Una noche de 2020, Sol Fantin necesitó ponerle fin a esa angustia enorme que sentía desde hacía meses. Abrió una página de Word y armó una lista de recuerdos vinculados a un hombre y que estaban en su cabeza guardados, tal vez, para sobrevivir.

Tres horas después, Sol se encontró con su historia. Con su vivencia como niña abusada desde los 14 años por el maestro espiritual de una fundación new age adónde asistía junto a su familia. Plasmar esos recuerdos en un papel fue una dolorosa sorpresa y una liberación reparadora.

Sol es poeta, escritora y docente. La palabra y la escritura han sido siempre estructurantes para ella. Lo fue también ahora, frente a los recuerdos de años de dolor. Así surgió el libro Si no fueras tan niña. Memoria de la violencia, editado por Paidós. Allí cuenta no solo los abusos sexuales de los que fue víctima, sino también relata cómo se configura la subjetividad de una niña abusada y qué sucede con los entornos, manipulados por ese abusador.

“Este libro es la consumación de varios recorridos. Un recorrido como sobreviviente y como escritora. Además de un recorrido terapéutico y de un recorrido que pasa por mi lugar como docente”, dice Sol Fantin a Tiempo Argentino.

“También tiene que ver con entender cuál es el rol de las personas adultas y de las instituciones que nos encargamos del cuidado de las infancias y las adolescencias. Esas cuatro patas llegan a confluir en el libro que finalmente significa recuperar una parte de mí. La adolescencia que tenía completamente bloqueada porque la vivía con vergüenza, con horror, que estaba escindida del resto de mi vida”, agrega. “Yo no podía distinguir lo que me había pasado a mí, -que era legítimo, como adolescente- de lo que habían hecho conmigo. Asumía toda la responsabilidad y por lo tanto intenté durante 15 o 20 años mantener tapada esa parte de mi vida”.

La escritura fue reparadora. “Esa reparación personal es al mismo tiempo una reparación colectiva. Eso me confirma mis mejores sospechas: que no somos individuos aislados del resto”.

El punto de quiebre en Sol fue el relato de otra mujer, una joven diez años menor que ella. También fue alumna del Colegio Nacional de Buenos Aires y sufrió abusos graves por parte del coordinador del viaje de estudios que también había abusado de Sol. Ese abusador, después de un revictimizante proceso judicial, fue absuelto porque dos jueces consideraron prescripto el delito.

Encontrar las palabras

Después de testificar Sol quedó triste. “Entré en un lugar rarísimo. Empiezo a pensar lo que a mí me estaba pasando a los 17, a los 16, a los 15, a los 14 y a los 13… Y me encuentro con algunas memorias y recuerdos que estaban intactos, sobre los cuales nunca había vuelto y que nunca le había contado a nadie. Sobre todo, los que constituyen los delitos más graves, alrededor de mis 15 años”, relata Sol, dos años después de aquellos intensos meses.

Si no fueras tan niña es un libro doloroso pero iluminador. La narración se teje en dos voces: el relato de los acontecimientos y el análisis de Sol desde su perspectiva adulta. “Fue la vía que encontré para contar esto. Era angustiante relatar sólo lo que había sucedido. Era como dejar a la niña y la adolescente que fui sola de nuevo. De ese modo pude darle al libro la dimensión para que esa experiencia no quede en el mero relato”.

Se llama delito sexual

En marzo de 2021, Sol denunció ante la justicia a su abusador. Durante el proceso de escritura, se preguntó si lo que ella había vivido era o no un delito. “Yo misma con esas dos cabezas propias del abuso”, dice. Leyó las leyes, el sí fue rotundo: lo que vivió constituía un delito grave.

“La ley, la palabra institucional resultó un golpe de conciencia para mí. Una ley implica un altísimo consenso social alrededor de una por eso es importante el comportamiento de la justicia en estos casos”.

Escribir y denunciar es para Sol un resultado de lo que viene pasando desde 2015 con los feminismos. La denuncia pública y colectiva de Thelma Fardin es un ejemplo de eso.

“Una de las grandes preguntas que el libro viene a responder es ¿cómo yo tardé 20 años en decir esto? El libro está tratando de explicar cuáles son esos mecanismos que hacen que una no pueda hablar y que garantiza la impunidad de estos crímenes. Cuando yo conocí el caso de Thelma Fardin no me remitió inmediatamente a algo propio», explica Sol.

«Es muy muy urgente deslindar lo que sucede en la cabeza de una sobreviviente. Hay recuerdos intactos pero aislados de los demás, como desgajados del relato. Uno no los puede integrar ni contar como propios. No es que no están. Están ahí pero no podés recurrir a ellos. Y así como no podés recurrir a tus recuerdos, tampoco podés recurrir a tus deseos y muchas veces no podés acudir a tu capacidad de defenderte y otras no confías en tu propio criterio, sobre todo en el plano afectivo y en el plano de los vínculos.

Un peligro oculto

En el proceso, Sol tuvo que enfrentarse a hablar con su familia. “Fue muy reparador. Mis padres lloraron, me manifestaron su apoyo e iniciaron un proceso que tiene sus tiempos de recuperación. Hablar con los padres es un hito realmente importante porque los abusadores te hacen creer que les va a pasar algo malo y no es así”.

Los abusos a Sol transcurren dentro de una fundación. “Hay que tener cuidado con las instituciones que proponen prácticas de tipo religioso con sus modelos verticales de autoridad, con la puesta en suspenso del sentido común y la intervención sobre el cuerpo”, describe Sol. “Mi familia ingresa a esta institución en dictadura, un momento extremadamente sombrío a nivel social. Muchas personas quedaron aterradas y no pudieron construir horizontes de vida y vínculos saludables. Fueron caldo de cultivo en lugares así. Por eso es tan importante la educación pública para todas las personas, la ley de educación integral, el pensamiento crítico, el conocimiento de la historia. Porque esas son protecciones a nivel social”.

Foto: Alejandro Guyot / Prensa – Planeta

Si no fueras tan niña propone una mirada iluminadora sobre las personas sobrevivientes de abusos. “Buscaba que haya alguna estructura, que permita trabajar en la prevención. Y a entender que estos delitos, más allá de que hay delincuentes sexuales (no es que cualquier persona en contacto con una adolescente la viola), hay un entramado social que desprotege, y hace que criemos de tal manera que estos delincuentes encuentren allanado el camino. Es asumir responsabilidad social y no mirar para otro lado en cosas que nos tocan y nos convocan”.

La justicia que no condena

En las últimas semanas, la causa fue prescripta y el abusador de Sol quedó sobreseído y ahora buscarán un juicio por la verdad.

“Hubiera estado bueno una pena ejemplificadora. También que no nos bombardeen a nosotras con los comportamientos aberrantes hacia los presos que cometieron delitos sexuales. No tengo por qué cargar con eso. A mí la justicia me tiene que asegurar que, si yo denuncio a una persona, sus derechos humanos van a ser respetados. Porque eso es una traba para denunciar. Qué mensaje les damos a otros sobrevivientes. No es que yo creo en el punitivismo pero una cosa es pensar que todo se soluciona aplicando penas y otra es que ni siquiera haya condenas. Si preocupan las penas transformemos el sistema penitenciario. La impunidad no puede ser la respuesta».