Habemus fórmulas, precandidatos y precandidatas de los distintos frentes de cara a la primera etapa del proceso electoral. Sin embargo, la certeza no parece cercana. Nos enfrentamos a las primeras PASO realmente competitivas donde no sólo no se sabe quién va a ganar las internas de los frentes, sino que no parece haber planificación en cómo transitar los posibles efectos de los resultados de un escenario de fragmentación política desde el domingo 13 de agosto hasta el domingo 22 de octubre.

Una novedad en este proceso electoral de internas, abiertas, simultáneas y obligatorias es que se juega desde el 2011 y que abre un camino de dos meses de transición hasta el resultado definitivo o, más probablemente, un balotaje que recién se determine a finales de año.

La incertidumbre reina en el panorama de un año que sabemos va a ser largo.

Ante la falta de certeza, proponemos herramientas concretas. De eso se trata FeminIndex, que busca evidenciar la postura de las personas que compiten por los cargos en relación a distintos temas de la agenda de género con el fin de poder emitir un voto informado que, a su vez, pueda servir para exigir luego a las dirigencias la elaboración e implementación de políticas públicas que construyan una sociedad más igualitaria. 

En un contexto de inflación proyectada del 150% para 2023, con pobreza creciente y un acuerdo asfixiante con el Fondo Monetario Internacional vemos una dirigencia centrada en hablarse a sí misma. Las disputas dentro de los frentes y de los propios partidos aparentan ser una batalla entre nombres propios y números de encuestas, más que debates sobre medidas y soluciones concretas. Frente a este escenario, es necesario avanzar en una mayor participación ciudadana que demande a la dirigencia y a quienes compiten por representarnos estar a la altura de los tiempos que corren.

No podemos olvidar la pandemia y el resultado de la misma, que lejos de dejarnos en un mundo con mayor igualdad de oportunidades nos mostró el enriquecimiento de un sector concentrado a costa del empobrecimiento de las grandes mayorías. Ahora bien, este incremento de la desigualdad tiene un impacto de género: la pobreza está feminizada y la riqueza en manos de varones. Hay un mayor desempleo para las mujeres y personas LGBTIQ+, que, a su vez, ganan peores salarios y tienen mayores obstáculos para conseguir su autonomía económica.

En paralelo, hay una sobrecarga de trabajos domésticos y de cuidados que recaen en las familias por la falta de espacios de cuidado públicos, como recae en las mujeres de las comunidades más vulneradas económicamente el trabajo de cuidado social. Aún hoy existe una licencia materno paternal muy corta, incluso cuando comparamos con países de la región, y una jubilación a la que acceden las mujeres por moratorias que terminan dependiendo de la voluntad del poder de turno y no de una decisión política de reconocer el trabajo invisibilizado que realizaron las mujeres. Nada de esto parece discutirse en las actuales elecciones.

Esta estructura desigual en términos de género se traduce en una mayor vulneración económica para las mujeres y personas LGBT+, generando un caldo de cultivo perfecto para la violencia machista. Visibilizar las distintas expresiones de esta violencia y sus efectos cobra especial importancia en un año electoral ante los casos de femicidios que no logran reducirse a pesar de los años de reivindicaciones y luchas.

En este sentido, es central conocer la postura de lxs precandidatxs en relación a la necesidad de aprobar una ley de emergencia de violencia de género. En el mismo sentido, y con candidatos expresamente en contra de leyes como la IVE y la ESI, necesitamos que se expresen públicamente alrededor de estos temas centrales para el movimiento feminista.

De la misma manera, Argentina es pionera en materia de derechos LGBTTTIQ+ gracias a las leyes sancionadas para el Matrimonio Igualitario y la Identidad de Género. Sin embargo, la igualdad ante la ley no se corresponde con que se garantice su acceso a oportunidades y que se cumplan todos sus derechos.

Estas discriminaciones específicas ponen en peligro su integridad física y afectan sus posibilidades económicas: ¿Qué piensan los candidatos en relación a esto? ¿Impulsarían una ley de emergencia para este colectivo vulnerado?

No es novedad la histórica desigualdad en el reconocimiento y las oportunidades de acceso de las mujeres y diversidades a los espacios de toma de decisiones. Es evidente que el hecho de sumar mujeres en las listas no significa que haya feministas en las listas, pero sí garantiza que se incorporen nuevos puntos de vista, antes no considerados. La paridad es una realidad en el poder legislativo a nivel nacional pero no existen aún leyes que garanticen cupos en los poderes ejecutivos ni judiciales. La escasa participación de las mujeres en las fórmulas y la nula participación en el caso del colectivo LGBT+ debería llamarnos la atención en el 2023.

Si la tendencia es como se evidencia en las fórmulas presentadas en los partidos mayoritarios, un giro al ala conservadora, es más importante que nunca que podamos rescatar los reclamos concretos donde necesitamos avanzar y los tantos otros donde no estamos dispuestas a retroceder.

Necesitamos respuestas concretas de cómo se pretende salir de los problemas económicos y sociales que vivimos día a día y que se exponga el horizonte hacia donde se quiere transitar. La agenda de género estará presente en la campaña electoral, aunque no esté presente en las encuestas, porque seguimos acá y demandamos propuestas.  «

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