El estado de nostalgia posmoderna en que vivimos y en que se producen la mayoría de los productos culturales es una contradicción difícil de sostener. Por un lado, nuestra cultura privilegia lo presente y lo inmediato. Es fácil ver como un hecho monopoliza la agenda mediática, para pasar a ser reemplazado fácilmente por cualquier otro, o como la cultura del “vivir el momento” fomenta una mirada hedonista del presente, que borra el pasado, y anula el futuro o lo desarticula. Pero, por otra parte, vivimos tal vez en la época más excesivamente nostálgica en sus producciones culturales, la más proclive a la retrospectiva, y tal vez, la más incapaz de generar auténticas alternativas, ya sea a los modelos económicos y políticos, como a las producciones culturales. El reconocido crítico cultural Fredric Jameson identifica esta antinomia temporal como una paradoja que debemos tener presente a la hora de hacer cualquier análisis crítico de las producciones culturales posmodernas y posfordistas. Dentro de este contexto y como plantea el teórico cultural Mark Fisher a modo de metáfora, todos somos Leonard, el personaje principal de Memento, y consumimos diversos pastiches como si fueran producciones nuevas u originales, ya que es imposible mantener una coherencia histórica debido a la amnesia posmoderna que padecemos. Pocas épocas han sido tan nostálgicas como esta y han mercantilizado tanto el pasado, sin generar nada nuevo a futuro –no es casual que producciones cargadas de guiños ochentosos, tengan el éxito que tienen–. En ese contexto, 26 años después de su primera aparición, Scream vuelve a tener otra parte en su saga.

La nueva versión de Scream, no es un remake de la original, sino una continuación de la saga, que tiene lugar directamente después de los acontecimientos de la cuarta entrega de 2011. En esta oportunidad, y a diferencia de las cuatro anteriores, no es el mítico director del género, Wes Craven, quien dirige –falleció en 2015, a los 76 años–. Si bien el reparto es el mismo, sus escritores no. La saga original, fue planteada como una trilogía, pero 10 años después de la tercera parte, se sumó una cuarta entrega. Si bien a esta cuarta parte le fue mejor que a sus predecesoras (Scream 2 y Scream 3) no tuvo demasiado éxito, y más que reactualizar la original de 1996, retomó los mismos elementos y desarrolló una historia poco original. Once años luego, y sin Wes Craven a la cabeza, la historia sigue. Los hechos transcurren directamente después de Scream 4, y la única actualización a la vista es una serie de clichés tecnológicos como las cerraduras de las casas controladas por smartphones, o la posibilidad de googlear las respuestas a la trivia del asesino, con este al teléfono. Fuera de esto, se repite todo. El grupo de adolescentes hegemónicos, la gran revelación de la identidad del asesino, el vínculo familiar, el lugar de los hechos, las reglas, las apariciones repentinas por fuera de cuadro. Es la misma película, una y otra y otra vez, desde hace 26 años. Para algunas y algunos críticos, la película abraza sin titubear lo que es: una “recuela” —incluso uno de los personajes explica esto al público para poder entenderlo—. La recuela puede entenderse como un reinicio de saga, un híbrido entre remake y secuela, que no llega a ser ninguno de los dos. El personaje de Dewey (David Arquette) trata de convencernos de que “algo se siente distinto”, pero la verdad es que no. La película es un verdadero museo de recursos desgastados.   

Incluso Scream (1996) es una película nostálgica con respecto a las grandes producciones del cine slasher de los años ‘70 y ‘80. Se mencionan en esta a Carpenter y su Halloween, a Wes Craven —también director de Scream— y su Pesadilla, a Cunningham y su Viernes 13 o a Friedkin y El Exorcista, como clásico de terror, pero no del mismo género. Scream se reía de ella misma, y aludía a todos los clichés clásicos del género. La película de 1996 ya era un gran pastiche posmoderno, ¿cómo puede ser que en el 2022 suceda lo mismo? Esto, y el hecho de que a tres días de su estreno sea la película que más recaudó en lo que va del 2022, solo se explica si se tiene en cuenta que el consumo cultural actual se caracteriza por la falta de alternativas verdaderas. Convivimos con un sinfín de películas que toman elementos diversos y los combinan para que el resultado parezca una creación original. En esta época de canibalización de estilos pasados, lo nuevo y alternativo tiende al fracaso, la historicidad se debilita, y las propuestas conservadoras triunfan por sobre el futuro. Para Mark Fisher, “una cultura que solo se preserva, no es cultura en absoluto” y, además, todo objeto cultural “pierde su poder una vez que no hay ojos nuevos que puedan mirarlo”. Solo a partir de una mirada nostálgica, es posible darle algún valor a este film.     


Scream

Dirección: Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett. Elenco: Neve Campbell, Courteney Cox, David Arquette, Marley Shelton, Melissa Barrera, Jenna Ortega. En cines.