tener la decisión final de qué era exactamente lo que íbamos a hacer. Así que hicimos muchísimas cosas, improvisamos chistes filosóficos, hicimos canciones, hicimos juegos, hicimos todo lo que después en la película se ve editado y organizado y que es una particularidad del cine tener mucho material y después terminar de definir cómo va a ser esa escena. Se va a contar a través de la edición, pero estuvimos dos días metidos en esa fiesta y fue muy divertido. Todo lo que pasó y todo lo que pasaba con todos los que estábamos en ella. Probablemente para el espectador termine siendo patética o tragicómica. La más conmovedora es la de la clase en la Escuela de arte de adultos sobre la muerte en el que el profesor se implica personalmente por razones obvias. Lo que sucedió ese día cuando lo hicimos fue muy parecido a una clase. La verdad es que la gente que participó de la película, que tengo que decir que es otro de los aciertos, es que los alumnos que hacen alumnos de Puan son alumnos de Puan. Los alumnos que hacen de alumnos en esa escuela son alumnos de esa escuela. También la gente que se ve al final de la película en Bolivia son intelectuales, estudiantes, actores, gente del espacio cultural boliviano. De esa manera se armaron escenas que por momentos adquirían el tinte casi documental porque estaba sucediendo algo de verdad. Y en esa clase, con estos alumnos de la Escuela de arte adultos, sucede algo conmovedor que es que ellos se empezaron a meter mucho en el tema y muchas de las participaciones que están de ellos son de ellos, sucedieron ese día y se lo tomó. Fue muy emotivo eso.

Subiotto y Sbaraglia, las dos miradas de Puan.

-En función de las luchas actuales por la educación pública ¿qué lugar puede llegar a ocupar la película?

-Ahora la película de alguna manera nos abandona y nosotros, como creadores dentro de ella, tenemos que aprender a soltarla. Quiero decir con esto, que cada uno tomara de la película lo que entiende, lo que lo conmueve, lo que lo moviliza. Y a partir de ahí organizará su mirada. Es riquísimo que suceda eso con un objeto artístico. Porque me parece que lo que no tiene que suceder es que se pretenda que se diga lo que digo, lo que a mí me interesa o lo que guionistas y directoras digan o les interese. Me parece que cuando una obra de arte moviliza en los lugares más recónditos de lo de lo humano y lo social y de lo político, y te cuestiona y te lleva al pensamiento logra su propósito. Ese es el sentido de la obra de arte en una sociedad. Creo que esta película cuestiona, moviliza e invita a pensar.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

-Por un lado, en este momento estoy trabajando en las filmaciones de “El Eternauta”. No te puedo decir el papel. Por otro lado, en octubre voy a Japón con el espectáculo “Los años” de Mariano Patti, que hicimos una temporada en el Teatro San Martín. A partir, de la primera quincena de noviembre voy a participar en el Festival de Otoño de Madrid con la obra Encuentros breves con hombres repulsivos, que es una versión y dirección de Daniel Veronese, sobre un texto de David Foster Wallace  

Puan

Dirección y guion: María Alché y Benjamín Naishtat. Elenco: Marcelo Subiotto, Leonardo Sbaraglia, Julieta Zylberberg, Alejandra Flechner, Cristina Banegas, Camila Peralta, Andrea Frigerio, Héctor Bidonde, Mara Bestelli, Lali Espósito. En cines.