Octubre es el mes de concientización sobre el cáncer de mama. Las cintas rosas tiñen las redes sociales y cuelgan de alfileres en las prendas de quienes apoyan la causa. En Argentina, el cáncer de mama es el tumor de mayor incidencia en las mujeres: registra anualmente 21.000 casos (de 129 mil en total, un 16% son mamarios), de los cuales alrededor de 6.100 son mortales. Si bien hay distintas variables que influyen en el tratamiento (subtipo de tumor, estadio, características del paciente, etc), vale destacar que el cáncer de mama es curable en la mayor parte de los casos en que es detectado a tiempo.  Por eso, las campañas impulsadas por distintas organizaciones de la sociedad civil usualmente están enfocadas en la prevención y detección de la enfermedad.

Mientras que en muchas partes del mundo se redujeron las muertes por cáncer de mama, en Argentina la tasa de mortalidad se mantuvo estable en los últimos años, en torno al 27%. Los especialistas sostienen que el tiempo de demora en la detección junto a la articulación entre el proceso de detección, el diagnóstico y el tratamiento son las variables que más hay que atender si se quieren mejorar las posibilidades de recuperación de los pacientes. En este sentido, es crucial asegurar que los controles se efectivicen y, de ser necesario, no existan barreras para acceder a un tratamiento eficaz.

La posibilidad de recuperación aumenta en las detecciones tempranas: esto quiere decir que mientras antes se detecte el cáncer, más altas son las chances de prevenir la muerte. Según una encuesta realizada por ISALUD en 2018, la postergación de la atención por problemas laborales, por cuestiones familiares y la falta de recursos económicos para acceder al diagnóstico son algunas de las causas más mencionadas por quienes lo detectaron en un estadio avanzado. Así, las desventajas que tienen las mujeres a la hora de insertarse en el mercado laboral, el impacto que este tipo de tratamientos tiene en sus ingresos — las mujeres ganan en promedio 30,6% menos que los varones, según el último dato disponible— y la cobertura de salud que reciben, sumado a las tareas domésticas y de cuidado que recaen mayoritariamente en sus espaldas, influyen directamente en las posibilidades que tienen de sobrevivir la enfermedad.

La brecha de ingresos retroalimenta las barreras de acceso a un tratamiento oportuno del cáncer de mama y aumenta el riesgo de acudir a los centros de salud con un tumor en estadio avanzado.

Las barreras financieras -gasto de bolsillo, costos de transporte y los ingresos perdidos- impactan negativamente en la decisión de solicitar atención; Básicamente, los tratamientos son costosos y muchas mujeres, pobres.

Hace años recalcamos desde Ecofeminita que son las mujeres quienes sufren mayores niveles de desempleo y de precarización laboral. La falta de registro de la relación laboral asalariada es una problemática que tiene mayor incidencia en las trabajadoras, en donde 2 de cada 5 mujeres no percibe descuento jubilatorio ni otros derechos laborales.

Cuando una persona se inserta de manera informal, ve condicionada su cobertura de salud y otros derechos, como solicitar un día para realizarse los chequeos sin que se lo descuenten, o la posibilidad de reinsertarse sin dificultades luego de recuperarse de algún período de enfermedad. La mitad de las mujeres que trabajan en forma informal no pueden acceder a obras sociales y prepagas que, si bien muchas veces funcionan con demoras para otorgar turnos o autorizar los tratamientos, suelen cubrir un gran porcentaje de los costos de la medicación.

Las barreras estructurales, relacionadas con la escasez de medicamentos, o las redes de derivación ineficientes deben resolverse. Aunque presentes en todo tipo de cobertura, gran parte de la población se atiende en hospitales públicos, porque las otras alternativas son inaccesibles o indeseables. Por ende, las reducciones en gasto público de salud hacen del cuidado una tarea más ardua para las mujeres más pobres: es importante canalizar esfuerzos en el fortalecimiento de la salud pública.

Finalmente, el tiempo. La cultura de no-cuidado de su salud y la postergación de la atención por cuestiones familiares son causas que las propias pacientes explicitan como obstáculos al diagnóstico temprano. Las tareas de cuidado, feminizadas, penalizan a las mujeres imponiendo una fuerte restricción temporal y afectando el acceso al mercado de trabajo y al cuidado de su propia salud. En Argentina, del total de personas que realizan tareas domésticas, un 73% son mujeres. Es por esto que la inversión en política social y sanitaria constituye un eje primordial al momento de pensar la provisión pública de cuidados, materializada en más y mejores centros de cuidado, de salud, y educación, para que podamos apostar a una organización social del cuidado más equitativa y menos mortal.

Es necesario y urgente formular políticas interministeriales articuladas que permitan mejorar las políticas entendiendo que este tema de la agenda sanitaria no es indiferente al género. Debemos continuar generando hipótesis sobre los posibles vínculos entre la problemática del cáncer de mama y la desigualdad de género, al servicio de una sociedad más equitativa.