“Yo quise ser blanca”, recuerda Sandra Hoyos, feminista y miembro del colectivo Identidad Marrón. “Ahora pienso ese deseo como algo muy doloroso, porque fue negar lo que soy, no reconocerme como mujer marrona, deseable, hermosa, que puede ocupar el lugar al que aspire, ser universitaria, con los mismos derechos que otras mujeres”.

En los últimos tiempos surgieron, como si hubieran existido siempre, pero con las ganas y la voracidad del dragón en el año nuevo chino: banderas feministas con reivindicaciones que antes se oían bajito, si es que se oían. Las que exigen por las mujeres campesinas, las de los conurbanos, las descendientes de pueblos originarios, “las que no bajamos de los barcos, pero siempre estuvimos aquí”, dicen.

La duda es si, en la práctica, existen un feminismo blanco, hegemónico, y uno marrón.

Hoyos tiene 46 años, es licenciada en Política Social y diplomada en Géneros y Política de Participación, vive en el municipio de Malvinas Argentinas, donde es asesora de Mujer, Niñez y Adolescencia y se desempeña en el Departamento de Diversidad Sexual y Género.

También es parte del Colectivo Identidad Marrón y dice que “existe un feminismo marrón porque es difícil desarmar la especicidad. No se trata de enfrentarnos, se trata de reconocernos y reivindicarnos. Por ejemplo, yo soy miembro de la mesa de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, pero soy mujer conurbana y marrona y entiendo que, hasta ahora, hay un micrófono hegemónico que reivindica las luchas feministas, que suele hablar de nuestros derechos como si nosotras no pudiéramos hacerlo, como si no estuviéramos acá; y sí, lo estamos. A 40 kilómetros, en mi caso, y construí y construyo, pero desde el territorio, construyo los feminismos comunitarios, periféricos”, explica.

“Hablar de un feminismo homogeneiza una misma experiencia y deja de visibilizar aquellas otras cosas que podamos nombrar feministas, pero que ni siquiera sus protagonistas así lo mencionan. Hay experiencias comunitarias que veo profundamente feministas, como las tareas de cuidado o el trabajo de servicio doméstico que en general lo hacen mujeres de sectores del Conurbano bonaerense y donde se expresan todas las inequidades no solo de género, sino de clase, y le podemos agregar la etnia”, asegura.

Construir unidad feminista

Lis Díaz, concejala de Tres de Febrero y secretaria de Género de Moreno, chaqueña, nieta wichi, habla del fenotipo, de la cultura que solo visibiliza como “algo bueno y bello a lo eurocentrista. Lo blanco y hegemónico que monopolizó las voces”.

Sin embargo, asegura que “a partir del trabajo de las organizaciones sociales y las discusiones que vienen dando las trabajadoras de la economía popular, ese micrófono se fue ampliando” y que “hoy existen muchos feminismos que tienen la virtud de saber que solo construyendo unidad y generando una agenda en común se generan los grandes cambios”.

Dora Barrancos es socióloga feminista y asesora presidencial. Además, es doctora en Historia por la Universidad Estatal de Campinas; fue directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) e investigadora principal del Conicet. Dijo a Tiempo Argentino: “No podemos darnos el lujo de tener oposiciones con ofuscamientos”.

Dora Barrancos.

“¿Qué son las personas blancas? ¿Qué son las personas mal llamadas amarillas? ¿Todas pensamos y somos iguales?”, se pregunta Barrancos. “Estamos hablando de millones de mujeres; no podemos hacer homogéneo a ningún grupo humano. Por eso digo que hay que reconocer las diferencias; hay feminismos que tienen especializaciones y que deberían convocar a una gesta común. La diversidad es un maravilloso paradigma”, agrega.

La duda es si hay una postergación dentro de “las marronas”. Barrancos dice al respecto: “Yo no puedo abogar una separación étnica en los feminismos. Ahora, sí, hay que dar cuenta de las postergaciones y olvidos. No es casualidad que nuestras compañeras marronas estén más disgregadas, porque hay conjunción entre pobreza y amarronamiento. Debemos hacernos cargo de reivindicar los derechos de las más despojadas sacando a los territorios de la desigualdad, lo que implica una redistribución de la riqueza y con compromiso de la sociedad civil”.

Barrancos plantea “una enorme sororidad en donde sea posible constituirnos, con nuestras complejas diferencias, en una unidad para el reclamo de derechos y, así, avanzar en un sistema democrático paritario”. Y agrega: “Sucede que nos falta, aún, mucha sororidad”.

A la socióloga se le encienden los ojos: “Sería doloroso que las diferencias étnicas y las oposiciones no se encuentren para reivindicar los derechos de todas porque, separadas, se pierde fuerza. Cuando se presenta la unidad se logran reivindicaciones históricas que incluyen a todas, como la ley del derecho al aborto legal”.

¿Cuál es color del feminismo? Preguntó Tiempo a sus entrevistadas: «Del color del arcoiris», «de todos los colores que entran en una bandera», coincidieron. «

Las demandas marrones

Que tire la primera piedra quien no haya dicho alguna vez “medias color piel”. “El racismo es violencia contra nuestros cuerpos”, explica Hoyos. Lis Díaz se refiere a “la visibilización de nuestras tareas, de nuestra construcción política; existe un racismo que permite que, en Argentina, muchas veces naturalicemos la falta de personas marrones en lugares visibles. Pero hoy cada vez somos más las compañeras que estamos en espacios de gestión, producto de la lucha de compañeras que vinieron antes y estamos en el camino de conceptualizar nuestras luchas”, asegura.

Mona Córdoba, referenta de Marea Feminismo Popular, de madre y padre paraguayos, es descendiente guaraní. “Nos oprimen distintas opresiones”, asegura, y ejemplifica: “Una persona blanca, cis, hétero, no tiene las mismas opresiones que una trans, marrona, villera, pobre, con una discapacidad o en situación de calle”.

Córdoba, a diferencia de Hoyos dice que “la lucha no sólo hay que darla desde los territorios. Debemos llevar las reivindicaciones de los barrios a todos los espacios, hay que ocuparlos, incluso dentro de las instituciones” y asegura que “hoy hay disputas y menos hegemonía”.

En la misma línea, Lis Díaz refiere a las redes territoriales que “hoy tenemos, protagonizadas por marronas y, muchas veces, quienes después expresan ese trabajo son varones y son varones blancos. Por eso seguimos instando a que haya cada vez más mujeres en espacios de discusión política y que tengan la lapicera, ser la voz, ser la cara y quienes administren recursos”.