«Entraban a los tiros, entraban a matar. No importaba nada, si había niños, si había embarazadas, si había gente mayor», cuenta Celeste Guenumil, mientras sostiene a su bebé de un mes de vida, en la Ruka Mapuche, la casa comunitaria en Bariloche donde se encuentra bajo prisión domiciliaria junto a tres mujeres más: la machi Betiana Colhuan Nahuel, Luciana Jaramillo y Romina Rosas, quien cursa un embarazo de 40 semanas. Otras dos, Débora Vera y Florencia Melo, siguen presas en la Policía Aeroportuaria de Bariloche (PSA). La séptima detenida, Andrea Despo Cañuqueo, fue liberada y sobreseída el miércoles (horas después de realizada esta entrevista).

Celeste relató a Presentes como vivió el operativo del 4 de octubre de 2022 en Villa Mascardi, Río Negro. Ese día, alrededor de 250 efectivos del Comando Unificado -entre fuerzas federales y provinciales- entraron a la Lof Lafken Winkul Mapu, comunidad mapuche donde hace casi cinco años la Prefectura Naval Argentina mató a Rafael Nahuel con un tiro en la espalda.

El 4 de octubre -relata Celeste-, «primero, tiraron un tiro y dijeron ‘¡Tirate al suelo, tirate al suelo!’. Yo estaba con mi bebé, y con mi otra nena y nos tiramos al suelo enseguida. Vinieron dos oficiales y nos tenían apuntadas con las armas. Mi bebé tiene una cunita negra que parece un bolso y lo empezaba a patear y me decía ‘¿qué tenés allí?’. Estaba pateando a mi hija. Yo decía ‘calmate que está mi bebé’. No me creía y me decía ‘¿qué tenés allí, decime la verdad, qué tenés allí?’ y lo pateaba y mi nena le decía, ‘no, es mi hermana’, le abre el cierre y le ve la cara y ahí bueno, se calmó un poco».

«Estaban dos tipos, que eran, se ve, los jefes. Decían ‘si no se bajan al piso, mátenlas’. Venían las otras lamuen bajando y les decían que se calmen, ‘nazis de mierda’, y uno le mira y le dice ‘sí, con mucha honra'».

La Machi Betiana cuenta qué pasó

Al lado de Celeste está la machi Betiana Colhuan Nahuel, amamantando a su hijo de cuatro meses. Ambas madres fueron detenidas con sus bebés. «En mi caso personal -cuenta Betiana-, estaba arriba con el bebé acostado en la cama y escucho un sonido raro. Enseguida, me di cuenta de que fue algo que tiraron dentro de la casa. Hubo un ‘bip bip’ y lo único que pensé era taparle los oídos al bebé, explotó la bomba de estruendo dentro de la casa y, después, gas lacrimógeno».

El ministro de Seguridad Aníbal Fernández dijo por Twitter ese mismo día: «No ha habido ninguna clase de represión, ni siquiera un rasguño». Mientras tanto, Betiana compara el operativo con el que terminó con la vida de su primo, Rafael Nahuel: «Si bien ya muchas de nosotras sufrimos un intento de desalojo en el 2017, que también se armó un gran despliegue, este lo superó. Fue más intenso, más violento». Según los relatos, esa violencia se ejerció sobre diferentes personas de diferentes maneras.

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La machi Betiana en una foto de archivo, noviembre de 2021.
Foto: Gentileza Denalí Degraf

«Jugaban psicológicamente con sacarnos a los bebés»

Cuenta Celeste que para ellas la odisea recién empezaba. «Estábamos acorraladas por milicos y nos llevaban caminando por la ruta. Nos dejaron no sé cuántas horas hasta que nos subieron a la Traffic. Por todos los lugares que pasamos, nos requisaron un montón de veces, nos desnudaron, requisaron a los bebés, los pañales. Nos revisaban todo, como si íbamos a tener una bomba dentro de un pañal. No sé qué pensaban. Y cuando estábamos allí encarceladas en la PSA nos filmaban las 24 horas. Nos filmaban para ir al baño. Y todo el tiempo con miedo de que nos saquen a los bebés. Jugaban psicológicamente con eso, con sacarnos a los bebés».

Nunca fueron separadas de sus bebés, pero sí de sus hijes mayores. Hubo integrantes de la Lof que pudieron escapar montaña arriba, entre elles, personas menores de edad. «Estuvimos todo el día en el monte con esos niños», relata una joven, apenas mayor de edad, que les acompañó.

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Celeste Guenumil. Foto: Denali Degraf/Agencia Presentes
Foto: Gentileza Denalí Degraf

«Las ñukes (madres) les dijeron que ellos tenían que ir, y sin importar lo que pase, subir. Empezamos a subir y se escuchaban los disparos. Solo corríamos. Nunca lloraron, fueron muy fuertes ellos. Pasaban helicópteros y lo primero que hacían era tirarse al piso para que no los descubrieran. Escuchamos disparos y ellos se tiraban al piso, no querían que les disparen. De cierta forma, ya estaban preparados para eso. Y eso es lo feo, que niños de tan corta edad se acostumbren a esa violencia o que sepan qué hacer en esas situaciones, cuando en realidad los pu pichikeche (niñes) tendrían que estar libres en el territorio, tendrían que estar jugando».

Tras pasar el día huyendo de las fuerzas estatales, entrada la noche, les niñes pudieron salir libres. La jueza Silvina Domínguez accedió a que entraran personas de su confianza, no mapuche, a retirarlos del territorio. La joven agrega: «Creo que ningún niño tiene que pasar por esa situación. Caminamos bastante, cuesta arriba, estábamos sucios, con frío, con hambre, pero aun así no se rindieron. Es algo que valoramos un montón y nos ayuda a crecer. Nosotras aprendimos y ellos aprendieron de nosotras».

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La ruta 40, en Bariloche, Río Negro, tiene un sector fuertemente militarizado.
Foto: Gentileza Denalí Degraf

Los traslados a Ezeiza de las mujeres mapuche

Al día siguiente, cuatro detenidas –las que no son ni lactantes ni embarazadas- fueron trasladadas a Buenos Aires, a la unidad 31 de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, en Ezeiza. Las llevaron en avión durante la madrugada, sin dar aviso a su abogada defensora.

Mientras tanto Romina, embarazada de 40 semanas, estaba en el hospital con contracciones generadas por lo vivido en el operativo, con custodia policial. Entre los traslados forzosos y un inminente parto, las comparaciones con el siglo XIX son inevitables. Celeste, anticipándose a la idea de que las cosas cambiaron, sentencia: «Hablan siempre de derechos, de derechos de pueblos originarios. Para nosotros siempre sigue siendo, desde el momento de la Conquista del Desierto hasta ahora, lo que han pasado nuestros ancestros. Seguimos viviendo lo mismo».

En esto coincide Andrea Reile, abogada defensora de cuatro de las detenidas. «Aquí, además de violar varias garantías constitucionales que protegen a cualquier persona presa, se han violado a los derechos específicos que protegen a las mujeres, a los niños y niñas, y a los pueblos originarios», dijo Reile a Presentes.

Esas violaciones de derechos provocaron también la renuncia de la Ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta. En su carta de renuncia, dijo que tanto el encarcelamiento como la denegatoria de excarcelación a todas ellas y en especial a una mujer embarazada de 40 semanas, la incomunicación y el traslado a más de 1.500 kilómetros de su lugar de residencia, «constituyen violaciones evidentes a los derechos humanos».

Cómo están hoy las mujeres mapuche detenidas

Ante la enorme movilización y repudio de comunidades y organizaciones, tanto en Bariloche y en la Patagonia como en Buenos Aires y otros lugares, el 8 de octubre el Poder Judicial resolvió traer de vuelta a Bariloche a las cuatro mujeres mapuche que se habían llevado a la Unidad 31 del Complejo Penitenciario Federal en Ezeiza, y además conceder la prisión domiciliaria a Betiana, Celeste, Romina y Luciana. Ahora, se encuentran alojadas en esta casa grupal, donde les niñes corren y juegan mientras sus madres intentan ordenar las donaciones de ropa y provisiones que han llegado.

Respiran un poco más liviano, pero todavía no están libres. La casa está a metros de la Escuela de Policía. Siguen preocupadas por las dos lamien privadas de su libertad en la Policía de Seguridad Aeroportuaria de Bariloche. También por los que se escaparon hacia la cordillera y llevan una semana a la intemperie, y por su espacio sagrado, el rewe.

Todas remarcan: lo que hace única a esta comunidad en todo Puel Mapu (tierra del este, lo que hoy se llama Argentina) es la presencia de la machi.

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Ceremonia, 10 de octubre, a orillas del lago. Foto: Denali Degraf.
Foto: Gentileza Denalí Degraf

«Atacan el espacio sagrado»

Dice Romina: «Llegaron a la casa de nuestra machi, y al rewe. Directamente, fueron a atacar al rewe, al espacio sagrado y a nuestra autoridad espiritual máxima acá en Puel Mapu, de allí arrancamos, ¿no?». Habla despacio, con las respiraciones cortas que acompañan un embarazo a punto de finalizar. Propone un ejercicio puramente imaginativo: «Si nosotros vamos a la casa del Papa y lo saqueamos, ¿qué van a hacer? Bueno, eso es lo que nosotros atravesamos. Se nos viola el primer derecho, el espacio sagrado». 

El resguardo del rewe, el espacio ceremonial, es ahora un foco de los reclamos de la comunidad. El lunes 10 de octubre, a casi una semana del operativo de desalojo, unas treinta personas se acercaron al territorio para una ceremonia.

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María Nahuel, madre de la machi Betiana. Foto: Denali Degraf.
Foto: Gentileza Denalí Degraf

Toda la zona se encuentra aún fuertemente militarizada. Sobre la ruta 40, la Policía Federal y Gendarmería mantienen varios despliegues de móviles y tropas. A veces, cortan el tránsito para el aterrizaje de un helicóptero sobre la calzada. Adentro del territorio, está apostada la Infantería. Al ver bajar gente de los autos para la ceremonia, hicieron disparos al aire y lanzaron un cartucho de gas lacrimógeno a modo de bienvenida.

Por suerte, la situación se calmó rápidamente y la ceremonia se realizó con tranquilidad. Fue a orillas del lago porque no pueden acercarse al rewe. Participaron de la ceremonia dos lonkos (líderes) de comunidades de otras provincias —la Lof Pillán Mahuiza, de Corcovado, Chubut, y la Lof Curruhuinca, de San Martín de los Andes, Neuquén—. Ambos resaltaron la importancia de sumar fuerzas al lugar sagrado y mostrar el apoyo de otras comunidades.

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Foto: Gentileza Denalí Degraf

Sin embargo, la imagen del ngellipún (rogativa) en la orilla no aparece en muchos medios. En la Lof, tienen una clara lectura del trabajo mediático acerca del conflicto. La machi Betiana explica: «El operativo no fue el inicio, sino que se fue dando algo mucho tiempo antes, pasando muchos días, semanas antes, a través de los medios hegemónicos. Cumplen un rol importante, donde fueron implantando esto del terrorismo».

Romina suma a qué cree que apunta. «Cuando un mapuche exige un derecho, cada vez hay más armamento de guerra», dice. «Lamentablemente, es lo que se viene a futuro, la guerra por el agua, a nivel general, no sólo para el pueblo mapuche. Después ¿qué van a tener?», se pregunta. «Siempre los malos de la película, los terroristas, somos nosotros. Es un montaje político. Vinieron a mostrarnos su fuerza. La amenaza, el helicóptero, es todo un escenario para meterle miedo a la población. Para decir ‘no se metan’, el que pelea como estos, miren cómo terminan, como nosotros… Donde haya una reivindicación o una recuperación ancestral va a pasar lo mismo».

*Este artículo pertenece a la Agencia Presentes y es reproducido por Tiempo Argentino a partir de un convenio de publicación para difundir periodismo especializado y de calidad.